miércoles, 1 de octubre de 2025

Un velo gris

 

 


Un velo gris desdibuja los contornos. La primera niebla de la temporada, la vuelta a lo que tantas veces hemos vivido, el cambio estacional. Pero solo hace falta que me mire de refilón en el espejo - evito la mirada frontal - para ver que algo ha cambiado desde la última vez. No soy el mismo ni estoy en el mismo lugar. Hay una cierta semejanza, pero la Tierra gira sobre sí y alrededor del Sol y no está exactamente en la misma posición, como el sol traslada a toda su parentela hacia el ignoto horizonte de la galaxia, un año galáctico que ninguno de los vivos podrá completar, a una velocidad de vértigo que yo, quieto ahora, contemplando el inasible velo del otoño no puedo imaginar. Una velocidad que se incrementa a ritmo vertiginoso, si comparamos el giro de la tierra sobre sí misma, el de la tierra alrededor del Sol, el del Sol alrededor del centro galáctico y el de la galaxia alrededor del grupo local. Por no hablar de la velocidad a la que se despliega el universo, la velocidad a la que se separan las galaxias que podría superar la velocidad de la luz, aunque en realidad no es tanto la velocidad de las galaxias como la expansión del espacio, un universo que se estira. 

 

Así que dónde estoy realmente, en qué punto del espacio y del tiempo, si todo está en danza a mi alrededor, si nunca, nunca volveré a donde alguna vez estuve, si yo mismo soy agitación, partículas en continuo movimiento hacia estados cada vez más desordenados. Entropía. 

 

Cuando observamos el espacio en el que nos movemos, cuando constatamos el tiempo en el que nos desplazamos, que nos desplaza, habría que decir, ¿estamos siendo testigos de una realidad externa o simplemente definimos el marco de nuestra propia existencia, el escenario de nuestra conciencia?       


 Creemos que los materiales - barro cocido -  son duraderos. Mira ese edificio de enfrente, tiene 30 años, comienza a degradarse. ¿Cuanto durará, cien años más?

Cada mañana veo el edificio, el inmutable ladrillo rojo, las persianas bajadas a la espera de los vecinos somnolientos, a la espera de que la luz pueda con la niebla, que el hoy no sea muy distinto del ayer, el sol arriba, el ruido abajo, la gente a sus labores, el mundo entero imbuido de la ilusión de continuidad.

 


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