sábado, 18 de agosto de 2012

Café de flore



            Esta película canadiense, quebequesa mejor, hasta podría pasar por francesa, tiene un problema que hubiese sido fácil de evitar. Cuenta dos historias. En la primera, que sucede en París, en la década de los sesenta, una mujer –excelente Vanessa Paradis- se queda sola para hacer que su hijo, que nace con síndrome de Down, llegue a los 25 años como un hombre adulto. El hombre con quien lo ha concebido no quiere saber nada y la sociedad de esa época no tiene los medios, o la voluntad, para hacer realidad su propósito. A todo eso se añade el empeño excesivo de la madre contra todos que se convierte en obsesión. La segunda sucede en el actual Montreal. Un hombre cercano a la cuarentena, que viaja por el mundo haciendo de DJ, es feliz con la mujer con la que se comprometió a vivir toda la vida, y sus hijas, pero de pronto conoce a otra, de la que piensa que es su alma gemela, con la que se va a vivir. Esta segunda peli cuenta las tensiones que vive el hombre, sus hijas, la mujer rechazada y su familia sanguínea.

            Las dos historias son interesantes por sí mismas. Dan para dos pelis, de hecho son desarrolladas durante 120 minutos. El problema que tiene Café de flore es que el director y guionista, Jean-Marc Vallée, se empeña en relacionarlas en la parte final del metraje –ya no deberíamos utilizar esta metonimia, ¡las películas ahora son digitales!-. y las relaciona introduciendo un innecesario elemento fantástico. ¿Por qué lo hace? Es un misterio. Quizá para jugar con la idea romántica del amor más allá de la muerte. Quizá por su afán de dejar una huella personal.

            No cabe duda de que es una peli original, con estilo propio: el director utiliza todos los medios, la música en primer lugar –el envolvente tema de Café de flore que une las dos historias, los temas de Pink Floid, su reiteración, The Cure, Sigur Ros, y muchas más-, el silencio, el punto de vista, dos asuntos en el mismo encuadre, para crear significado, para dar espesor a las historias, con un ritmo muy vivo, para envolver al espectador en una especie de ensueño o de delirio, como en una alegoría viviente del amor y su fuerza. La peli atrapa, por lo menos a mí, justo hasta el momento en que la fantasía la estropea.

            Paso la tarde escuchando obsesivamente la banda sonora de Café de flore, la canción original de Matthew Herbert, la remezcla de Doctor Rockit, las fotos de Hélène Florent.

1 comentario:

Isabel hermosell Corrales dijo...

regapage13
Magnífica información sobre esta bell película. Coincido en que la Bso es apasionante. Saludos