martes, 16 de septiembre de 2025

El asesinato del profesor Schlick

 


En 1895 tuvo lugar un debate público que pasó a formar parte de la leyenda en la historia de la ciencia. Dos físicos que ocuparon cátedra en la facultad de filosofía, Ludwig Boltzmann y Ernst Mach, discutieron en una sala de la Academia de Ciencias de Viena sobre la existencia del átomo. Boltzmann defendía su realidad física, mientras Mach sostenía una visión fenomenista y escéptica sobre entidades no observables: serían objetos mentales como el concepto de punto. En algo, sin embargo, estaban ambos de acuerdo, su desconfianza hacia la metafísica. Mach, a favor de una economía del pensamiento, desacreditaba 'la cosa en sí’ kantiana, el noúmeno, abstracción superflua sin conexión alguna con nuestros órganos sensoriales. Solo hay impresiones sensoriales momentáneas, que vemos en patrones (objetos) a los que damos nombre. La naturaleza se disuelve en simples manojos de sensaciones, defendía. Por su parte, Boltzmann comparaba la metafísica con las migrañas y se espanta ante los escritos de Hegel y Schopenhauer: cuánta majadería abstrusa y vacua.

 


En octubre de 1946 Karl Popper fue invitado a pronunciar una conferencia en el Moral Science Club de Cambridge, dominado entonces por el filósofo más prominente de la época, Wittgenstein. En el aire estaba la idea de que si se ponía orden en el lenguaje y en la lógica se disolverían los problemas más importantes de la filosofía. Wittgenstein de algún modo era la némesis de Popper. Mientras que aquel afirmaba que los problemas filosóficos no eran más que mezquinas disputas lingüísticas, este creía que eran problemas reales.

 

Popper, ante la mirada del también presente Bertrand Russell, inició la charla preguntando ¿Existen los problemas filosóficos?, tras lo que puso algunos ejemplos. Wittgenstein se oponía cada vez más agitado hasta que elevó en el aire un atizador y exigió a Popper un ejemplo de regla moral. Popper respondió: No amenazar con atizadores. Según una versión de lo ocurrido Wittgenstein salió de la sala enfurecido dejando la victoria a Popper.

 


Entre ambos debates, de 1895 a 1946, Viena se convirtió en la capital del pensamiento: el Círculo de Viena sería el núcleo filosófico y científico del pensar.

 

Veinticuatro años después de El atizador de Wittgenstein David Edmonds vuelve al lugar del crimen, aunque no para esclarecer quién mató a quién, Popper a Wittgenstein o al revés, sino para determinar qué murió con el profesor Moritz Schlick, el animador del Círculo, cuando este fue asesinado por un estudiante trastornado. Aquella disputa la menciona al final de su nuevo libro El asesinato del profesor Schlick. En este cuenta la historia de cómo la centralidad del lenguaje se convirtió en el asunto más importante de la filosofía gracias al grupo de filósofos, autodenominados empiristas o positivistas lógicos, que participaban en el Círculo de Viena. Si todo son reglas lógicas y claridad expositiva, si, simplificando, los hechos del mundo y los enunciados tienen una misma lógica entonces comprender la realidad será más fácil y el camino de la ciencia más expedito. Mach y Boltzmann estaban entre sus precursores.


Wittgenstein llegó a Cambridge en 1911, tras la lectura de los Principia Mathematica de Bertrand Russell y Alfred N. Whitehead y con el aval de Frege. Buscaba profundizar en la lógica, los fundamentos matemáticos y la filosofía con Russell. Wittgenstein, siguiendo a Russell, pensaba que la realidad se compone de “hechos atómicos”, que tienen su correspondencia en proposiciones lógicas simples; estas proposiciones reflejan (de forma isomórfica) los estados de cosas fundamentales del mundo. Si descomponemos los enunciados complejos en componentes básicos, eliminamos la ambigüedad filosófica heredada del idealismo hegeliano y los puzzles metafísicos. Esa idea la convirtió Wittgenstein en la teoría figurativa del lenguaje que expuso en el Tractatus.

 

Entre los años 1920 y 30 los filósofos que se agrupaban en el Círculo de Viena lo tomaron como referente principal junto a Russell y Frege. Las proposiciones son significativas si se pueden comprobar mediante la observación o la lógica. El sentido de una proposición reside en su verificabilidad empírica o formal. La filosofía ha de parecerse a la ciencia, en especial la física. Por eso arremeten contra la metafísica y contra el filósofo que en ese momento mejor la representaba, Heidegger.

 

Ni Popper ni Wittgenstein formaban parte del Círculo. Este era su influencia principal y Popper un satélite que estaba de acuerdo y discrepaba según las ocasiones. Con el tiempo sobrepasó en fama a todos ellos, sin alcanzar, sin embargo, el estatus casi divino de Wittgenstein.




El círculo de Viena se reunía semanalmente los jueves, primero en una sala de la universidad y luego en los cafés. Moritz Schlick, Hans Hanh, Otto Neurath, Rudolf Carnap y otros más, filósofos y físicos procedentes tanto de Austria como de Alemania, de Inglaterra y de Estados Unidos, trataban del lenguaje como el asunto más importante de la filosofía, en el llamado giro lingüístico. Las reuniones duraron hasta que Hitler anexionó Austria. Después los filósofos se dispersaron y el asunto de lenguaje - dar forma lógica general a la proposición - apareció como algo más difícil de lo que presumían. El debate se trasladó a Cambridge en los años 1930-1950, y luego a Oxford y EE. UU., como nueva escuela analítica que tomó en cuenta la “segunda filosofía” de Wittgenstein, recogida en las Investigaciones filosóficas.

 

Algunos miembros del Círculo acabaron su carrera y su vida en las universidades británicas donde el positivismo lógico se convirtió en analítico cobrando una segunda vida académica. Otros se vieron recompensados con honores en Estados Unidos cuando el movimiento como tal languidecía.


Lo atractivo de El asesinato del profesor Schlick, lo que hace que su lectura sea amena, es que David Edmonds no se circunscribe a los debates filosóficos, trata de responder a la pregunta de por qué en esas tres primeras décadas del siglo XX se reunió en Viena tal constelación de genios, solo comparable a la Atenas del siglo V ac o a la Florencia del siglo XIV. Esa emergencia de genios coincidió con la caída de la Monarquía de los Habsburgo. Viena era por entonces la ciudad más tolerante y cosmopolita de Europa, una mezcla de nacionalidades y culturas. La mayor parte de sus talentos eran judíos, la tercera comunidad judía más grande de Europa después de Varsovia y Budapest. Viena había crecido drásticamente con las oleadas de judíos con barba, caftán y filacterias que llegaban de las nuevas naciones del este tras la desmembración del Imperio por la derrota en la primera Guerra mundial. Viena, una isla incluso frente a Austria, permaneció como parapeto cosmopolita. La mayor parte de los genios eran judíos - unos pocos creyentes y la mayoría ateos -, que pudieron dar alas a una insólita libertad de pensamiento, antes de abandonar la ciudad de estampida – los que pudieron - cuando Hitler se la apropió.

 


En ese ambiente crecieron y se formaron tanto Ludwig Wittgenstein y Adolf Hitler, compañeros de clase, una ciudad que parecía haber dejado atrás el antisemitismo del alcalde socialcristiano Karl Lueger (cuyos partidarios coreaban: Lueger vivirá, los judíos perecerán) por el austromarxismo, a cuyos líderes se identificaba como judíos. Viendo en perspectiva lo que ocurrió después, la anexión hitleriana de 1938 es como si la sociedad tradicional y antisemita se hubiese tomado la revancha. Karl Kraus ya había advertido de que Viena era el campo de pruebas para la destrucción del mundo. En superficie, la cultura cosmopolita vienesa ocultaba un odio austriaco inextinguible.

 

 




lunes, 15 de septiembre de 2025

Corrección, de Thomas Bernhard

 


Nada volvió a ser igual en Centroeuropa tras la primera Guerra mundial y la caída del Imperio austrohúngaro. Pero si a nivel político fue el hundimiento, intelectualmente ese espacio entró en ebullición. Movimientos artísticos y estéticos como la Sezession vienesa, el Jugendstil o el expresionismo se sucedieron, con paralelos en música y literatura. Lo mismo sucedía en psicología, filosofía y ciencia con el positivismo lógico y la preocupación por el lenguaje y la lógica. Un ramillete de mentes brillantes en todos los campos alumbraron a la humanidad: Otto Wagner y Adolf Loos, Gustav Klimt, Egon Schiele y Oskar Kokoschka, Hugo von Hofmannsthal y Artur Schnitzler, Ernst Mach y Karl Kraus, Freud y Ludwig Wittgenstein.


Tras la trituradora del nacionalismo y la segunda Guerra mundial, Austria devino en páramo. Pocas figuras salvables en cualquier campo, una de ellas, el escritor Thomas Bernhard. Ludwig Wittgenstein fue uno de los filósofos señeros del siglo XX. Bernhard se aproximó a él al menos que yo conozca en tres ocasiones. Ludwig procedía de una rica familia llena de mentes brillantes y locos suicidas, casi por igual. A uno de esos locos, un primo de Ludwig dedica su novela, El sobrino de Wittgenstein. A la familia más cercana, una obra de teatro donde pone hablar a Ludwig con sus hermanas, Almuerzo en la casa de Ludwig W., y al propio Ludwig, una novela en la que no le nombra sino que aparece con otra figuración: Corrección.


Sin embargo, Roithamer, tenía esta opinión, ¡toda construcción que hoy construyen los expertos de la construcción es un crimen!... Entonces , cuando toda la tierra haya sido mal construida de la forma más horrible y más carente de gusto y más criminal, será demasiado tarde , y la superficie de la Tierra habrá muerto . No podemos defendernos de la aniquilación de la superficie de nuestra tierra por los arquitectos”.


En Corrección hay dos protagonistas que aparecen transfigurados, Ludwig con el nombre de Roithamer y el propio Thomas Bernhard que se manifiesta a través de su particular estilo. Del gran filósofo no nos cuenta su filosofía, sino que pretende exponer su personalidad. Ludwig podía haber sido cualquier cosa que se hubiese propuesto en el campo de las humanidades o de las ciencias. Comenzó con estudios técnicos en Berlín y en Oxford, luego construyó meticulosamente una casa para su hermana Gretl -de 1926 a 1928 Wittgenstein trabajó en el diseño y la construcción de la mansión de su hermana Margarita (Gretl) en Viena - y por fin se dedicó a cuestiones lógicas en el campo de la filosofía, donde dejo dos libros que no acaban de ser entendidos del todo: el Tractatus lógico-filosoficus e Investigaciones filosóficas.


Casa construida en parte por Wittgenstein para su hermana


Un narrador innominado se instala en la la buhardilla de los Höller para hacerse cargo del legado de Roithamer, que a su vez estuvo instalado en dicha buhardilla, la buhardilla de Höller, el taxidermista. Los tres fueron compañeros de escuela, en primaria, tanto el protagonista, Roithamer, como Höller y el narrador. El camino que cada día hacían a la escuela fue la base de su amistad. El narrador tiene por misión ordenar los libros y escritos de Roithamer. En Corrección se nos muestra a Roithamer aislándose del mundo para planificar y luego realizar su gran obra arquitectónica, el Cono, pensada y construida para su hermana. Bernhard nos muestra un Roithamer obsesivo, entregado a su proyecto. Roithamer inspirándose, o lisamente copiando, la casa que su huésped Höller había construido para sí en la garganta del Aurach, en el centro del bosque de Kobernauss, proyecta y construye el Cono.


"... La observación incesante de mi hermana y la observación incesante de la construcción del Cono han llevado al resultado que ahora se alza en el centro del bosque de Kobernauss. De forma que, entonces, si la observación de mi hermana ha sido exacta , también la construcción del Cono es exacta , así Roithamer. El estudio consecuente de un objeto (mi hermana), la forma de construir consecuente del otro objeto (el Cono) . Porque una construcción como el Cono para una persona como mi hermana solo podrá derribarse cuando haya acabado el estudio de la persona (mi hermana) para la que se ha construido esa construcción (el Cono).


Durante 6 años se dedica a su construcción, que fue la culminación de su personalidad. De ahí el suicidio y también la muerte de su hermana, porque las dos vidas habían perdido su razón de ser con la terminación del Cono.


El otro personaje de la novela como digo es el propio Bernhard, su estilo único, personal. Un estilo musical que a través del ritmo de las frases va creando cadencias que repican en el oído de lector. Dividida en dos, la primera parte la dedica al albacea, un narrador innominado, que se encarga de la obra de Roithamer después de que este se haya suicidado, tras concluir su obra, el Cono, y entregársela a su hermana en el momento en que esta también se suicida, pues el objeto de la obra se nos dice, es alcanzar la plenitud por el aniquilamiento. En la segunda parte es el propio Roithamer quién habla a través de sus escritos, ordenados y recopilados por Höller, en cuya buhardilla se había encerrado Roithamer, y ahora se encierra el narrador, para planificar su obra, el Cono. No hay diferencias de estilo entre la primera y la segunda parte, sino el mismo repiqueteo, la misma cadencia. El mismo estilo que se encuentra en cada una de las obras de Thomas Bernhard.


Ofender al llamado buen gusto, al que siempre he ofendido, toda mi vida he ofendido siempre al llamado buen gusto. Si no ofendemos alguna vez al llamado buen gusto, porque hacemos algo que se llama de mucho gusto, perdemos el carácter, renunciamos a nuestro entendimiento, a nuestro ser”.



domingo, 14 de septiembre de 2025

Tragedias que aún no han estallado

 

 


Me cruzo con un hombre joven y recio, de esos que pueblan los platós: Podría haberme muerto, dice, adivino que por el pinganillo que no veo. Íbamos en dirección contraria, no he oído más. 

 

El día está lluvioso y pesado, con la atmósfera presionando sobre todo lo viviente en la superficie de la Tierra. 

 

Antes, subiendo una pequeña pendiente me voy a cruzar con un hombre que viene en dirección contraria, pero se baja de la bici. De un campo de girasoles, a los que les falta un punto de maduración, se le acerca otro. Le dice: Hombre, me cago en la puta que te parió. He supuesto que era un saludo entre amigos.

 

Más tarde, una mujer, en la mesa que está al costado de la mía, finita, rubia y entrada en años está el teléfono. Habla con las pausas que hacen los mayores. De fondo suena una emisora de radio que no logro localizar. A fuerza de hablar, algunas palabras de su charla revolotean hasta llegar a mis oídos. Habla con un Giovanni a cuenta de una Blanca. Blanca le ha pedido a la señora, que le pregunte a Giovanni dónde puede estar él. Por lo visto ayer por la noche desapareció, nada saben de él. Por lo que entiendo Giovanni no quiere inmiscuirse, ni que le inmiscuyan. La señora cuenta que la otra vez que lo detuvieron no lo soltaron hasta las cinco de la mañana. Giovanni se muestra poco amable. Cuelga. La señora le dice a Blanca, en otra llamada, que no ha conseguido saber nada de él. Cuelgan. Llegan dos chicas jóvenes entonces, y yo me voy.

 

A la salida del bar, de pie, a punto de sentarse en la terraza dos mujeres y un hombre de edad mediana charlan. Apenas alcanzo a oír una frase: No deberías preocuparte, solo tu hija te ha salido rana.

 

A poco que uno ponga el oído atisba dónde se masca la tragedia.

 

viernes, 12 de septiembre de 2025

Wittgenstein: "Dígales que mi vida fue maravillosa"

 



Mientras hablaban de filosofía, él – Carnap - y los demás, observaron la agonía y la lucha de Wittgenstein en su búsqueda de iluminación: “Su punto de vista y actitud hacia las personas y los problemas , incluso los problemas teóricos , se parecían mucho más a los de un artista que a los de un científico; incluso se puede decir que se parecían a los de un profeta, un religioso, un vidente, cuando finalmente, a veces después de un largo y arduo esfuerzo , apareció su respuesta , la declaración apareció ante nosotros como una obra de arte, recién creada, una revelación divina. [...] la impresión que causaba en nosotros era como si una intuición le llegara mediante una inspiración divina". Rudolph Carnap, en David Edmonds.


Quién era Ludwig Wittgenstein. Qué tenía de particular para impactar tanto en el mundo del pensamiento y la cultura del siglo XX. Para empezar era hijo de una familia muy rica. Nunca tuvo que preocuparse a lo largo de su vida por solventar problemas de subsistencia. La mayor parte de la humanidad sí lo hace. Eso es una enorme diferencia. En algunos momentos, jugó a ser pobre. a valerse por sí mismo: cuando su padre murió, renunció a su herencia, dejando su parte a sus hermanas. Para ser justos, durante la Primera Guerra Mundial, en el frente, Ludwig se entregó con temeridad más que con valor, exponiendo su vida, y donó una parte de su capital para el sustento de poetas. Rilke y Trakl se beneficiaron. Se construyó una casa en Noruega para aislarse y demostrarse que era capaz de vivir por sí mismo. Dejando la espuma elitista de Cambridge, donde había pastoreado al mismo nivel que Bertrand Russell, dedicó unos seis años de su vida (de 1920 a 1926) a enseñar a niños de primaria en pueblos de la montaña austriaca. Lo hizo, pero no le fue bien. De nada sirven las pamplinas trascendentales - escribió en cierta ocasión - cuando no hay cosa más clara que una bofetada. No tenía la personalidad adecuada ni la paciencia de un buen maestro. "El multimillonario como maestro de pueblo es ciertamente un capricho", dejó dicho Thomas Bernhard. Luego se dedicó a la jardinería y estuvo tentado de entrar en un monasterio.


Le dije que imaginarlo como un maestro de primaria , con la mente entrenada en filosofía , era para mí como imaginarme a una persona usando un instrumento de precisión para abrir un cráter. A lo que Ludwig respondió con una comparación que me hizo callar: "Me haces pensar en una persona que mira por una ventana cerrada y no puede explicarse los extraños movimientos de un transeúnte . No sabe la tormenta que está cayendo afuera. Tampoco que esa persona está teniendo que hacer un gran esfuerzo para estar de pie " . Fue entonces cuando comprendí su estado de ánimo. Hermine Wittgenstein.




En realidad, se podría decir que todo para él era juego: desprenderse de la riqueza, demostrar su superioridad, encimarse a Russell, mostrar que nadie era superior, que sus puntos de vista eran los correctos. Sus clases eran monólogos, se irritaba si alguien le interrumpía. Decía detestar Cambridge, pero se iba y volvía. Se comportaba como el aristócrata que era. Wittgenstein concluyó modestamente que con el Tractatus había resuelto todos los problemas esenciales de la filosofía. El mismo espíritu aristocrático - coraje y lealtad - por cierto, que le llevó a exigir combatir en el frente en la Primera Guerra mundial, y en la Segunda en la retaguardia hospitalaria. Su familia, sin embargo, siempre estaba ahí por si la necesitaba. Cuando le diagnosticaron cáncer en 1949, escribió a su hermana Helene: "Mi salud es muy mala, por tanto no puedo trabajar . En Viena espero encontrar paz... Me gustaría tener mi antigua habitación de la Alleegasse - con luz cenital”. Su filosofía la enfocó del mismo modo, como un juego, el juego del lenguaje. Bastaba ordenarlo lógicamente - dar forma lógica general a la proposición – y, simplificarlo, para resolver los llamados problemas filosóficos. O ponerlo en el contexto de su uso - algunos han hablado del giro pragmático de la filosofía para la segunda parte de su vida: " Una expresión solo tiene significado en el flujo de la vida".




Tenía una personalidad absorbente, entusiasmaba. Los estudiantes caían rendidos ante él. Esa cualidad que solo algunos hombres poseen: cuando llegan a un lugar, la sala se parte en dos para dejarle pasar, enmudece. Quienes lo conocieron hablaban de mística, personalidad mística. Wittgenstein distinguía entre ‘decir’ y ‘mostrar’, entre el lenguaje proposicional y el fluir de la vida. Hay cosas que se pueden ‘decir’, proposiciones que hacer, ordenar y limpiar el lenguaje, pero hay una parte de la vida que solo se puede ‘mostrar’. El círculo de Viena se quedó con la primera parte, pasó por encima de la segunda. Si no se puede decir es que carece de sentido, interpretaron: las proposiciones de la metafísica carecen de significado. El Wittgenstein II fue virando hacia la complejidad de la expresión humana.


" La impresión que dejó en nosotros fue la de una persona cuya vida se consumía en la pasión por la búsqueda , por el descubrimiento , para la excavación intelectual, y que también era profundamente honesto y sencillo en su estilo de vida . Era un hombre difícil, porque su honestidad y franqueza eran incómodas para la gente común " . Sir John Vinelott.


Tras la Primera Guerra mundial se volvió obsesivamente austero con una pasión por el orden y la limpieza. En su obituario, The Times registró que Wittgenstein exhibió las características de un religioso contemplativo del tipo ermitaño, con un extremo desinterés y aislamiento. Wittgenstein es de esos individuos que se toman la vida en serio. Filosofía y vida eran la misma cosa. "Simplemente mejórate a ti mismo. Eso es todo lo que puedes hacer para mejorar el mundo", dijo. Cómo señala Monk, "mientras vivió, quiso vivir como un filósofo". La coherencia aplicada a la lógica del lenguaje valía para su vida. Así se entenderían mejor sus renuncias y autoexigencia. En la personalidad de Ludwig se cruzan los grandes dilemas: un hombre que busca la integridad y se topa con la sucia realidad, la imposibilidad de ser santo, la implacable lucha contra sí mismo. Si hurgásemos en la vida de santa Teresa o San Juan, si tuviésemos toda la información veríamos lo mismo.


" El comportamiento de Wittgenstein fue una manifestación de ese atributo esencial que uno no podía dejar de advertir cuando estaba largo tiempo con él: la cualidad del genio: una intensidad de concentración que aparecía ante las personas como desconexión". Leavis.




Wittgenstein ejercía fascinación en quienes lo trataron. En las cosas en las que aplicó su interés destacó por su originalidad y excelencia: joven estudiante de ingeniería en Manchester, en 1910, patentó un nuevo motor de aviación que anticipó el motor a reacción y que fue reinventado y probado con éxito en 1943.

Fue laureado como combatiente en la Primera Guerra mundial, donde vivió duras experiencias: "Hoy duermo en fuego de infantería, probablemente perezca". "Nos disparan". "¡Dios sea conmigo!", escribió en su diario personal. Cuando fue maestro de escuela compiló un diccionario innovador para niños de primaria.

Arquitecto modernista de la casa para su hermana Grtel. Como asistente de laboratorio en un equipo médico, durante la Segunda Guerra Mundial, inventó un dispositivo para medir los cambios en la respiración causados por los cambios en la presión arterial.

Se han escrito ocho novelas y obras de teatro. Doce libros de poesía, unas seis representaciones y obras de arte experimentales directamente sobre Wittgenstein o influidas por él. Y una película en 1993.



En Noruega, en Skjolden se le recuerda con la escultura de una mano que silva, Wittgenstein fue un virtuoso del silbido. Mientras estuvo en Noruega, ejecutaba a dúo con su amigo David Pinset – piano - obras de Bach, Brahms y Schubert.

Lo último que Wittgenstein dijo a Mrs. Bevan, su inquilina, justo antes de morir, para sus amigos: "Dígales que mi vida fue maravillosa".

La mejor biografía de Wittgenstein es la de Ray Monk: Ludwig Wittgenstein.


jueves, 11 de septiembre de 2025

Una quinta en Portugal

 

 


Si el mundo se ha vuelto indescifrable para los nacidos antes del cambio de siglo, según el filósofo francés Alexandre Lacroix - él dice para los nacidos antes de 1989 (la frontera de Internet)-, no es extraño que caigamos rendidos ante una película como Una quinta en Portugal. No hay IAs ni teléfonos móviles ni cacharros tecnológicos en la película. Imagina el mundo anterior y posterior a la imprenta, los siglos que se sucedieron para que se produjese el cambio, y compáralo con lo que está sucediendo ahora. Ver esta película es como recluirte en un hortus conclusus. Te gustaría quedarte en él y hacer como que el exterior no existe.

 

Un hombre - profesor desengañado - se toma unas vacaciones de la vida. Deja Madrid por un pueblo del interior de Portugal, toma una identidad que no es la suya y coge la ocasión que se le presenta, ser jardinero en una hermosa quinta. Ahí se topará con dos mujeres, una cocinera embarazada y la dueña de la finca, una mujer misteriosa que, como él desea, ha creado un recinto propio frente al mundo. De vez en cuando ese mundo externo les reclama, les tienta para que vuelvan. 

 

La directora y guionista de esta peli nos dice que es posible, que es posible encontrar un lugar así, y en él un alma gemela, un lugar en el que el tiempo discurre lentamente con las necesidades básicas cubiertas. El espectador se lo cree con alguna lagrimilla suelta y durante el breve intervalo, antes de la vuelta al mundo, es feliz.

 

Una quinta en Portugal es un cuento, el que contábamos a nuestros hijos entre dos luces - ¿qué cuentos se cuentan ahora? -, cuando todavía era posible imaginar historias como esa, cuando todavía era posible vivir a pie, hacer un ramillete con las flores del camino, sentarte a una mesa para echar una partida y poner el oído para escuchar lo que alguien tuviese que contar.

 


miércoles, 10 de septiembre de 2025

El sobrino de Wittgenstein, de Thomas Bernhard

 



Si hemos de creer que El sobrino de Wittgenstein es un relato autobiográfico, semibiográfico o ambas cosas, Thomas Bernhard, el narrador, encontró por primera vez a Paul, el protagonista, en 1967. Ambos se sobreponían en distintos pabellones del hospital psiquiátrico de Steinhof, en Viena, uno en el pabellón Hermann, el otro en el pabellón Ludwig, a graves enfermedades: a la tuberculosis el narrador y a uno de sus intermitentes episodios de locura Paul. En los 12 años siguientes fueron amigos de modo más o menos regular. Se encontraban en los cafés vieneses y hablaban de música, de arte, de literatura.


"Los cafés de los literatos tienen una atmósfera maloliente, que irrita los nervios y mata el espíritu, y nunca he aprendido en ellos nada nuevo y solo me he visto siempre allí irritado y molestado y deprimido de la forma más absurda".


Paul pertenecía a una rama de la aristocrática familia de los Wittgenstein, famosa entonces por su mecenazgo y dinero y por sus dos grandes figuras, el filósofo Ludwig y el pianista de un solo brazo Paul. El sobrino del mismo nombre en realidad era primo segundo de los dos hermanos. El Paul del relato es Paul Wittgenstein (1908-1967) hijo de Rudolf Wittgenstein. Rudolf era hermano de Karl Wittgenstein, padre de los hermanos famosos y quien creó la fortuna familiar.


Según cuenta el narrador del relato, este Paul también era filósofo, aunque no dejó nada escrito, en todo caso nada publicado, pues la locura se lo impedía. El relato cuenta los doce años que transcurrieron desde el encuentro en el sanatorio hasta el empobrecimiento material y la agudización de la locura.


El autor lo recuerda dos años después de la muerte de su amigo, el filósofo loco. Habla de Paul como filósofo, aunque de filosofía, y de otras ramas de la cultura, solo aparecen nombres, no ideas o debates. No nos aclara en qué consistía la originalidad filosófica de Paul si es que tal cosa existía. Con melancolía, repasa la existencia de ambos, la de Paul y la propia. Paul, asegura, era uno de esos personajes, que se pueden contar con los dedos de una mano, que han hecho que nuestra vida sea mejor de lo que pudo haber sido.


Aunque, como los lectores de Thomas Bernhard saben, el autor más que contar historias da vueltas sobre la forma de contarlas. Tomando como base un sujeto o un tema, lo lleva a su terreno que es el del sarcasmo y la crítica ácida de todo lo que se le pone por delante, sea el gobierno de la ciudad, los premios literarios (en este caso, el Grillparzer), el estreno de obras (Partida de caza), la ciudad contra el campo o la calidad de los cafés, en especial los cafés de literatos, y sobre ellos elabora un estilo con leitmotivs que se repiten como cadencias musicales. Si el lector es receptivo a la música puede que le guste y si no quizá se harte. Ejemplos del estilo del autor:


"Y la verdad es que solo sentado en el coche , entre el lugar que acabo de dejar y el otro al que me dirijo, soy feliz , solo en el auto y en el viaje soy feliz, soy el más infeliz de los recién llegados que puede imaginarse, llegue a donde llegue, en cuanto llego, soy infeliz. Soy de esas personas que, en el fondo, no soportan ningún lugar del mundo y solo son felices entre los lugares de donde se marchan o a los que van".


" En cuanto he llegado a Nathal, me pregunto qué se me ha perdido en Nathal, en cuanto he llegado a Viena, me pregunto qué se me ha perdido en Viena. Como el noventa por ciento de los hombres, en el fondo quiero estar siempre donde no estoy, allá de donde acabo de huir".


martes, 9 de septiembre de 2025

El atizador de Wittgenstein. David Edmonds y John Eidinow

 



" Nadie que entrara en contacto con él podía dejar de quedar impresionado. A algunos no les gustó. Pero la mayoría se sintió atraída o fascinada. Quizá se pueda decir que Wittgenstein evitaba las relaciones, pero necesitaba amistades y las buscó . Era un amigo incomparable, a pesar de ser muy exigente" . G. H. Von Wright.



En una sala del King's College de Cambridge, el 26 de octubre de 1946 se produjo un hecho que dio que hablar. Las mentes más brillantes de entreguerras habían vuelto a sus cátedras o buscaban un lugar donde acrecentar su prestigio o darse a conocer. Ese día Karl Popper, uno de estos últimos, fue invitado por el Club de Ciencia Moral, cuya presidencia había heredado Ludwig Wittgenstein de George E. Moore, a dar una charla en H3, una sala de conferencias del King's. Popper pensó que era la ocasión para destronar al que se consideraba el filósofo más importante del siglo.


La cuestión que se debatía enfrentaba a los dos filósofos. El título de la charla era ¿Existen los problemas filosóficos? Popper daba por supuesto que Wittgenstein había defendido en el libro que le había hecho famoso, Tractatus-logico-philosóficus, que no, que los problemas filosóficos eran simples confusiones del lenguaje.


El libro definió la filosofía de entreguerras, entregada al estudio de lenguaje. El lenguaje estaría compuesto por proposiciones lógicas a las que se exige coherencia y claridad. Wittgenstein había llegado a Cambridge en 1911 para estudiar lógica y filosofía, tras haber leído los Principia Mathematica de Bertrand Russell. Los primeros en ver la importancia del Tractatus fueron los filósofos que se reunieron en torno al llamado Círculo de Viena que se definían a sí mismos como empiristas o positivistas lógicos. Uno de ellos habló del giro lingüístico de filosofía para subrayar la importancia del Tractatus. Más tarde, otro grupo de filósofos tomaría el relevo en Cambridge dando lugar a la filosofía analítica.


Popper, vienés como Wittgenstein, nunca consiguió que le invitasen a las reuniones del Círculo. Con el tiempo dijo de sí mismo que era el opositor oficial del Círculo, desacreditando el principio de verificación para sustituirlo por el de falsabilidad como método para validar teorías científicas. No se puede probar una teoría científica, pero se puede demostrar que es falsa.


Popper reconoció que en realidad no había un Wittgenstein sino dos. El primero era el del Tractatus, donde proponía que los problemas filosóficos eran en realidad malas interpretaciones, confusiones del lenguaje, o acertijos. Wittgenstein adoptaba la teoría figurativa del lenguaje, que luego abandonó: el lenguaje, en su estructura, representa el mundo. Cada proposición es una imagen lógica de un hecho del mundo. Wittgenstein separaba la esfera de los hechos que pueden describirse y la de lo profundo que no puede expresarse. Lo profundo es lo indecible. Para ser significativas las proposiciones deben reflejar posibles estados de cosas, lo que no hacen las proposiciones metafísicas. Popper en su autobiografía, tacha esta teoría de "inapelable e incluso escandalosamente equivocada", cuando Wittgenstein ya la había abandonado. Con inquiba dijo que el Tractatus olía a café, con lo que quería relacionarlo con la frivolidad aristocrática.


El Wittgenstein II, en cambio, adopta la noción de “juegos de lenguaje”, por la multiplicidad de formas que adopta en diferentes contextos; no se pueden analizar las proposiciones sin tener en cuenta su uso cotidiano. Wittgenstein trabajaba lentamente. Sus ideas nacían de sus clases en Cambridge, de conferencias y de paseos con amigos y discípulos. Una posición que solo quedaría clara en el libro póstumo Investigaciones filosóficas. A nada de eso pudo tener acceso Popper.


"El enfoque extraordinariamente directo de Wittgenstein y la ausencia de cualquier tipo de parafarnalia fue lo que asustó a la gente". Iris Murdoch. De uno de sus personajes, que puede referirse a Wittgenstein, decía "Era su voz de oráculo . Sentimos que debe ser verdad".


Para quienes lo recordaban, Wittgenstein era un profesor monologante e irascible que tenía poca paciencia con quienes no captaban sus ideas. “Popper se comportaba de forma agresiva al argumentar y divergir, pero se la reconocía como humano; en las relaciones de Wittgenstein con la gente hay algo no terrenal, extraño”. Popper en H3, en un recinto en el que Wittgenstein era visto como un dios, con las mentes más brillantes presentes, entre ellas Russell, a quien Popper quería sustituir como faro filosófico de la posguerra, defendió que existían los problemas filosóficos reales.


Según cuentan los autores de este libro, la atmósfera estaba galvanizada por la idea de que si se ponía orden en el lenguaje y en la lógica se disolverían los problemas más importantes de la filosofía. Wittgenstein de algún modo era la némesis de Popper. Mientras que afirmaba que los problemas filosóficos no eran más que mezquinas disputas lingüísticas, Popper creía que esos problemas realmente existían.


Popper, ante la mirada del también presente Bertrand Russell, inició la charla preguntando ¿Existen los problemas filosóficos? Puso algunos ejemplos de problemas ante los que Wittgenstein se opuso una y otra vez: la inducción, la probabilidad, el infinito, y otro ejemplo más, la validez de las reglas morales. Lo más impactante de la reunión sucedió cuando Wittgenstein, de pie, cada vez más agitado cogió un atizador y exigió a Popper un ejemplo de regla moral. «No amenazar a los profesores visitantes con atizadores», contestó Popper. Wittgenstein hecho una fiera salió de la sala dando portazo. Russell, presente, hizo saber que sus simpatías estaban del lado de Popper. ¿Fue así como ocurrió? ¿Qué diferencias había entre ambos filósofos?


A esas cuestiones y a la realidad de lo que ocurrió en H3 está dedicado el libro El atizador de Wittgenstein. David Edmonds y John Eidinow recurren a documentos de época y encuestan a los supervivientes de ese momento cuando el libro fue publicado, en 2001, para ver qué ocurrió realmente.


En una encuesta entre filósofos de esa época, Wittgenstein aparecía entre los cinco filósofos más importantes de la historia, detrás de Platón, Aristóteles, Kant y Nietzsche. Popper envidiaba esa posición. No llegó a ocuparla pero escribió un libro que se hizo más popular que la filosofía de aquel, La sociedad abierta y sus enemigos. Hoy, el lenguaje ya no aparece como el objeto principal de los filósofos. Popper estaba siendo olvidado hasta que la nueva situación política internacional con la afirmación de los totalitarismos ha devuelto su libro a la actualidad.