lunes, 16 de abril de 2007

Vivienda y clases medias

Entre 1997 y 2006, la subida de los salarios fue del 30%, mientras que el aumento del precio medio del metro cuadrado fue del 245%”.

Esa es la distancia que media entre el precio justo y el atraco. El problema no es solamente español, aunque aquí sea escandaloso y se vea poco, porque la gente está entretenida en otras cosas. Decía Orwell que cuando el escándalo alcanza cierta magnitud, se torna invisible. La globalización está produciendo un deterioro rápido del status económico de las clases medias, una creciente distancia entre la mayoría de la población y las fortunas millonarias. Así lo pone en evidencia un estudio del Ministerio de Defensa británico (¡Deben estar muy preocupados para que sea esta institución quien haga el estudio!).

Pero no es sólo la cuestión de la vivienda la que amenaza a los hijos de las clases medias, a los que el estudio llama “proletariado de clase media”, también un mayor desorden social acompañado de violencia, un sistema de pensiones en crisis y una precarización del empleo. El estudio alerta sobre la posible radicalización de las clases medias, que puede orientarse en impredecibles direcciones: desde la exigencia de democratización frente a la burocracia de los partidos hasta la búsqueda de amparo en organizaciones extremistas.

¿ Cuál es la respuesta de nuestros gobiernos? El Gobierno catalán promueve un pacto nacional para la vivienda con promotores e intermediarios. Con el adjetivo nacional por medio suena a santificación, pelillos a la mar, olvidemos el pasado -la brutal acumulación de capital a cuenta de de esas clases medias-, ahora que el negocio ya no es tan floreciente. El artículo que nos informa del pacto canta entusiasta: “por vez primera, establece que el acceso a la vivienda es un derecho”. Rebajemos esos humos: fijémonos en el subtítulo, esos suelos que piden empresarios y sindicatos, ahí está la madre del cordero, que puedan disponer también del suelo público. El pacto cuantifica la necesidad de viviendas en 160.000 protegidas en 10 años. Sin embargo, no parecen cuadrar las cuentas: la creación de nuevos hogares, a un ritmo de 25.000 anuales con necesidad de ayuda pública, según su estimación, lo hará inservible, un mero parche propagandístico. Sí seguimos leyendo con atención nos enteraremos del verdadero porqué del pacto, del porqué de su necesidad para todos los que lo apoyan: “el paulatino retroceso de la construcción de vivienda libre”. Les está entrando el miedo en el cuerpo. Pánico para constructores, intermediarios, comisionistas, comité de finanzas de los partidos. ¡Que se acaba el negocio!

Además se les debe caer la cara de vergüenza cuando comparan el impulso a la vivienda pública, según datos del ministerio de vivienda, de ésa con el resto de comunidades. Comparemos:

Y por fin, no hay pacto, decreto o programa del tripartito que no haga su aportación a la neolengua: "El objetivo es producir vivienda accesible", dice, "tanto por la vía de la adquisición, en algunos casos, como por la vía del alquiler". Ahí lo tenemos, una palabra que se repetirá hasta hacernos vomitar: accesible.

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Así ha acabado el experimento marxista de Mugabe en Zimbabue: El país ha sufrido el éxodo de un cuarto de su población (más de tres millones y medio), a lo que hay que añadir una inflación de más del 1.728%, la más alta del mundo, un 80% de desempleo y la conversión de Zimbabue en un Estado policial. Profesores y médicos tienen salarios de miseria (entre 16 euros los primeros y menos de 80 los segundos). Más de un millón y medio de los 13 millones de habitantes del país es seropositivo. De ellos, sólo 65.000 reciben su medicación del Estado. El resto está abocado a acudir a las farmacias. Entre los objetos convertidos por la inflación en lujosos (son importados) se encuentran las compresas y tampones."Las mujeres están usando periódicos, trapos, incluso cortezas de árbol porque no pueden permitirse los productos sanitarios". Si el salario medio se sitúa entre 10 y 18 euros, un paquete de 10 compresas cuesta 8 euros. En fin, como dice Félix de Azúa, No me esperes en Zimbabue.

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