Si uno ve ‘sexo’ y ‘adolescencia’ en el título de una
película, de una charla o de un libro, lo más probable es que huya despavorido.
Si añadimos vacaciones y alcohol el cóctel es sin duda explosivo. Así que
cuando se estrenó esta película, a pesar de las buenas críticas, hui de ella.
Las emociones primarias, los prejuicios, nos inducen fácilmente al error. Ahora
la recomendaría efusivamente, especialmente a los padres y a los propios
adolescentes.
La mente de un chico - aquí son tres chicas - que
acaba la secundaria y ha de orientarse hacia la profesionalización es un caos
neurológico y emocional. El neocórtex vive una etapa decisiva, entre la gran
poda sináptica y el reforzamiento de determinadas áreas. Le faltan algunos años
para alcanzar la madurez. Los niveles de las hormonas sexuales - testosterona y
estrógenos - alcanzan el máximo, por no hablar de la madurez emocional, tan
variable. La película ilustra ese difícil momento.
Tras los exámenes finales, tres chicas británicas se
van de vacaciones a la playa. En su mente, el rito de paso del primer sexo. Les
atribula. Para ello se dan coraje: mucha risas, fiestas y alcohol, hasta que
consiguen amistar con unos chicos. ¿Qué hacer? ¿Cómo comportarse con los chicos?
¿Hay diferencias entre atracción, amor y sexo? Con una derivada, ¿qué
diferencia al compañerismo de la amistad -entre las chicas?
La película dirigida por una mujer, Molly Manning
Walker, expone con claridad la confusión que se instala en la mente de la
adolescente. Hay una gran diferencia entre este tiempo y las décadas pasadas:
los padres y los adolescentes de ahora tienen toda la información a mano, no están
huérfanos de saber como lo estuve yo. Claro que el adolescente no verá esta
historia con los mismos ojos que yo ahora. Yo analizo, él tiene las hormonas en
danza. Una película notable.
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