miércoles, 19 de noviembre de 2025

Dolor

 



"Todavía no le han dicho nada los médicos", le dice un chaval al móvil en medio del silencio de la sala, en la biblioteca. A poco que pongas el oído en las conversaciones ajenas enseguida captas el dolor. Alguien que acaba de salir del hospital o que le han hecho las pruebas preparatorias para ingresar. Un familiar o un amigo o un conocido que ha muerto inesperadamente. En la cola de la pescadería, un hombre, en voz alta, da detalles de su recuperación a otro que le escucha con atención, tan silenciosa que parece no compartir el gozo del otro por haberse recuperado, por haber salido del mal trance. A la puerta de la cafetería una mujer, sin embargo, da generalidades cuando le preguntan, quizá porque no las tiene todas consigo.


Si observas, puedes verlo, aunque en general pasa desapercibido porque cada cual va a lo suyo. Personas que renquean o que utilizan artilugios mecánicos para moverse. Solitarios con el dolor impreso en el rostro o en su manera de caminar. Gente que se conformaría con un 'buenos días' o con la sonrisa que tanto nos cuesta regalar. La amabilidad parece haber desaparecido de las calles.


No sé si la sociología ha reparado en el asunto. La convivencia con el dolor, los estados de felicidad. Ambos están a la vista, aunque solo solemos parar mientes en los segundos. La vida es un estallido de gozo que se va consumiendo, hasta que aparece el dolor, para muchos el compañero más fiel, el óbolo que hay que entregar en la última aduana. Hay días que caminando lentamente por la calle peatonal escucho involuntariamente las conversaciones de a pie y todas son noticias malas. Eso quien tiene a alguien a quien contar, pero qué pasa con los que sufren en silencio.


Hasta hace no mucho había dos elementos que compensaban el dolor. Uno era la juventud como proyecto, los hijos, construir una vida junto a otra persona: mirar hacia delante, una profesión, una casa, pero hoy las mascotas sustituyen a los niños. Mala señal. Otro era una alternativa colectiva al mundo feo en el que chapoteamos. Otro mundo era posible. Quién guarda esa promesa, tan amarrada que nadie la ve. Como si todo se hubiese venido abajo. Un futuro romo.



lunes, 17 de noviembre de 2025

Hasta el último aliento

 



El cielo está oculto bajo el toldo gris 

Húmedos aceras y asfalto invisible la lluvia  

Picazas alborotadas en el parquin vacío 

Acacias desnudas en la avenida 

Desnudas y secas no muertas

Un velo opaca el mundo sin llegar a borrarlo


Humanos como animales van en silencio 

La espalda encorvada bajo pesadas mochilas 

Tiran de niños hacia la escuela 

O arrastrados por mascotas hacia la deyección

Los mismos caminos las trazas de siempre


En paralelo

Máquinas ruidosas tan solitarias 

El gran pino quieto en su estólida estática

Los ruidos se amplifican bajo la concha gris

La palabra se ha ahogado en la sobreabundancia

Solo algunos pajarillos se atreven


Sigue mudo ahora que todavía puedes

Quizá nada se ha perdido si todo comienza de nuevo


domingo, 16 de noviembre de 2025

Sati (ritual)


 



Por más que le pregunto a la IA si la influencia civilizatoria de la llegada del cristianismo a la India tuvo que ver con la supresión de la bárbara costumbre del sati no me lo concede sino que se reafirma en lo que algunos historiadores, como William Dalrymple, el historiador de la India más afamado en la actualidad, sostienen, que su supresión se debió más que a la influencia de los misioneros cristianos a las corrientes reformistas dentro del hinduismo, una religión que mantuvo esa costumbre durante milenios.


Pero cabría señalar que si hubo tales corrientes modernizadoras se debió a la influencia del cristianismo - cómo sostiene Tom Holland en Dominio - y que, por tanto, sin la llegada de sus misioneros, probablemente el sati seguiría existiendo, algo parecido a lo que sucedió en México con la supresión de los sacrificios humanos en Tenochtitlan a la llegada de Cortés.


Lo que viene a confirmar que la IA no se moja, sino que su información es fruto de las ideas más generalizadas y consensuadas que encuentra, aunque estén equivocadas. Su objetivo, por tanto, no es encontrar la verdad de los asuntos que se le plantean, sino reafirmar el mainstream, la corriente principal. Llegar a la verdad sigue siendo un arduo empeño personal.


jueves, 13 de noviembre de 2025

La gran ambición

 



"Normalmente se ve la lucha de las pequeñas ambiciones ligadas a fines privados e individuales, frente a la gran ambición que es inseparable del bien colectivo". Antonio Gramsci.


Muchos añoran los viejos tiempos. El pueblo en marcha contra la oligarquía, contra un Estado en las garras de los grandes industriales y financieros. Parecía al alcance de la mano: el Estado sometido a reglas, la vía democrática, con el objetivo ambicioso de la igualdad, la distribución de la riqueza, crear o fortalecer grandes instituciones al servicio de toda la población. Un hombre y su partido encarnaban esa ambición. Enrico Berlinguer. Al otro lado, al frente del partido que había representado los intereses particulares de las grandes corporaciones italianas, había otro hombre con una ambición parecida, Aldo Moro.


La mayoría creyó en esa colaboración, el compromiso histórico entre el partido del pueblo y el partido de la burguesía, el Partido Comunista y la Democracia Cristiana para alcanzar los grandes objetivos. Pudo haber ocurrido entre 1973 y 1978 cuando Berlinguer se liberaba de las instrucciones de Moscú y Moro de las garras de Agnelli y compañía. Todo se truncó una mala tarde de marzo de 1978 cuando Aldo Moro fue secuestrado y, 55 días después, asesinado. El sueño se hizo añicos.


Porque había izquierda que mataba. Las Brigadas Rojas, el IRA, ETA, el Ejército Rojo alemán llenaron de sangre los escenarios europeos. El efecto de sus acciones coincidió con los deseos de los grandes oligarcas. Tras el asesinato de Aldo Moro Italia se sumió en la mayor época de corrupción que acabaría con los procesos de la tangentópolis, donde los políticos se indistinguían de la mafia, donde la carrera política era una vía para hacerse rico mediante la corrupción. Los grandes hombres a los que mueve la ambición de país desaparecieron. Desde entonces Italia no ha levantado cabeza.


Ver la película de Andrea Segre, La gran ambición (2024, Filmin), mueve a la melancolía. Dónde está hoy el hombre, dónde el partido que inyecte en el pueblo la gran ambición de enfrentarse al problema de la vivienda, detener el deterioro de los sistemas educativo y de salud, recuperar el valor del trabajo, hacer creer a los jóvenes que hay futuro, que merece la pena tener hijos. Si uno mira alrededor solo ve las ambiciones pequeñas de hombres que solo es interesan por sí mismos.


martes, 11 de noviembre de 2025

El Frankenstein (2025) de Guillermo del Toro

 



Existen más de cien adaptaciones de la novela de Mary Shelley sobre la criatura del doctor Frankenstein, desde la primera de James Whale con Boris Karloff, en 1931, hasta la más reciente de Guillermo del Toro, ahora en Netflix. Además de las memorable interpretación de Boris Karloff, yo recuerdo la de Kenneth Branagh (1994), con Robert De Niro, La maldición de Frankenstein (1957) de Terence Fisher, con Peter Cushing, y la divertida El jovencito Frankenstein (1974) de Mel Brooks. También hay al menos una adaptación española con el especialista en películas de terror, tío de Javier Marías, Jess Franco: La maldición de Frankenstein (1972).


Hay toda una rama de películas en las que la criatura es una mujer, que se inicia con el mismísimo James Whale, La novia de Frankenstein (1935), sigue con La prometida (1985), en la que participa Sting, y acaba con la reciente Pobres criaturas (Poor Things, 2023) de Yorgos Lanthimos.


También hay una película de animación de Tim Burton y una muy reciente de terror juvenil que sigue su línea, Lisa Frankenstein (2024).


Si la criatura de Mary Shelley ha florecido tanto hasta convertirse en mito, desde que apareciera por primera vez (en sus dos versiones, 1818 y 1831), se debe al miedo que asociamos a los inventos de la revolución tecnológica, desde la maquinización de la entonces naciente revolución industrial hasta la reciente inteligencia artificial. El tecnocientífico moderno, en su intento de asaltar la inmortalidad, como un Prometeo moderno, desata fuerzas naturales que no puede controlar. Tanto las criaturas de Kenneth Branagh como la de Yorgos Lanthimos se preguntan por qué han sido creados y luego abandonados y ante la falta de respuesta planean su venganza.


El Frankenstein de Guillermo del Toro es fiel al decorado gótico con el que Mary Shelley envuelve a su criatura, especialmente la versión de 1831. No hace preguntas filosóficas sobre el sentido de la vida ni sobre los peligros de la tecnología, del Toro concibe sus películas como obras de entretenimiento. Desde las primeras imágenes del barco encallado en los hielos del Polo Norte, donde acaban creador y criatura para autodestruirse, sabemos que no vamos a reflexionar sino a sumergirnos en una atmósfera de terror gótico.


Guillermo del Toro con su ocupación de la pantalla - horror vacui - no deja espacio para el silencio o la reflexión. Como en sus anteriores películas (El laberinto del fauno, La forma del agua), busca un espectador con boca abierta y ojos de par en par. Todo en su película está concebido para la diversión, incluso las citas de autores como Byron, Shelley o Milton son citas de atrezzo no puntos de partida para hacerte pensar.


Son películas - para ver en la pantalla grande - que tienen su público, sobre todo juvenil, pero que a los adultos, hasta que el barco se despega de la banquisa ártica, después de dos horas y media, se les pueden hacer demasiado largas.




domingo, 9 de noviembre de 2025

Lux

 


«Tenía la música clásica en mente mientras creaba el álbum. Durante todo el proceso, escuché mucha música clásica... El álbum está dividido en cuatro movimientos, lo que, para mí, fue muy útil en su construcción.

El primer movimiento habla de la pureza y su pérdida. El segundo trata de la gravedad, la relación con el mundo, la parte más mundana. El tercero representa la gracia, la amistad con Dios. Y el último movimiento trata de las despedidas, de decir adiós y, en cierto modo, de volver». (Entrevista a Rosalía en France Inter)


«Lux», el nuevo álbum de Rosalía, «resulta ser un giro radical que se aleja de la lógica de la economía del pop, en la que las canciones compiten por proporcionar el mayor placer al mayor número de personas» (Kelefa Sanneh. The New Yorker).


Anoche antes de darme al sueño escuché entero el álbum siguiendo el texto en la pantalla. Me dejó bastante frío, salvo unos pocos picos emocionales. (Ya sé que este disco no es para mí). El texto, pensé, es el de una postadolescente que avizora el mundo de los adultos sin acabar de desprenderse de la nebulosa postinfantil. (Me falta, claro está, escucharlo en bucle, sin pantalla, dejándome llevaron por la sola música).


Me asombran todos esos adultos que ven en los anacolutos de Rosalía una confirmación de sus creencias, como si fuese una profetisa de la vuelta a Dios, tan necesitados están de actos de fe (de personajes famosos), ya que nunca hallarán las pruebas.


He visto en redes el éxtasis eufórico de los militantes religiosos tras la aparición del álbum. Un cura desgranaba una a una las referencias teológicas de Rosalía como si cada canción fuese el anuncio de una nueva buena nueva. 


"Si no tuviera una carrera musical, probablemente estaría en la universidad estudiando teología", (Rosalía).


Cosas que he leído: Es un disco compuesto en el cielo y cantado desde el infierno; es una misa experimental; un soundtrack de redención, dónde se juntarían el desengaño amoroso y la iluminación divina; Rosalía es una enviada de Dios; es la percepción de Dios y el universo experimentándose a si mismo; En «Lux», Rosalía traspasa los límites de la música pop. 


"Es un disco concebido como una obra de arte y creado como un acontecimiento, una reivindicación luminosa de la canción popular con arreglos modernazos y una reflexión lúcida del presente". (Pablo Gil en El mundo)


El único tema que me ha llamado la atención y que aplaudo es el que ha dado a conocer el álbum: Barghain. Voz, inventiva, soporte técnico, con el añadido de la gran agrupación orquestal.


El interés que tiene, para mí, Lux es todo lo que se ha generado alrededor, las expectativas, el marketing, la creatividad de la época y, por encima de todo, Rosalía como síntoma del malestar de un par de generaciones. Un malestar que quizá no sea diferente del de cualquier otra época. La diferencia está en la expresión: el decorado con que cada momento histórico adorna las grandes cuestiones que se repiten. A veces las tintas se cargan sobre el lirismo y la subjetividad, el modo romántico de afrontar la vida. Otras épocas prefieren la seriedad del razonamiento que desdeña las heridas en la piel. En sus momentos más marcados ambas pueden ser muy plastas.


Después de unas cuantas décadas regadas por el cinismo de la deconstrucción que ha acabado en nihilismo - nada es verdadero: hay que levantar el velo de las fuerzas oscuras que nos gobiernan - el péndulo gira hacia el lirismo, que es otra forma de ocultación: "El regreso de la fe" - eso han dicho -; existe el misterio que no se puede desvelar, pues en la imposibilidad de comprenderlo está el valor de la auténtico. En fin.


Una crítica profesional en The Guardian.


viernes, 7 de noviembre de 2025

Maletas

 


¿Qué había en aquel trasiego de maletas de la bodega de carga del avión al maletero de la furgo? ¿Qué contenían? Está claro quién las traía, Delcy Rodríguez, ministra plenipotenciaria del gobierno venezolano de Maduro, no tanto quién las recibía. ¿Adónde fueron a parar? ¿Cómo se distribuyó su contenido? Parece claro que Koldo y Ábalos estaban en el asunto. Pero, ¿quién más? ¿Tuvo algo que ver Zapatero; estaba Pedro Sánchez al corriente? Las lagunas de información alimentan nuestra curiosidad.


El asunto de las maletas de Barajas es el gran thriller de la política española, un thriller a la espera de un final. Hay personas que saben qué contenían las maletas y qué se hizo con ellas. ¿Cuántos estaban en el ajo? ¿Qué se compraba con ellas? ¿Qué poderosas razones tienen para mantener el silencio? ¿Un dinero guardado a buen recaudo del que podrán disfrutar más adelante sin que nadie se entrometa? ¿Mera supervivencia política? El gobierno de Maduro caerá, también este, el español. Puede que alguien quiera contarlo a cambio de un contrato editorial o puede que se produzcan pactos ocultos: yo me callo y tú te callas, tú me das algo a cambio.


En torno a Zapatero se ha ido creando el aura del turbio personaje de las mejores tramas policiacas. Sánchez es previsible, Zapatero no. A su lado Koldo y Ábalos parecen personajes secundarios, figurantes que perderán relieve a medida que la trama se vaya desplegando y el pinturero decorado de putas, alcohol y drogas vaya dejando paso a los grandes negocios oscuros de los hidrocarburos venezolanos y las empresas chinas. Aparecerán otros personajes más difíciles de atrapar, más listos, con más experiencia y mejores abogados. Aldama, los Hidalgo, Blanco y Bono, y otra vez Zapatero.


 Es posible que se sepa pronto y entonces se producirá un terremoto político o que solo nos enteremos cuando este momento se haya enfriado y alguien dentro de unas décadas escriba sus memorias. Entonces ya solo quedará la mera curiosidad sin efectos. O puede que una vez más nuestra curiosidad quede frustrada y el asunto se pierda en el proceloso océano de la política, allí donde los grandes asuntos se entierran para siempre y sobre ellos se tejen historias inventadas, novelas y ensayos que rara vez aclaran y que viven de la curiosidad insatisfecha.


A veces me pregunto si las maletas de Delcy no es un misterio creado por el propio sistema para entretenernos y desviar la atención de otros asuntos. Un asunto tan oscuro, con una trama tan compleja, unos personajes tan turbios, que sólo cabe imaginarlo como el guion de una serie o una película fantasiosa. La política como una de las ramas del cine negro.