jueves, 7 de agosto de 2025

Mobland: Malvados y corruptos

 


En esta serie británica con fondo londinense todos son malos, el mal como fuente de disfrute. Están los mafiosos de toda la vida, los políticos corruptos, los policías sanguinarios, todos caricaturizados hasta el extremo. Vemos a dos familias - la familia es el único valor que se pone en positivo - de mafiosos disputar, secuestrar y matar de la manera más ignominosa a los miembros de la otra familia. Aunque las muertes con abundante tomate frito derramado no es lo que más nos interesa, sino los caracteres extremos, sus patologías. El narcisismo ya nos parece poca cosa porque lo tenemos a la vista en la realidad, ahora queremos psicópatas en su salsa. Y de esos hay unos cuantos, si no lo son todos. Ahí brillan actores que hemos visto en otros registros, como Pierce Brosnan y Helen Mitren, aunque no creo que el papel de psicópata extremo sea difícil de interpretar, brocha gorda. Disfrutamos viendo cómo mueren los peores - todos son peores -, deseamos que les llegue la muerte. Como en los videojuegos sabemos que no son muertes de verdad, que es ficción.


Las películas de gángsters son cuentos infantiles para adultos, aunque ya sin personajes positivos. Hace un tiempo que no los hay. Hay unos pocos inocentes. Inocentes interesados que también mueren e inocentes con fondo oscuro que sobreviven, pero ninguno de ellos tiene un papel decisivo en la trama. Cuando vemos series desconectamos de la realidad, relajamos las defensas. Eso no puede ocurrir en la realidad, nos decimos. En la realidad los policías son honestos profesionales, los periodistas informadores desinteresados y los políticos hombres cabales preocupados por el bien común. Aunque, quién sabe.


En el luminoso día, cuando el sol nos despierta por la mañana, confiamos que un hombre, el líder que hemos votado, al que nos hemos entregado en cuerpo y alma con una fe a toda prueba, salvará la civilización. Del mismo modo que suspendemos el juicio con respecto a la verdad primera (vamos a morir), lo suspendemos con respecto a nuestro líder: él no.

Cuando Vivía Franco se nos decía que aunque él nombraba a sus ministros y ayudantes era ajeno a la corrupción - incorruptible, se nos decía - porque era un hombre íntegro. En nuestro pequeño margen de reflexión no se nos pasaba por alto que si lo controlaba todo cómo era que no estaba al tanto de la corrupción. Eso sí, como en Mobland no había puteros o al menos no a la vista, el crimen era a la vez más bruto y más refinado.


Si nos gustan tanto estas series y películas, quizá sea porque no son tan alejadas de la realidad como pudiese parecer: están los narcos del estrecho, los corruptos de Madrid, los paraísos fiscales, el blanqueo, quizá no haya tantas muertes, pero sí más malversación - se lo llevan crudo. Estamos desarmados. Frente a ello solo nos quedan dos cosas, la fe en el líder o pensar que todo es ficción y por tanto imaginar. En la ficción, como en los videojuegos, podemos disparar a los malos con total impunidad.



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