jueves, 6 de marzo de 2025

En Doha



 Mientras espero en el feo aeropuerto de Doha, muy grande pero mal diseñado, curiosamente oscuro, como si se tuviese horror al blanco y a la luz, quizá pensando en el exceso del exterior, sin el cuidado europeo para los detalles, con la masa humana de un lado para otro, buscando la letra y el número que les corresponde para ir adonde deban, a la Meca muchos - magrebíes y africanos la mayoría -, envueltos en túnicas y velos negros y chilabas marrones, en la peregrinación de El Hajj, nunca mejor que en Ramadán, como es el caso, mientras dejo pasar el tiempo en este aeropuerto tan poco acogedor observo y recuerdo y hablo.


Inés, pelo rojo, camisa color crema y una cadenilla dorada en el cuello, botas de trekking, viaja sola. Le pregunto a dónde va. Va a Uganda. Tiene tanto que contar que yo apenas puedo decirle que voy a Sri Lanka. Es un amante de los animales y conoce el sur del continente africano. Ha oído hablar de Burundi, pero es un país demasiado pobre, con poca estructura para turistas. Le digo que Ruanda tiene fama de ser el paraíso; le pone muchas pegas. Tiene un ejército bien armado y la obsesión de atrapar una parte del Congo para extraer sus riquezas minerales. Ruanda el país de la matanza de tutsis. Por eso prefiere Uganda, un país verde, selvático y tranquilo. Muy tranquilo después de que desapareciera Idi Amin Dadá, Le digo que me han contado que los gorilas están en Ruanda; me contradice, los gorilas pasan de un país a otro, y donde más familias se encuentran es en Uganda. 


Es la segunda vez que va al país. Contacta con un amigo que tiene en Zaragoza que le organiza los viajes. Aunque los preparativos son cuidadosos, tuvo suerte porque en solo una hora pudo encontrar a una familia de gorilas. El macho de la manada se le acercó a un metro. Grande, con dos grandes pies, con las que golpea el terreno. Con ellos aplasta serpientes, me cuenta. Tienes que llevar mascarilla para no contagiarles, y andar con cuidado. No hay senderos. El guía y el porteador van abriendo camino, a la ida y a la vuelta. Pagó 900 € para poder verles y otros 20 al porteador que le llevaba las pertenencias. Todo para una hora. Dos guardas armados la acompañaban. Por qué le pregunto. Por si acaso hay que matar algún animal peligroso. También matan a los furtivos, aunque parece que ya no quedan. Tenían orden de matarlos. Una noches la despertaron disparos, los chimpancés habían subido al Resort, tuvieron que espantarlos, no sabe si mataron alguno, chimpancés o furtivos. También pudo ver en el mismo Parque Nacional chimpancés. No se dejan ver fácilmente, se quedan en los árboles, ella tuvo suerte. Tienen una fuerza extraordinaria. Pueden partirte en dos. A ella se le acercó uno. Le dijeron que tuvo suerte. 


Ahora vuelve por segunda vez para una estancia de 45 días. No me ha podido contar lo que va a hacer durante todos esos días porque la llamaban y nos hemos tenido que separar. Yo turista, más que viajero, me he quedado con la palabra en la boca, sin saber qué decir, ante tanta desenvoltura.

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