Cada uno de nosotros vive encerrado en una burbuja, con
potentes filtros en las entradas (input) y las salidas (output). El interior lo
hemos ido acondicionando a nuestro gusto, aunque sería más cierto decir que se
ha ido conformando con los estándares de la época que nos ha tocado vivir. En
la pantalla que tomamos por ventana vemos el mundo imaginado, tan filtrado que
si pudiésemos compararlo con la burbuja de al lado pensaríamos que el otro está
viendo una película.
Son pocas las cosas que se filtran que puedan modificar lo
que vemos en pantalla. No es que nuestra imagen del mundo sea fija, es
cambiante, en continuo movimiento; es su dinámica la que nos da sensación de
veracidad, de ver las cosas como son, de estar en lo cierto. Lo que nos llega
es la luz filtrada, la que reafirma nuestro sesgo.
Con la edad la luz va empalideciendo, los colores van
rebajando su intensidad: amigos que perdemos por el camino, países, ciudades o
barrios que dejamos de visitar, periódicos o libros que leer, museos a los que
no hemos vuelto: perspectivas a las que ya no podemos acceder. Con ese no me
junto, decíamos de niños; a ese yo no le sigo, no lo trago. Hay programas de
televisión a los que hemos puesto una cruz. Bloqueamos a cierta gente en
redes.
Hasta el más tronado tiene un punto de razón. Si repasamos la
ciencia, el arte o las letras veremos que hay puntos de inflexión. Era tan
sorprendente aquello que en cierto momento se manifestó que la mayoría no se lo
tomó en serio, se ridiculizó o se condenó. Con el tiempo se vio que Copérnico o
Darwin tenían razón, que Lutero no estaba equivocado del todo, que en el
Guernica había un modo de ver apremiante.
Cuando dejamos de ver al amigo tunante, cuando despachamos
con una ocurrencia la película, el libro o el tertuliano que no nos gusta hay
algo que se nos escapa, algo que iluminaría alguna zona oscura del mundo que
escapa a nuestros focos. Así, nuestra burbuja se va volviendo opaca, se va
cerrando cada vez un poquito más hasta dejarnos ciegos.
2 comentarios:
Es lo que dice Hegel en la Fenomenología del Espíritu a propósito de su crítica a los jacobinos anticlericales: que la verdadera autoconciencia para ser libre y tener el saber no puede negar al otro su momento de verdad en la dialéctica y reconciliarse en el saber con él. Eso no quiere decir relativismo del que sin embargo Hegel no escapa , ni tampoco quiere decir igualar todo en el ámbito moral , legal , ni de nivel, no se trata de igualar al etarra con la víctima . Pero sí en otro ámbito el filosófico que Hegel quiere que sea imitación de la gnosis de Rumi al que considera la cúspide del saber absoluto en Enciclopedia de las ciencias del espíritu . Para Hegel la verdadera autoconciencia de algún modo ha de poder dar razón del Otro para ser libre y autoconciencia en lugar de una negación absoluta que no sería autoconciencia sino lo que llama conciencia desventurada
Ibn Arabi dice lo mismo de un modo aún más profundo que Hegel.
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