Durante la pandemia
hubo gente que leyó libros. Incluso que los escribió. Una figura mixta fue la
de quien leyó libros para después escribir a partir de ellos. He visto
bastantes casos. Lo común es leer libros afines, los que confirman nuestra
visión del mundo. El problema es que, si te pones a escribir sobre esos libros,
tienes muy pocas cosas que decir, porque lo normal es que repitas como un
papagayo. Lo ideal es leer libros que remodelen tu visión del mundo
mejorándola. No pido que leas libros que estén en tus antípodas, que den un
revolcón a lo que piensas. Poca gente lo hace. Normalmente tildamos de
extremistas a quienes no sintonizan con nuestro modelo de mundo, si bien, es
cierto, que no nos gusta que, en reciprocidad, nos tilden a nosotros de lo
mismo, de extremistas.
Un modelo que he visto
repetido es este. Seleccionas un conjunto de libros que están en el aire.
Alguno tiene un punto de vista original. Otros, los más, no tienen nada que
decir, pero manejan conceptos y posiciones que concuerdan con el mainstream: un
vocabulario, un campo semántico. Tomas nota, alguna cita. Y haces un plan de
trabajo; una introducción y unas conclusiones, y, en medio, unos cuantos
capítulos, cada uno de los cuales ha tenido como punto de partida uno de los
libros que has leído. Un epígrafe abre cada uno de ellos. Desarrollas cada
capítulo tomando las ideas del libro en cuestión como punto de partida, sin que
se note demasiado que tú has aportado poco, citas al autor y el título de su
libro por si acaso te acusan de plagio. El autor en cuestión estará contento
porque lo has citado y hecho constar en la bibliografía.
Lo más común si se
trata de un ensayo que trata los temas del día es que dediques un tema a la
inmigración, otro al cambio climático, uno más a la cuestión de género, a la
homofobia y a los modelos familiares alternativos, otro a la memoria colectiva,
otro más a la inevitable globalización y a la hibridación cultural. Conviértelo
en problema: tensiones identitarias, flujos migratorios, choques raciales,
intergeneracionales y de género. Y que no falte una reflexión sobre la ilusión
de la identidad y otra, si el libro está escrito desde Cataluña, sobre el
nacionalismo concebido como un sistema dinámico que combina tradición y
creatividad y bien situado 'en el contexto de una ética cosmopolita que busca
reconciliar las diferencias en un mundo globalizado'.
El objetivo es que el conjunto del libro parezca una reflexión sobre pautas de política cultural. En algún lugar central has de hacer referencia al mercado y la lógica neoliberal, a cómo la mercantilización de la cultura ha reducido su valor en términos de utilidad económica y cuantificación. Antes o después has de dejar claro que cualquier política cultural ha de formar ciudadanos críticos capaces de repensar los valores dominantes, con el objetivo, ¡ay!, ‘de perfeccionar al ser humano y a la sociedad’. Si estableces diferencias entre vieja y nueva política, entre cultura elitista y cultura popular, y además nombras a algún miembro destacado - y detestado - de aquella, si confrontas individualismo y colectividad y repites varias veces la palabra 'común' y si, además, conoces a alguno de los miembros del jurado o a alguien que los conoce, tienes muchos puntos para que, si te presentas al Premio Nacional de Ensayo, seas un firme candidato para obtenerlo. Pongamos, el de 2023.
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