
El escándalo más grande de la democracia, comparable, hasta donde yo sé, al brutal saqueo del estado ex soviético por las élites poscomunistas (y ahora exactamente igual en China), es la transferencia de rentas de los compradores de pisos, jóvenes en su mayoría, a empresarios, empresas y comisionistas del ramo del ladrillo. Las hipotecas a largísimo plazo son una esclavitud encubierta: los jóvenes entregan sus ingresos actuales y futuros a cambio de un bien que no vale lo que dicen que vale.
Sin embargo este modelo de estafa legal no puede durar. Algunas empresas crediticias de prestamos basura (empresas que conceden hipotecas a quienes los bancos nunca se las concederían o que agrupan prestamos de distinto tipo, alargando el plazo de devolución y aumentando el interés) quiebran en EE UU y las bolsas de todo el mundo tiemblan. “Las hipotecas que se firmen en 2007 podrían subir hasta 1.800 euros al año a medio y largo plazo si los tipos de interés hipotecarios llegan al máximo alcanzado desde el nacimiento de
A finales de año decía el periódico, “Metrovacesa triplica su valor; Inmocaral sube el 400%; Astroc, el 500%”. Lo de Marbella parece un entretenimiento para desviar la atención del asunto principal. Ahora ese capital puede utilizarse para realizar operaciones político económicas que no necesariamente redundan en interés general, como por ejemplo la de Acciona (Entrecanales) sobre Endesa.
Este escándalo no sólo no ha sido saboteado o controlado, sino más bien alentado por los viejos partidos políticos. Hay una clara connivencia entre políticos, periodistas y estafadores. Se hace de ellos héroes (Florentino), se les anima a entrar en operaciones (Acciona), se les pone como ejemplos a seguir (Rivero, Sanahuja, Portillo, Bañuelos).
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