martes, 15 de diciembre de 2020

Mank

 



Si nos situamos en 1941, lo lógico es pensar en la guerra que tenía lugar en Europa y que después se extendió por el mundo. Si miramos hacia atrás reconstruimos, no necesariamente con fidelidad, lo que sucedió. De hecho sobre el asunto de la guerra, de la deshumanización que comporta, de los hechos crueles que sucedieron bajo el amparo de la oscuridad, sabemos hoy más que entonces. Pero la vida para la mayoría de la gente de entonces discurría por otros cauces. Hollywood estaba tejiendo la vida del espíritu con más amplitud, afectaba a más personas, que lo que habían hecho las élites intelectuales de las generaciones precedentes. No es fácil asimilar que Ciudadano Kane fue rodada y estrenada mientras los jóvenes morían en los campos de batalla.


Se puede decir que Ciudadano Kane es la almendra de aquella época. Durante años se ha considerado la mejor película de la historia. Los gustos cambian y hoy su puesto en las listas ha descendido. Dudo que la mayoría de los jóvenes actuales, educados por otras élites más atentas al negocio que al tejido del espíritu, sean capaces de verla de una sentada, lo mismo que sucederá con esta Mank que intenta reconstruir cómo se tejió la película que dio fama a Orson Welles. Un mundo que ya no existe: estudios, productores, directores, actores, guionistas, público. Ese es el sentido de que Mank se presente en blanco y negro y de que todo sea excesivo, la riqueza del magnate, William Randolph Hearst, que recrea la película de Welles, las borracheras de Herman Mankiewicz, el guionista de Ciudadano Kane, que es el centro de Mank, el poder y la soberbia de los productores (Louis B. Meyer), el propio metraje, pues así eran las cosas en el mundo ilusorio de las películas que se facturaban en los estudios de la Metro, la Fox, Universal, Paramount o RKO.


Cómo se hacen hoy las series. ¿Son los guionistas tan geniales, los actores tan glamurosos, los productores tan soberbios? Mank se presenta como si fuese una película de época, esa es su virtud y su defecto. Ha estado unos días en los cines, ¿cuántos la habrán visto en el modo antiguo de ver películas?, ahora se ve en Netflix. Parece más un ensayo sobre cómo se hacían películas que una película propiamente con la que disfrutar, sonreír y lagrimear, por tanto más apropiada para quienes tienen un pasado que recordar que para quienes la vida está por hacer. Sin embargo, tanto David Fincher, el director, como Gary Oldman, el actor, merecen una inclinación de cabeza. Admiración.


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