En Hadji
Murat, su novela póstuma, Tolstói recuerda sus años juveniles en las
guerras del Cáucaso. Con trazo emocionante y el mismo respeto, describe tanto a
los guerreros insurgentes del pueblo checheno y a los habitantes de las aldeas
como a los soldados y oficiales rusos que pelean contra ellos. Salvo unos
pocos, el zar Nicolás II y su ministro de la guerra, a quienes presenta como
crueles y rencorosos, todos aparecen bajo una luz positiva que muestra su
belleza o dignidad, su cortesía y bravura, aunque bajo esas cualidades se esconda
una añagaza, la espera para tomar la debida venganza.
En
cada capítulo emerge un personaje nuevo del que nos da los detalles necesarios
para diferenciarlo: el bravo Hadji Murat, el ávaro valiente y tribal que quiere
salvar a su familia de las garras de su enemigo, Avdéiev, el soldado ruso que
se alista y muere porque no le queda otra, el feroz Imán Shamil, líder islamista
checheno, el arrogante y torpe zar Nicolás I, príncipes, burócratas, soldados
de a pie, montañeses.
Tolstói
participó de joven en las guerras del Cáucaso (como tantos escritores antes se
forjaron en el combate, Sócrates, el propio Cervantes) que le sirvieron para
escribir alguno de sus relatos. Incluso se le puede identificar con uno de los
personajes, Buttler, un oficial tan tarambana como leal, que huye de
Petersburgo por sus deudas de juego. El entusiasmo juvenil de Tolstói fue
cediendo hacia el pacifismo, en la última etapa de su vida, que inspirí al
mismo Ghandi.
Al
mismo tiempo se nos describe el horror de la guerra, la muerte, la enfermedad,
la destrucción la suciedad que le sigue (el aoul checheno tras la
batalla).
"El pozo había sido enfangado, evidentemente
de propósito, por lo que era imposible sacar agua de él. También había sido
ensuciada la mezquita, que el mullah limpiaba con sus discípulos".
"Lo que sentían los chechenes, chicos y
grandes, era algo más fuerte que el odio. No era odio, sino asco, repulsión,
perplejidad, ante esos perros de rusos y su estúpida crueldad, y el deseo de
exterminarlos como se exterminan las ratas, las arañas venenosas y los lobos,
un sentimiento, en fin, tan natural como el instinto de conservación".
Por
su economía de medios, la descripción del paisaje o los breves y certeros
apuntes sobre el carácter de los personajes, Hadji Murat es más moderna
que la mayoría de lo que hoy se escribe. Podríamos sustituir Chechenia por
Ucrania y comprenderíamos la ignominiosa crueldad del imperialismo ruso.
"Era todavía invierno, pero el sol comenzaba a
remontarse y ya iba alto a mediodía cuando el destacamento, que había salido
muy temprano, había recorrido ya una decena de verstas. Calentaba ya tanto que
el calor empezó a ser demasiado molesto; sus rayos eran tan deslumbrantes que
su reflejo en el acero de las bayonetas y en el bronce de los cañones -donde
tenía el aspecto de pequeños soles- hacía daño a los ojos.
Detrás quedaba el arroyo rápido y límpido que el
destacamento acababa de atravesar; delante veíanse campos cultivados y praderas
ondulantes; más adelante todavía, montañas negras y misteriosas cubiertas de
bosque; al otro lado de esas montañas negras, peñascos que las rebasaban; y
allá en todo lo alto, sobre el horizonte, las nieves perpetuas, perpetuamente
espléndidas, perpetuamente cambiantes, jugando con la luz como si fueran
diamantes".

No hay comentarios:
Publicar un comentario