"Le dio asco que la
besara. Pensó, cuando se acercó a sus labios, si Gaspar no sería un vampiro,
esa clase de tipos que se beben tu vida mientras te dicen que te quieren. Y del
asco que le dio le entraron otra vez ganas de hacer el amor".
La segunda mujer es una novela que es
imposible leer, 20 años después de que fuese publicada y premiada, sin pensar
en quién la escribió y su historia personal. Luisa Castro es una poeta y
novelista gallega que durante un tiempo vivió con el filósofo y político
catalán Xavier Robert de Ventos. Durante el breve periodo de convivencia, que
comenzó en 1995, hasta la separación tuvieron una hija que ahora también es
escritora Xita Rubert.
Cómo separar, por tanto, a la protagonista, Julia Varela,
de la escritora, Luisa Castro, y a su antagonista, Gaspar Ferré, del filósofo
catalán. Es difícil saber cuánto de autobiográfico hay en la novela; también
habría que preguntar al jurado del premio Biblioteca Breve, del 2006, por qué
se lo dio y si la leyeron.
El libro es una novela de terror, de terror psicológico.
El análisis literario debe ceder el paso al psicológico. El punto de vista es
confuso desde la técnica narrativa. La mayor parte del tiempo parece un
monólogo interior de Julia Varela, la narradora, sin embargo, a veces, la
autora adopta un punto de vista omnisciente poniéndose, brevemente, en el lugar
de otros personajes. La autora tampoco puso especial cuidado en la estructura, en la construcción de las frases, en el uso del léxico. Varias veces a
lo largo de la novela, la narradora se ve a sí misma, con retintín, como la
escritora más capaz de su generación.
Como documento de época cobra un interés inusitado. La joven, que conoce a un escritor afamado en un congreso y se enamora, entra en una familia de la burguesía catalana, no como hemos visto tantas veces para revolucionarla, sino para verse sometida a un proceso de humillación y destrucción. La familia, con grandes propiedades en la parte alta de Barcelona y en el Ampurdán, costa y montaña, presenta un conjunto de tipos patológicos apegados a la tierra y a una suerte de jerarquía masculina. En la primera comida familiar a la que asiste, Julia ve cómo el patriarca lanza un cuchillo al pecho de su mujer, sin que haya consecuencias. Los miembros se comportan como una tribu, agrupándose alrededor de la casa familiar. Las mujeres que vienen de fuera, y son sustituidas con facilidad, solo están un escalón por encima de la servidumbre, sin embargo, asumen dócilmente un papel subordinado.
“El piso de Dolores era muy
pequeño apenas 70 metros cuadrados en un edificio de tres plantas en
Castelldefels”.
“Comió unos huevos fritos en
un bar de obreros, lleno de humo y con el suelo sucio”.
Como novela, el tiempo la condenaría a pasar por la
trituradora de papel, es en lo psicológico donde se hace interesante. El
antagonista, Gaspar Ferré, es un sujeto despreciable desde todo punto de vista:
incapaz de autonomía, siempre pendiente de su madre, después de que el padre haya fallecido, y de su hijo, cuyo comportamiento no le deja vivir. El estrés
psicológico al que está sometido lo paga Julia Varela.
"Gaspar pasó meses
haciendo llamadas de teléfono, quedando con Eladi y buscando apoyos entre los
amigos del partido para que ascendieran a Frederic".
El hijo de Gaspar gana unas oposiciones a un puesto en la
Generalitat gracias a que Gaspar obtiene las preguntas de uno de sus conocidos.
En ese puesto el hijo provocará un desfalco. Más tarde, quiere ser artista y,
gracias otra vez a sus contactos, logrará que exponga su obra en la galería
más famosa de la ciudad y logre un premio. En la vida de pareja, Julia no puede
vivir con libertad y autonomía, no consigue un espacio propio para escribir y tiene que soportar la presencia de la antigua amante de Gaspar. El hijo de Gaspar la desprecia y humilla, está
por casa a pesar de tener su propia familia y provoca un accidente en el que
sale herida la niña de la pareja. El propio Gaspar, un hombre que descuida su
higiene, se comporta como un desequilibrado cuando azota a su propia niña, dejando
marcas en sus nalgas.
Para Julia, Gaspar no solo es un hombre atribulado por su
posición familiar, es racista, sexista y fundamentalmente, a pesar de su gran
cultura, clasista, encerrado en un ónfalos familiar que se cree el centro del
mundo pero que está putrefacto.
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