domingo, 26 de octubre de 2025

Dana

 

 


Podríamos perdonarles que roben, que nos roben. Podríamos perdonarles las maniobras torticeras para seguir en el poder, el hociqueo en las cloacas. Podríamos perdonarles el nepotismo, favorecer a los suyos: familia, amigos, acreedores del partido. Podríamos perdonarles las mentiras: las promesas que sabían que no iban a cumplir. Podríamos perdonarles el chantaje emocional. Podríamos perdonarles que corrompan a funcionarios públicos en su beneficio. Podríamos perdonarles que usen el dinero público como si fuese suyo, que el objetivo primordial del político sea enriquecerse y que la mala fama no les importe. Podríamos perdonarles su miseria moral, esa inhumana manera de conducirse, pues hemos dado en rimar humanidad con dignidad, la dignidad que pierden cuando se suben al cargo, al menos esta generación (¿entera?) de políticos, una generación de facinerosos,


no pueden comprender lo que afirmaba el clásico, que 'solo lo que es honorable es bueno',

 

pero lo que de ninguna manera les perdonamos es que se desentiendan de sus obligaciones públicas, de la gestión de los asuntos, de hacer que la administración funcione,

 

entonces, el punto 1 y 2 se encuentran: están tan ocupados en corromper, en beneficiarse, en chantajear, en engañar, que olvidan su obligación, el por qué están ahí: se presentaron voluntariamente, eligieron ser representantes de la ciudadanía para convertirse en servidores públicos, asumieron obligaciones, 

 

por tanto, les exigimos responsabilidades, no que digan "Asumo mis responsabilidades", sino que presenten su dimisión y sean juzgados.

 


viernes, 24 de octubre de 2025

Fremont

 


Si uno mira la primera página todo parece banal, el mundo agujereado por la irresponsabilidad. Uno tiende a pensar que nunca ha habido peores líderes, aunque no es cierto, los ha habido mucho peores, pero ciñámonos al entretenimiento que es lo que da forma a nuestro modo de ver las cosas. Nunca ha habido tantas opciones de pasar el rato y nunca, tenemos la impresión, de que todo lo que está a nuestro alcance, al alcance de una simple pulsación, sea tan prescindible. Y, sin embargo, hay joyas ocultas. 

 

Fremont es una de ellas. Es una película de 2023 que yace perdida en el fondo de las plataformas televisivas. La trama es sencilla, una joven afgana que fue traductora del ejército americano en Kabul y que trabaja en una fábrica de galletas de la suerte, escribiendo las frases que se esconden en su interior, tiene dificultades para conciliar el sueño, entre los recuerdos de la gente que dejó atrás, la dificultad por hacerse a la nueva vida y la falta de una pareja que comparta su soledad.

 

La película la dirige un director afgano, Babak Jalali, y su gracia está en su clasicismo: blanco y negro, encuadres cuidados, ritmo lento, cámara fija o casi; uno tiene la sensación de volver a los comienzos del cine. Recuerda a Akis Kaurismaki. La película no es perfecta, pero es un remanso de paz ante la pérdida de la inocencia que aparece en la primera página de los boletines de noticias.

 


jueves, 23 de octubre de 2025

Implosión

 


 

"Hay algo innatural en amar sin esperar que el amor sea retribuido". El polaco. J. M. Coetzee.

 

Tengo tres libros sobre la mesa. El primero lo escribió un superviviente de los campos de concentración y exterminio. El segundo un Nobel sudafricano. El tercero lo escribe el destino. La valía de los libros está en su relación con la verdad. Cuando uno se queda a solas con su conciencia no le sirve la liturgia de la bondad y la reparación.

 

Víktor Frankl estuvo en Auschwitz y luego en Dachau. Recién liberado, en 1946, escribió El hombre en busca de sentido. Por sus páginas asoma frecuentemente la palabra 'suerte'. En la literatura de los supervivientes surge la pregunta de por qué ellos sobrevivieron y tantos otros murieron. Los lectores no nos hacemos esa pregunta atenazados por el espanto ante lo que ocurrió, pero los hombres juiciosos que sobrevivieron al horror sí se preguntaban sobre el valor - el sentido - de su vida.

 

En El polaco J. M. Coetzee escribe el cuento de un pianista viejo que flirtea con una mujer 20 años más joven que él. A la mujer no le conmueve su música ni le atrae su figura, sin embargo, pasa tres noches con él. Cuando muere, la mujer acude a su apartamento de Varsovia y encuentra un puñado de poemas dedicados a ella. No tienen mucho valor, pero le reprocha, "¿Por qué no me dijiste: No puedo vivir sin ti?".

 

El libro que escribe el destino es mi propia vida. Uno puede ser mentiroso, torpe o manierista si escribe sobre sí mismo, solo al destino es veraz. Estoy leyendo el capítulo que acaba de escribir. Rodaba por el asfalto bajo la lluvia cuando sonó el teléfono. Rodar bajo la lluvia puede ser una de las formas de la felicidad. Más tarde, sin que yo le pidiese nada, me dijo: No voy a volver. No era necesario.

 

Cuando llegas a lo alto de la montaña no necesariamente a la cima, al cordal, de pronto ves el fondo del otro valle. Del que venías era todo subida. El que tienes enfrente todo es bajada. Los que están subiendo, tras sucesivos repechos, solo tienen en mente la cresta y después la cima. A los que han coronado, a menudo, les entra el vértigo de la bajada.

 

La mayoría de quienes han estado bajo la barbarie callan. Hay algo quizá peor que la muerte, la pérdida de la dignidad. La barbarie se distingue por la inhumanidad. Los bárbaros reducen a los hombres a su primitiva animalidad. Los supervivientes, humillados, se preguntan, ¿por qué preferí la vida?, ¿qué hice para sobrevivir ahí donde tantos, la mayoría, murieron?

 

Quien ha llegado a la cresta no quiere renunciar a seguir subiendo, pero teme la bajada. El polaco no acepta la decrepitud, pero no sabe, quizá no tenga la energía suficiente, cómo mantener en pie su dignidad. En el cuerpo de la mujer ve el reflejo de la potencia perdida, con temor la corteja, pero no puede decirle: "No puedo vivir sin ti", porque sabe que esa no es la cuestión verdadera.

 

Es difícil escribir sobre uno mismo atendiendo a la verdad. El destino no miente.

 

Has visto a un animal moribundo, ¿has visto la mirada de un hombre sobre el animal moribundo, el matarife que hiende el cuchillo en el cuello de un cerdo; la fila de corderos a punto de ser sacrificados el día de la Pascua? Al menos al toro se le da una oportunidad, se le confiere el privilegio de ser protagonista, admirado y temido. Algunos, si pudiesen, crearían hospitales y residencias para toros bravos, como no está en sus manos se conforman con caniches.

 

miércoles, 22 de octubre de 2025

Un fantasma en la batalla

 


 

Vi anoche Un fantasma en la batalla, extraño y feo título, en Netflix. Solo han pasado unas horas y tengo que rebuscar en mi memoria el impacto que la película me produjo, y es ninguno. Es verdad que, mientras la veía, la iba comparando con la también reciente La infiltrada, pero la comparación era imposible.

 

Desconozco los tiempos de producción de una y otra. Hay un extraño paralelismo. Ambas protagonizadas por mujeres: la fuerza interior de Carolina Yuste frente al magnetismo de Susana Abaitua. La primera representando a una policía nacional, la segunda a una guardia civil. El fondo, el mismo, la desgraciada historia de Eta.

 

Pero hay una enorme diferencia entre ambas. La película de Lucía Echevarría reconstruye la historia real de una agente infiltrada en la organización terrorista, con un guion muy trabajado. La película de Agustín Díaz Yanes se inventa a su protagonista, Amaia, a partir de otros agentes reales, dice. El guion es facilón, intercala imágenes de los atentados más horribles y mediáticos de la banda: Gregorio Ordóñez, Ortega Lara, Miguel Ángel blanco..., para ir hilvanando la historia de su agente, como si ella hubiese participado en la prevención y detención de los malos. No es que esté mal rodada o montada. Es un thriller entretenido, pero no va al fondo del asunto: no hay dilemas que resolver o personajes complejos. Es un policíaco más, que dirían los franceses.

 

Es de lamentar la flojera de la máquina de producción audiovisual española. Solo hace falta compararla con la irlandesa. Han tenido que pasar años para que se empezasen a producir películas sobre esta historia. Nada se hizo mientras la banda estuvo en activo. Después, no mucho. Faltó y falta valentía.

 

La película, miniserie en realidad, modélica sobre este asunto es No digas nada (2024), donde se representa con crudeza lo que supone el terrorismo político en una sociedad, la irlandesa. La española Patria (2020) fue en esa dirección.


martes, 21 de octubre de 2025

Gratitud

 


 

Por supuesto qué te recordaré, hombre extraño”. El polaco. J. M. Coetzee

 

Vivíamos en ciudades distintas. No es la primera vez que me ocurre. Tiene sus ventajas. Durante el año y medio que duró nuestra aventura nos vimos en otras ciudades, en playas y en pueblos de montaña. Hicimos viajes fuera de España. Alguna vez quedamos en Madrid para ver teatro, exposiciones y música. Hicimos rutas de monte y viajes maravillosos, el de Sicilia el más feliz de todos. 

 

No hubo un solo día que no hablásemos por teléfono. A veces dos. Largas conversaciones en que hablábamos de todo. Una maravillosa prueba si no de amor, de amistad. Una terapia fabulosa para quien la necesite. También había fotos y notas de wuasap.

 

En los comienzos nuestras charlas en vivo comenzaban con un 'qué raro' que significaba algo así como 'qué raro que estemos los dos juntos aquí', sin embargo, disfrutamos en todos los sentidos de la compañía, de la conversación, de la cama.

 

Hubo algún choque, quizá dos o tres, nada que no se pudiese reparar. Estábamos en las antípodas políticas, aunque quizá no tanto, porque coincidíamos en lo esencial pero no en el color de lo papeleta del voto. 

 

Quizá la principal diferencia era de otro orden. Mi guía vital es la primera frase de la Metafísica de Aristóteles. Para ella, la reunión familiar. No se perdía el cumpleaños del más alejado de sus primos. Intelecto y sentimientos. Ambos lo reconocíamos así.

 

Por supuesto, había otras diferencias que solo un observador externo podría calibrar.

 

La intuición o el instinto me iban advirtiendo. Así que, de algún modo, el último día yo le invité a que expresase lo que latía en el fondo de su corazón. No hubo frases claras, taxativas, pero los dos sabíamos de qué estábamos hablando. 

 

Así que como el ministro que corta con las tijeras la cinta que separa el mundo viejo del prometedor, aunque quizá aquí sea al revés, dejamos atrás la hermosa aventura vivida en común. Ya no hubo más wuasaps ni conversaciones telefónicas.

 

Así que cuando nos dimos el último beso, ella hacia la estación de Campo Grande y yo al coche, como en la teoría del físico Hugh Everett III, el universo se bifurcó. Quizá hay un universo en el que ella y yo seguimos juntos y otro en el que ella va hacia su familia y emociones nuevas y yo hacia mi modesta pero insaciable sed aristotélica.

 

Se lo dije alguna vez, la primera quizá bajo aquel puente de Fuentidueña, un soleado día de finales de mayo, cuando mi cabeza reposaba sobre su seno: lo que nos ocurría era un don. Cualquier encuentro íntimo con otro es un don. El inicio de una felicidad que solo podemos medir cuando nos falta. 

 

Un chirimiri discontinuo cae sobre la ciudad. Las nubes que se desplazan hacia el norte ocultan las sierras y apagan los colores del otoño. Desde el alto, a lo lejos, contemplo la dinámica de los camiones en la autopista, la estática de la ciudad con algunas chimeneas humeantes, innecesarias todavía creo yo, y allá, antes de las ocultas sierras, el ancla secular de la Cartuja. El confuso ruido de una alarma, una sirena y el fondo opaco de los vehículos de combustión no lo puedo transcribir. Al adentrarme en el bosque, mi bosque, el distinguible canto de los pájaros me consuela.

 


lunes, 20 de octubre de 2025

Asimetrías

 


 

"¡Pobre tonto!, quisiera ella decir. Has llegado demasiado tarde, la fiesta terminó". El polaco. J. M. Coetzee.

 

Si uno mira hacia atrás ve la vida como una sucesión de episodios. Unos más largos y otros más cortos. Y uno ve - la memoria rescata - por encima de todo los sentimentales. La vida con esta o con aquel. 

 

Cuanto mayor ha sido la entrega emocional más se tarda en desatar las trabazones. ¿Cabe preguntarse si mereció la pena - sabías que no iba a durar, que comenzabas sin futuro-, si el dolor de la pérdida ha sido compensado por los buenos momentos? 

 

Las historias de amor son crueles porque siempre hay uno que queda colgando del alambre: uno rompe y otro queda roto. Como decía Borges, uno ama y el otro se deja querer. Toda historia de amor es asimétrica. Las señales estaban ahí, pero uno no quería verlas. 

 

El amor es una inversión que no siempre da réditos, en la mayoría de los casos acaba en bancarrota.


Contar una vida solo puede hacerse caminando, adaptando el cuento al ritmo de los pasos. Por eso, el arte de la imagen en movimiento ha ganado a la estática literaria y los tiktokes ambulantes están ganando a las películas, que exigen largas sentadas.

 

Entre el amor propio y el llanto patético discurren las etapas de transición, cuando uno se pone a prueba, aunque no sea consciente de ello.

 

No se viven con igual intensidad ni se le da el mismo valor al hecho de dejar de ser amado y, a la inversa, a dejar de amar o a no corresponder. En el primer caso uno clama contra la injusticia cósmica, en el segundo la vida sigue sin consecuencias. Nos trae al pairo el corazón herido que no es el nuestro.

 

Cuando nos entregamos con intensidad a otro, ¿cuánto desatendemos a los amores menores pero duraderos, esenciales?

 

Has elogiado su forma de vestir, lo guapa que estaba, la última vez que la veías, aunque entonces no lo sabías. Te preguntas si lo volverías a decir de haberlo sabido.

 

¿Estoy celoso? No de su pasado, tampoco del presente, acaso del futuro. Siempre estamos celosos de los más jóvenes.

 

Y está el detalle del cuadro al que la mente vuelve una y otra vez, que te pasa desapercibido, pero que al fin aparece, el beso en los labios. También lo que pasaba por tu mente días atrás, ese día y después, lo que observarías si no fueses el sujeto.

 

Miro a lo lejos, hacia las sierras. El bosque ha estallado en una gama limitada de colores. No me canso de mirar su música, tan cambiante según aparece o no el sol medio oculto entre las nubes. Hace dos semanas había otra estación. Entonces rodaba por caminos y senderos inconsciente de la calidez de un mundo estable. Ahora me embarga la melancolía del otoño, tan bello tan triste tan redundante. Hay un rincón en un alto al que acudo las mañanas para asistir a la liturgia del pasaje. Ya no soy el de ayer.

 

Belleza compensatoria.

 


sábado, 18 de octubre de 2025

Una ciudad en ruinas

 

 


Al llegar a Burgos hubiese deseado que la cinta gris de asfalto siguiese y siguiese hasta Barcelona y más allá, una cinta sin fin. Si no lo he hecho, si no he seguido, ha sido porque me hubiese dormido después del largo viaje sin sueño, y de ese modo no habría llegado a parte alguna, que al fin era donde quería llegar, a ninguna parte. Un hilo invisible y continuo se acababa de romper, el paisaje que dejaba atrás es el de una ciudad en ruinas.

 

Una sensación parecida, aunque justo en dirección contraria, sentí hace muchos años, cuando todo comenzaba, subiendo Paseo de Gracia hacia Travesera. Nos dijimos, o quizá yo le dije, ¿Seguimos hacia adelante, hasta la frontera? Éramos jóvenes, aunque no tanto, y habríamos sobrevivido sin problemas, los dos teníamos recursos, pero no lo hicimos. Nos amábamos, pero ella se mostró cobarde. La deposité junto a un paso de cebra, a una manzana de su casa. Era la mujer a quien más he querido, a quien he idealizado hasta la náusea. 

 

Después de aquel día, y otros muchos días, hubo una llamada. Estaba cenando, no muy lejos de aquella calle. Había pasado un tiempo y ella me llamaba. La mujer con quien yo cenaba se levantó cortésmente para ir al baño. Hablamos un rato, nos pusimos al día. Pero la cita para el reencuentro no se produjo. Nuestras vidas parecían encarriladas en direcciones opuestas. Ella después de eso ha tenido dos hijos, como los tuve yo. Nunca hemos vuelto a tener contacto. Sin embargo, ahí queda la idealización a la que uno vuelve después de las muchas frustraciones. Ha sido la medida de todas las demás. También mi mayor fracaso, aunque puede que sea otra forma de idealizar.

 

La vida es un don que nos posee sin gran intervención de nuestra parte. No me he dejado llevar en mi reciente viaje, preso de mi mente cautiva. La mayor virtud de todo viaje es abstraerse y vivir unos días la libertad que se nos niega. De refilón me miraba en el espejo y me negaba a compadecer la jeta de animal herido. Sabes que va a suceder lo que no quieres que suceda, que temes y niegas. Buscas culpar a alguien o a ti mismo, pero deberías saber que solo el destino es el auriga que te fuerza a seguir el camino. Si no te gusta la comparación tengo otra, puro humo a merced del viento, eso somos. No sé si a todos les ocurre, pero yo me sublevo contra el determinismo - inexorable es el adjetivo que nos acompaña de la cuna a la tumba - y eso me hace infeliz.