miércoles, 3 de diciembre de 2025

La muerte de Iván Ilich

 


 

" Están allí tocando música. (Oía en la distancia, al otro lado de la puerta, fragmentos de voces y algún ritornelo). Les da lo mismo, pero también ellos se morirán. Idiotas. Yo primero y ellos después. También les tocará a ellos. Y, sin embargo, allí están tan contentos. ¡Animales!». Se ahogaba de ira. Y la angustia que le atormentaba se volvía insoportable por momentos. No era posible que todo el mundo, siempre, estuviera condenado a ese miedo atroz."

 

"El ejemplo del silogismo que había aprendido... 'Cayo es un hombre. Todos los hombres son mortales. Luego Cayo es mortal', le había parecido siempre correcto, pero solo con relación a Cayo, en ningún caso aplicado a sí mismo".

 

Tolstói con esta novela se adelanta a Martin Heidegger en la perspectiva del hombre como ser para la muerte. El individualismo entona su canto del cisne. Cuando uno piensa que nada importa salvo uno mismo, la conclusión es que el arrebato romántico sobre sí mismo acaba en la muerte. Nada salva, ni el empeño más sublime.

 

Ese es el tema de la novela. El fin de la vida de un hombre, de cualquier hombre, de Iván Illich. El comienzo habla de lo que a los demás importa la muerte de uno: el partido que pueden sacar de su muerte, el enojoso momento de la despedida, el desagrado de la contemplación de un cadáver que desprende mal olor, los inconvenientes de ese día, llegar tarde a una cita, no poder hacer lo programado.

 

Lo que sigue es el resumen de una vida contemplada desde el lecho mortuorio. Las circunstancias en las que uno nace y su adaptación a ellas. Los buenos propósitos, la pérdida de la inocencia. Si los sistemas corporales se van degradando, también lo hace nuestra estructura moral. Pudimos ser buenas personas, pero la vida rutinaria hace de nosotros seres rutinarios en una gama de posibilidades, desde el hombre común sin atributos al malévolo. Para nosotros, los demás - la mujer, los hijos, los amigos, los compañeros - se convierten fácilmente en intrigantes o malvados. Creíamos estar acompañados, pero la triste verdad asoma, nadie nos acompañará en el último viaje. Aunque, como nos ocurrió a lo largo de la vida, creamos en una lucecita que hace menos oscura la noche.

 

La redacción de La muerte de Iván Ilich siguió a la crisis espiritual que el autor sufrió al cumplir los 50 años. La publicó en 1886, con 58. Probablemente la escribió al mismo tiempo que El Evangelio abreviado (publicada en 1890), donde Tolstói ofrece su particular versión de los evangelios. A partir de los cuatro canónicos hace su versión personal, eliminando los elementos místicos y dogmáticos y las referencias a la divinidad de Jesús, mostrándolo como un maestro cuyo mensaje es el amor al prójimo, el ascetismo, el trabajo manual y la resistencia al mal mediante la no violencia. La Iglesia Ortodoxa Rusa lo excomulgó en 1901. La obra tuvo una profunda influencia en la crisis que el filósofo Ludwig Wittgenstein sufrió mientras la leía en las trincheras de la Primera Guerra Mundial.

 

Para completar su trilogía espiritual hay que mencionar la última obra que escribió, Hadjí Murat (entre 1896 y 1904), con 82, años. Murió en 1910. Hay una buena película que relata sus últimos años, La última estación (2009).

 

“Bajó las piernas, se echó de costado, sobre el brazo, y sintió pena de sí mismo. Esperó solo a que Guerásim pasara a la habitación contigua e, incapaz de contenerse más, se echó a llorar como un niño. Lloraba por su impotencia, por su espantosa soledad, por la crueldad de los hombres, por la crueldad de Dios, por la ausencia de Dios”.

 

“¿Por qué has hecho todo esto? ¿Por qué me has llevado a esta situación? ¿Por qué me has enviado unos tormentos tan horribles? ¿Por qué...?”.

 


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