PROMETEO: Sí. Hice que los mortales
dejaran de pensar en la muerte antes de tiempo.
CORIFEO: ¿Qué solución hallaste a
este mal?
PROMETEO: Albergué en ellos
esperanzas ciegas.
CORIFEO: Gran favor otorgaste a los
mortales.
La mayor parte, si no todas las opiniones que emitimos en una
conversación están sesgadas. Construimos frases que vienen a nosotros,
conceptos que proceden de campos limitados por nuestra experiencia y de habilidades innatas que hemos heredado. Es decir, nuestra capacidad inventiva
tiene límites. No podemos ir más allá de nuestros límites. Los creadores son
aquellos que rompen los límites convencionales - un poco - y nos sorprenden
porque vemos que se puede ir un paso más allá (Algunos van tan lejos que rompen
nuestros esquemas mentales, pensemos en la cuántica).
Qué interés tiene lo que tú piensas - o lo que yo piense - de una manera u otra,
que seas de izquierdas o de derechas, que firmes tal cosa o tal otra, si las
ideas que profieres no son tuyas, las has captado en los ambientes que
frecuentas, mediadas por tu propensión a inclinarte hacia un lado en vez de al
otro. Tan solo en los asuntos muy muy pequeños en aquello que se puede medir y
contrastar, aplicando criterios fijos, normalizados, se pueden afirmar cosas
verificables y generalizables. Eso es la ciencia, pero cuando conversamos por
nuestra boca no habla la ciencia, sino la creencia. Simplemente porque la
mayoría no nos hemos especializado ni disponemos de instrumentos de medida, ni
aplicamos un método científico a lo que observamos, empezando por nuestra
propia manera de construir frases, solo emitimos opiniones mediadas.
Cuando conversamos ponemos en juego habilidades, memoria e
inventiva, una esfera delimitada.
Es información, pero no me da conocimiento saber que todos
estamos determinados por nuestros sesgos. De qué me sirve saber el parecer de tantos
fanáticos, sean de un color o de otro, políticos o futboleros, machistas o
feministas. Quizá saber si son más o menos que en otro tiempo sea una
información válida si amplía nuestra capacidad de observar y actuar con
criterios validados.
Lo que me interesa conocer son los mecanismos cerebrales que
producen sesgos y fijaciones mentales, si varían en el tiempo, si se pueden
reducir, si nuestra construcción mental los produce sin remedio. Hasta qué
punto somos máquinas biológicas productoras de sesgos, hasta qué grado llega
nuestra autonomía para pensar libremente sin sesgos. Nuestro cerebro no fue
diseñado para deliberar sino para sobrevivir, para pertenecer a un grupo, para reaccionar rápido, para afirmar mi posición.
Porque ¿seguiría siendo humano el humano que puede pensar sin
determinaciones, liberado del instinto y de las emociones?, ¿no sería entonces
una especie de algoritmo despojado?, es decir, ¿nuestra humanidad no está
precisamente definida por sus sesgos? Un humano imparcial, indeterminado, ¿no
sería como una máquina, como un LLM que construye frases o ideas respondiendo a
algoritmos que encuentran patrones en una montaña de datos, que es el camino
que hemos emprendido con nuestros ensayos en IA? Si dejamos de lado nuestros
instintos y nuestras emociones empezaremos a ser otra cosa, un salto, otro
salto más en la evolución, desembocando quizá en una especie nueva.
Muchos para justificar su modus vivendi reivindican las
generalidades y abstracciones de las humanidades y ciencias sociales cuyo
método nada tiene que ver con el método científico. Claro que todos no podemos
ser científicos en todo momento, aunque con el tiempo podremos acudir a la IA
para contrastar o fundamentar nuestras opiniones.
¿Entonces? Ser conscientes de nuestras limitaciones. Ese es
el principio. Podemos ir muy poco más allá. La ciencia básica es lenta y la
asunción de sus postulados por la humanidad también lo es. Así que deberíamos
tomar las conversaciones como divertimento - deja que hablen, escucha con
respeto pero con escepticismo -, nuestra conducta moral asentarse en principios
contrastados y consensuados. Toda gran perspectiva es una idealización, un
engaño o autoengaño la mayor parte de las veces. Se requiere sabiduría para llegar
a estas conclusiones. Y tomarse a irrisión a los sacerdotes de cualquier
iglesia. La burla es la mejor arma contra ellos.
En algún momento la mente humana se apaga, aunque el cerebro
siga funcionando a trompicones y el sujeto que lo contiene siga vivo. Qué ha
cambiado del momento de plenitud al de decadencia. Somos un organismo que se
forma se expande y decae. No muy diferente de los animales salvo en un grado de
complejidad, como hay diferencia entre un humano y otro, pero todos somos
mortales, los humanos y los animales. Estamos a punto de perfeccionar máquinas
que hacen lo mismo que nosotros superándonos, máquinas que podrán sortear
nuestros límites biológicos, con habilidades mucho más grandes que las nuestras
y capaces de destruir la barrera de la muerte. ¿Cómo llamar a esta nueva
especie?
