lunes, 24 de marzo de 2025

De Colombo al secadero de pescado de Negombo


Nos despertamos con fondo de olas rompiendo en Koggala, no lejos de Galle, antes de iniciar la última jornada. El sueño del hombre, de todo hombre europeo, al que ha llegado tras siglos de guerra y de experimentar distintas formas de sumisión, es despertarse por la mañana frente al mar con el desayuno servido, frente a una lisa playa de arena, oleaje suave, vecinos amables y respetuosos de las distancias y las convenciones. Un mundo ordenado. Es el sueño que Europa desde la Ilustración ha querido convertir en universal, una conquista extensible a todo el mundo. 




Pero el mundo está desordenado. Europa está desfondada, como si pensase arrojar la toalla antes de llegar a la meta. El mundo está gobernado por los peores y el sueño ilustrado parece desvanecerse. La esperanza llega del afanoso hombre que se sacudió el colonialismo para bregar por su independencia. De momento lo que le preocupa es sobrevivir, pero va descubriendo que tampoco a él le gusta ser gobernado. 




Dedicamos el último día a visitar Colombo. Ya no es la ciudad caótica, como cuando la vi por vez primera, llena de grúas, ruido y humo. La veo más pausada, aunque quizá se deba a que hoy es domingo. Hay una autovía que la cruza y altos edificios nuevos. Se nota la inversión china en infraestructuras. Hay una isla ganada al mar para convertirla en distrito financiero. Esa dependencia se nota en la fuerte deuda contraída.




Me conformo con el tour hecho con el bus. Hace demasiado calor para volver por la tarde. Hemos pasado por delante del Museo Nacional de Colombo, que como todos los de su género da una idea de país; el Templo Gangaramaya, junto al lago Beira, aunque ya hemos visto tantos templos budistas; el nuevo parlamento; la casa del presidente y las oficinas de la administración; el paseo marítimo; 




la Plaza de la Independencia, que conmemora la independencia de 1948 con un edificio que simula un templo budista; el Old Dutch Hospital, un edificio colonial holandés convertido en centro comercial con restaurantes y tiendas; la Lotus Tower, que Lalinde asegura es la torre más alta del sur de Asia, aunque no entiendo qué quiere decir exactamente, ¿acaso Kuaka Lumpur no está en el sur de Asia? Hemos podido ver los estratos sociales distribuidos por barrios ricos, de clase media y pobres.




Por fin, una de las imágenes guardadas en mi mente del anterior viaje era la playa de arena llena de esteras en las que el pescado se había puesto a secar. Recuerdo el montón de cuervos a la entrada de la playa. Yo diría que en esta isla hay más cuervos que palomas. Entonces no había como ahora toldos cubriendo las esteras ni personas vigilando. Tan solo los peces eviscerados al sol y nadie que vigilara a los cuervos cayendo sobre el pescado. Se ha ganado en salubridad, claro está, aunque no sé en qué porcentaje, ahora la sorpresa inicial viendo el enorme secadero ya no es tan rotunda. Eso sí, la gente que se acerca para fotografíar no aguanta mucho el olor.




Junto al sacadero hay un mercado local de frutas y verduras que por su colorido hay que visitar, en la playa Wellaweediya de Negombo.


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