domingo, 14 de septiembre de 2025

Tragedias que aún no han estallado

 

 


Me cruzo con un hombre joven y recio, de esos que pueblan los platós: Podría haberme muerto, dice, adivino que por el pinganillo que no veo. Íbamos en dirección contraria, no he oído más. 

 

El día está lluvioso y pesado, con la atmósfera presionando sobre todo lo viviente en la superficie de la Tierra. 

 

Antes, subiendo una pequeña pendiente me voy a cruzar con un hombre que viene en dirección contraria, pero se baja de la bici. De un campo de girasoles, a los que les falta un punto de maduración, se le acerca otro. Le dice: Hombre, me cago en la puta que te parió. He supuesto que era un saludo entre amigos.

 

Más tarde, una mujer, en la mesa que está al costado de la mía, finita, rubia y entrada en años está el teléfono. Habla con las pausas que hacen los mayores. De fondo suena una emisora de radio que no logro localizar. A fuerza de hablar, algunas palabras de su charla revolotean hasta llegar a mis oídos. Habla con un Giovanni a cuenta de una Blanca. Blanca le ha pedido a la señora, que le pregunte a Giovanni dónde puede estar él. Por lo visto ayer por la noche desapareció, nada saben de él. Por lo que entiendo Giovanni no quiere inmiscuirse, ni que le inmiscuyan. La señora cuenta que la otra vez que lo detuvieron no lo soltaron hasta las cinco de la mañana. Giovanni se muestra poco amable. Cuelga. La señora le dice a Blanca, en otra llamada, que no ha conseguido saber nada de él. Cuelgan. Llegan dos chicas jóvenes entonces, y yo me voy.

 

A la salida del bar, de pie, a punto de sentarse en la terraza dos mujeres y un hombre de edad mediana charlan. Apenas alcanzo a oír una frase: No deberías preocuparte, solo tu hija te ha salido rana.

 

A poco que uno ponga el oído atisba dónde se masca la tragedia.

 

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