sábado, 22 de marzo de 2025

Reserva de Sinharaja



Recorrido de 3 horas por la selva tropical del sur ceilandés en dirección a Sinharaja. Se ven casas, casitas y puestecitos en la carretera, la mayor parte del tiempo palmeras, cocoteros y árboles de la canela y una densa vegetación cuyo nombre desconozco. Naturaleza, pues, brevemente interrumpida por el afán humano de sobrevivir, con límites difusos entre humanidad y vida, siendo la vida el principio que pone todo en marcha y la humanidad un breve parentesis. Basta este recorrido por los márgenes para comprender la fragilidad de la civilización. 




La impresión es que la selva diluye las diferencias, todas temporales, antes de que la selva vuelva a reclamar lo que es suyo, ya sea piso de asfalto, paredes de cemento madera o barro, negocio o entretenimiento. Como si riqueza y pobreza, tiranía y el sojuzgamiento fuesen breves encapsulamientos de tiempo y la naturaleza pura dinamita que no atiende a justicias o injusticias.




Los perros y los cuervos lo intuyen. No hay espacio en que no aparezca un perro caminando indolente, tendido en la carretera u oteando sobras allí donde el humano está comiendo. Los cuervos parecen más inteligentes, acechan al descuido por ver si pueden atrapar algo valioso. Dueños del aire y del suelo su presencia atemoriza al resto de aves, incluso a los perros.




Nuestro objetivo hoy es la Reserva Nacional de Sinharaja, una selva húmeda - Rainforest - con varias especies arbóreas, vegetales y fauna endémicas. El mayor problema han sido las tres horas necesarias para llegar a la reserva y otras tantas de vuelta. 




Nos hemos adentrado por un sendero estrecho en la selva. Sinharaja significa el Reino de León, aunque no hay ninguno, sí se supone que hay 15 leopardos, aunque es imposible verlos. Lo mejor de la reserva es su inaccesibilidad, no hay vehículos, y su carácter tupido, lo que, a cambio, imposibilita ver fauna.




Un guía local nos ha ido señalando lo que nosotros a simple vista no habríamos sido capaces de ver: un par de serpientes verde s, una víbora venenosa enroscada en una planta entre sombras; varios tipos de camaleones, arañas, insectos palo 




y una pareja de aves que parecían búhos, la misma forma, la misma vida nocturna, la cabeza medio escondida en las somnolencia. El día nos ha dicho su nombre en inglés, mouthfrog; Google me dice que son aves de origen australiano, que para nosotros serían podargos.



No me has visto demasiada fauna, sin embargo, el paseo ha sido agradable, no excesivamente caluroso y con suerte con la lluvia que no ha comparecido. La breve ruta acababa en una cascada y una poza para bañarse.




Echada la noche, tocaba tortugas. La costa sur ceilandesa, entre Rekawa y Tangalle, es un buen lugar para ver acercarse tortugas a la arena y ver su anidación. Y el mes de marzo precisamente el mejor. Éramos muchos, a nuestro grupo se han unido otros. A pesar de que era una actividad de pago, estaba mal organizada, ni siquiera hemos visto el desove, sí a una tortuga braceando para tapar su nido, también la eclosión de tortuguitas recién nacidas en busca del mar. Una decepción, después de haber visto todo el proceso en Guinea.


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