Dos generaciones distintas, madre e hija, con años de diferencia, han obtenido sendos
premios con eco relativo en la prensa cultural. Relatan la historia íntima, con
nombres cambiados, de una saga familiar cuyo protagonista fue un prócer de
renombre. El personaje es reconocible. Xavier Rubert de Ventós fue en su
juventud un filósofo de la sensibilidad, al que mi yo joven leyó y subrayó con
admiración, y en su edad provecta senador y europarlamentario, primero en las
filas del PSC y en su última etapa entregado irracionalmente al
independentismo, aunque se justificaba diciendo que era independentista no nacionalista. Fue
catedrático, escribió y conferenció a un lado y al otro del Atlántico. De su
etapa catalana, escribe su segunda ex, la poetisa Luisa Castro en La segunda
mujer. De un breve periodo en los cayos de Florida, escribe la hija de
ambos, Xita Rubert en Los Hechos de Key Biscayne, y de otra aventura con el padre en Mis
días con los Kopp. De su etapa como senador el mismo escribió un libro con
título algo pomposo, El cortesano y su fantasma, y uno más íntimo que no
he leído, Demonios íntimos. No sé si alguien alguna vez completará la
saga: otra amante despechada, el hijo artista o algún biógrafo entretenido en la vida muelle y algo
excéntrica de uno de los miembros de la burguesía catalana.
No es de extrañar que el premio Biblioteca Breve (2006)
se lo concediese a la madre una burguesía a la que, aunque no sale indemne de la
novela, le gusta figurar y no le importa que se revelen sus cuitas porque
forman parte del hecho diferencial: diletantes y despectivos, tan engreídos como
distantes, y fundamentalmente clasistas, a quienes nunca se les acaba de pagar lo que se les debe. El premio Herralde
(2024) a la hija se lo concede una burguesía más reciente, los hijos o nietos, que,
en nombre de aquellos, se colocaron en casi todos los partidos del espectro para seguir secuestrando el espacio público con intimidaciones en
las que sustentar su poder, mediante una alianza frágil, pero duradera con los restos del socialismo madrileño y andaluz y seguir bebiendo del bote.
En la novela de la madre se describen los lugares de la
burguesía posfranquista en la zona alta de Barcelona y el Ampurdán, una burguesía que se
benefició de Franco y de la transición, y, recientemente, del amago independentista, que nunca
vio la independencia como un acto a realizar, sino como amenaza para obtener
más rápidamente los beneficios que de cualquier modo esperaba obtener, una burguesía
en pantuflas y boatiné, que se imaginaba en la misma liga que la de París o la
Toscana y que mira con desprecio a todo lo que hay más allá del Ebro. En los
libros de la hija, aquella burguesía se pone al día, es viajera y presuntamente cosmopolita,
se codea con los grandes de este mundo y se desvelan sus miserias.
Si el libro de la madre podría servir para componer un ensayo
sociológico sobre el ecosistema del Ampurdán, en el de la hija se bosquejan tipos psicológicos de su descendencia.
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