jueves, 4 de diciembre de 2025

Hadji Murat

 


 

En Hadji Murat, su novela póstuma, Tolstói recuerda sus años juveniles en las guerras del Cáucaso. Con trazo emocionante y el mismo respeto, describe tanto a los guerreros insurgentes del pueblo checheno y a los habitantes de las aldeas como a los soldados y oficiales rusos que pelean contra ellos. Salvo unos pocos, el zar Nicolás II y su ministro de la guerra, a quienes presenta como crueles y rencorosos, todos aparecen bajo una luz positiva que muestra su belleza o dignidad, su cortesía y bravura, aunque bajo esas cualidades se esconda una añagaza, la espera para tomar la debida venganza.

 

En cada capítulo emerge un personaje nuevo del que nos da los detalles necesarios para diferenciarlo: el bravo Hadji Murat, el ávaro valiente y tribal que quiere salvar a su familia de las garras de su enemigo, Avdéiev, el soldado ruso que se alista y muere porque no le queda otra, el feroz Imán Shamil, líder islamista checheno, el arrogante y torpe zar Nicolás I, príncipes, burócratas, soldados de a pie, montañeses.

 

Tolstói participó de joven en las guerras del Cáucaso (como tantos escritores antes se forjaron en el combate, Sócrates, el propio Cervantes) que le sirvieron para escribir alguno de sus relatos. Incluso se le puede identificar con uno de los personajes, Buttler, un oficial tan tarambana como leal, que huye de Petersburgo por sus deudas de juego. El entusiasmo juvenil de Tolstói fue cediendo hacia el pacifismo, en la última etapa de su vida, que inspirí al mismo Ghandi.

 

Al mismo tiempo se nos describe el horror de la guerra, la muerte, la enfermedad, la destrucción la suciedad que le sigue (el aoul checheno tras la batalla). 

 

"El pozo había sido enfangado, evidentemente de propósito, por lo que era imposible sacar agua de él. También había sido ensuciada la mezquita, que el mullah limpiaba con sus discípulos".

 

"Lo que sentían los chechenes, chicos y grandes, era algo más fuerte que el odio. No era odio, sino asco, repulsión, perplejidad, ante esos perros de rusos y su estúpida crueldad, y el deseo de exterminarlos como se exterminan las ratas, las arañas venenosas y los lobos, un sentimiento, en fin, tan natural como el instinto de conservación".

 

Por su economía de medios, la descripción del paisaje o los breves y certeros apuntes sobre el carácter de los personajes, Hadji Murat es más moderna que la mayoría de lo que hoy se escribe. Podríamos sustituir Chechenia por Ucrania y comprenderíamos la ignominiosa crueldad del imperialismo ruso.

 

"Era todavía invierno, pero el sol comenzaba a remontarse y ya iba alto a mediodía cuando el destacamento, que había salido muy temprano, había recorrido ya una decena de verstas. Calentaba ya tanto que el calor empezó a ser demasiado molesto; sus rayos eran tan deslumbrantes que su reflejo en el acero de las bayonetas y en el bronce de los cañones -donde tenía el aspecto de pequeños soles- hacía daño a los ojos.

 

Detrás quedaba el arroyo rápido y límpido que el destacamento acababa de atravesar; delante veíanse campos cultivados y praderas ondulantes; más adelante todavía, montañas negras y misteriosas cubiertas de bosque; al otro lado de esas montañas negras, peñascos que las rebasaban; y allá en todo lo alto, sobre el horizonte, las nieves perpetuas, perpetuamente espléndidas, perpetuamente cambiantes, jugando con la luz como si fueran diamantes".

 


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