jueves, 6 de marzo de 2025

1. Anaradhapura

 


A la entrada del restaurante, junto a la escalerilla que da entrada al comedor, hay un monillo exánime en el suelo. Varios cingaleses alrededor intentan reanimarle. Uno de ellos enfoca la manguera hacia su boca y lo consigue. El macaco huye corriendo. La humedad se deposita en forma de calor espeso sobre las cosas. La calma se extiende sobre lo que hay, una laguna, enfrente, y un poco más allá, otra más grande, la Nuwara Wewa. En una barca en la que apenas caben, dos hombres maniobran con redes. Uno de ellos tiene un pez entre manos. No consigo saber si lo acaba de pescar o lo pone de cebo. Se les acerca un pelícano con una familiaridad que me desconcierta, como si formase parte del mismo equipo.




En el comedor, protegido del exterior por una gran red para que no entren animales, un grupo de británicos se toma con calma la selección de lo que van a desayunar. Lánguidos y vencidos, se mueven entre las mesas y las viandas. Apenas tienen energía para darse los buenos días. La fruta es dulce, sabrosa, el resto más convencional, lo que podrías encontrar en cualquier lugar. Nadie aparta, como hacen los budistas, una parte del desayuno para Buda. Galínde, el guía, nos dice que él en su casa esa parte la deja en el patio para los pájaros, y para las serpientes, continúa, bromeando.


Nosotros nos devolvemos al día legañosos y con los ojos semicerrados, con el vano intento de protegernos de la luz, aún no recuperados del largo viaje en tres etapas de ayer, la primera hasta Doha, la segunda hasta Colombo y la tercera, por una carretera nocturna, de más de cinco inesperadas horas, hasta aquí, hasta la vieja capital cingalesa, Anaradhapura. 




Anaradhapura fue capital de los cíngaleses durante un milenio. Se puede considerar como la capital religiosa del país. El budismo fue importado desde la India en la época del emperador Ashoka, en el siglo III antes de Cristo. Hay muchos monasterios en la ciudad y alrededores, muchos en ruinas, algunos restaurados y todos con su característica Stupa o Dagoba, una gran cúpula, en la antigüedad de ladrillo y/o cubierta de vegetación (yedra, el símbolo de la vida que se regenera) y ahora de un blanco cegador. A eso hemos venido a esta ciudad, a ver dagobas.


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