Leyendo en Los finales del mundo los ciclos de
vida y extinción, seis grandes extinciones a las que siguieron brotes
extraordinarios de vida, uno se admira de que la Tierra, la vida en la Tierra,
haya tenido una racha tan inexplicable y casi milagrosa de buena suerte.
En 1997 el Hale-Bopp, un cometa, atravesó la tierra. Cuadruplicaba el que cayó en Chicxulub - el K-T, y con una ligera variación en su trayectoria, si hubiese impactado sobre la tierra, ahora mismo ni tú ni yo estaríamos aquí. Pudo ser un asteroide, un episodio de vulcanismo exacerbado una explosión de supernova o una descarga de rayos gamma, en todo caso subestimamos la frecuencia de una catástrofe con capacidad de extinguir la vida por completo. Cuza los dedos.
Sólo empezó a haber vida compleja - organismos
pluricelulares - en la tierra hace unos 550 millones de años. Durante la mayor
de la historia anterior, antes del Cámbrico, no hubo, durante 3.000 millones de
años, más que bacterias y arqueas. Cien años después, tras la llamada explosión
de vida del Cámbrico, se produjo la primera extinción, la de finales del Ordovícico
(hace
unos 443 millones de años), causada por una combinación de factores: una
glaciación masiva, la Tierra como una Gran Bola de Nieve, que provocó una
disminución del nivel del mar, seguida de un rápido calentamiento global, en
cuyas aguas someras vivían el 85% de las especies que desaparecieron: trilobites,
braquiópodos y graptolites.
Algo menos de otros cien millones años después se produjo
la segunda gran extinción, la del Devónico (hace unos 359 millones de
años), por otra combinación de factores: de nuevo una glaciación y una anoxia
oceánica (falta de oxígeno en los océanos) debida a la diversificación de las
plantas terrestres, que pudo haber alterado la química de los océanos. Volvió a
desaparecer casi toda la vida marina, el 82% de las especies: corales,
braquiópodos, placodermos (peces acorazados), peces con aletas lobuladas y los primeros
anfibios que salían a tierra.
Otros cien millones de años después (hace unos 252 millones de años) llegó la extinción del Pérmico, llamada "La Gran Mortandad", la mayor extinción de la historia. Una suma de erupciones volcánicas masivas que liberaron grandes cantidades de gases de efecto invernadero, y quizá el impacto de un meteorito, acabó con el 96% de las especies marinas y el 70% de las terrestres: Los terápsidos (reptiles parecidos a mamíferos) y los sinápsidos dominaban la tierra. Tiburones y peces óseos, arrecifes de coral y braquiópodos y anfibios en tierra. La vida tardó millones de años en recuperarse.
La extinción de finales del Triásico (hace unos
201 millones de años) parece que se debió a erupciones volcánicas masivas
asociadas a la fragmentación del supercontinente Pangea, con cambios climáticos
y acidificación de los océanos. Se extinguieron alrededor del 76% de las
especies: arcosaurios no dinosaurios y grandes anfibios terrestres; y en los
océanos: reptiles marinos, como los ictiosaurios y los plesiosaurios.
Hace solo 66 millones de años se produjo la última gran
extinción la del Cretácico. Cuando los dinosaurios dominaban la tierra y
los reptiles marinos los océanos, cuando las plantas con flores se diversificaban
y el clima era relativamente cálido, un gran asteroide, conocido como K-T, impactó
en la península de Yucatán, México, provocando un invierno global y la
extinción de los dinosaurios no aviares, entre muchas otras especies. Probablemente,
en el mismo periodo hubo grandes erupciones volcánicas. Se extinguieron
alrededor del 76% de las especies. La extinción de los dinosaurios dio paso a
la diversificación de los mamíferos.
Peter Brannen añade un último evento de extinción entre
hace 50.000 y 10.000 años, al final del Pleistoceno, que afectó a la
megafauna terrestre, grandes mamíferos como mamuts, mastodontes, gliptodontes y
tigres dientes de sable. Brannen apunta dos hipótesis, las fluctuaciones
climáticas tras la última glaciación y la caza tras la expansión del Homo
sapiens por todo el planeta. Lo que ocurrió en el Pleistoceno es una advertencia
sobre lo que puede estar ocurriendo en la actual crisis de biodiversidad.
Escribe Peter Brannen que solo
que la Tierra Bola de Nieve hubiese sido un poco más extrema, que la actividad
volcánica del Pérmico hubiera sido un poco más intensa o el meteorito del K-T
hubiese sido un poco mayor no estaríamos aquí para contarlo. Cada vez hemos
escapado por los pelos. Sin embargo, no será siempre así, a medida que el CO2
se vaya hundiendo como caliza en el océano y el sol aumente su brillo la
superficie de la Tierra irá convirtiéndose en un lugar inhóspito y estéril, en
un proceso inverso a como la vida apareció en la tierra, desapareciendo los
organismos pluricelulares, los eucariontes y los procariontes, sin que ningún
signo de vida quede en la tierra.
No sé si esto se llama esperanza, pero en la inmensidad del universo habrá planetas, unos pocos, con mucha suerte en los que se habrá desarrollado la vida. Serán excepcionales, rarísimos, existirán, aunque nunca sabremos de ellos ni ellos de nosotros.
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