miércoles, 7 de diciembre de 2011

No tengo miedo, de Niccolò Ammaniti


Recordaba mientras leía esta novela Fin, deMonteagudo o La habitación de Emma Donoghue, la primera por el movimiento incesante del protagonista, una agitación que le lleva no se sabe muy bien dónde, la segunda por el asunto de fondo, que tiene al lector en un puño, devorando las páginas para saber cómo acaba la historia. Aunque a Monteagudo le faltaba sabiduría narrativa y a la autora de La habitación le sobraba. 

Ammaniti parece haberse convertido en el autor principal de Anagrama desde que esta ha sido comprada por la italiana Feltrinelli.  Con sus ventajas e inconvenientes. Muchos no le perdonan a Herralde que se haya vendido y que flojee en su antiguo rigor, admitiendo best sellers en su sello de contrastada calidad. Puede que Ammaniti, sin embargo, sea más interesante de lo que pudiera parecer. Esta novela recién salida del horno, pero publicada en Italia en 2001, está muy bien fabricada. Ammaniti juega con dos cosas, el punto de vista de un niño de 9 años y un suceso dramático, un secuestro. Desde la altura del niño, igual que en la Habitación, el narrador va contando la vida más o menos aburrida en una aldea de cuatro casas, Acqua Traverso, en el sur de Italia, entre trigales secos y un tórrido verano: niños que juegan y adultos que vienen y van, hasta que de pronto, un extraño descubrimiento saca al pueblo de su sopor. Ammaniti es capaz de trasmitir la lenta pérdida de la inocencia del protagonista, basculando entre la infancia, la amistad, la traición, la soledad y el desagradable descubrimiento de lo que los adultos se traen entre manos. El niño, que se desplaza rápido con su vieja bici, ha de enfrentarse a una realidad más dura que el mundo de fantasías y monstruos a los que teme. La lectura rueda con frases cortas y muchos diálogos de poca enjundia pero muy vibrantes y sobre todo tiene al lector en un puño porque conoce la importancia del asunto, mucho antes de que el niño protagonista se dé cuenta de qué va la cosa.

Ammaniti domina mejor el oficio que Monteagudo, aunque no alcanza la profundidad de Donoghue, escribe suelto, a veces parece que demasiado fácil, eso da alas al lector, pero no le aporta la riqueza, las preguntas y el desasosiego de la escritora norirlanseda. Es una novela para pasar un buen rato, pero decepcionante por cómo el autor resuelve, y desvanece, las grandes posibilidades del mundo que había construido.

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