Esta película
canadiense, quebequesa mejor, hasta podría pasar por francesa, tiene un
problema que hubiese sido fácil de evitar. Cuenta dos historias. En la primera,
que sucede en París, en la década de los sesenta, una mujer –excelente Vanessa
Paradis- se queda sola para hacer que su hijo, que nace con síndrome de Down,
llegue a los 25 años como un hombre adulto. El hombre con quien lo ha concebido
no quiere saber nada y la sociedad de esa época no tiene los medios, o la
voluntad, para hacer realidad su propósito. A todo eso se añade el empeño excesivo
de la madre contra todos que se convierte en obsesión. La segunda sucede en el
actual Montreal. Un hombre cercano a la cuarentena, que viaja por el mundo
haciendo de DJ, es feliz con la mujer con la que se comprometió a vivir toda la
vida, y sus hijas, pero de pronto conoce a otra, de la que piensa que es su
alma gemela, con la que se va a vivir. Esta segunda peli cuenta las tensiones
que vive el hombre, sus hijas, la mujer rechazada y su familia sanguínea.
Las dos
historias son interesantes por sí mismas. Dan para dos pelis, de hecho son
desarrolladas durante 120 minutos. El problema que tiene Café de flore
es que el director y guionista, Jean-Marc Vallée, se empeña en relacionarlas en
la parte final del metraje –ya no deberíamos utilizar esta metonimia, ¡las películas
ahora son digitales!-. y las relaciona introduciendo un innecesario elemento
fantástico. ¿Por qué lo hace? Es un misterio. Quizá para jugar con la idea romántica
del amor más allá de la muerte. Quizá por su afán de dejar una huella personal.
No cabe
duda de que es una peli original, con estilo propio: el director utiliza todos
los medios, la música en primer lugar –el envolvente tema de Café de flore
que une las dos historias, los temas de Pink Floid, su reiteración, The Cure,
Sigur Ros, y muchas más-, el silencio, el punto de vista, dos asuntos en el
mismo encuadre, para crear significado, para dar espesor a las historias, con
un ritmo muy vivo, para envolver al espectador en una especie de ensueño o de
delirio, como en una alegoría viviente del amor y su fuerza. La peli atrapa,
por lo menos a mí, justo hasta el momento en que la fantasía la estropea.
Paso la
tarde escuchando obsesivamente la banda sonora de Café de flore, la canción
original de Matthew Herbert, la remezcla de Doctor Rockit, las fotos de Hélène
Florent.


1 comentario:
regapage13
Magnífica información sobre esta bell película. Coincido en que la Bso es apasionante. Saludos
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