Hay que entrar en la ruta de Kandy para llegar a lo que algunos llaman la capilla sixtina del budismo srilanqués, en Dambulla: un complejo de templos en cuevas. Hay más de 80 documentadas en los alrededores, pero cinco las que obligatoriamente hay que visitar, en el conjunto de arte sagrado más importante del país.
La entrada impresiona, una gran roca negra y debajo las cinco grutas cerradas con unos pórticos monumentales de un blanco resplandeciente, al gusto budista. De origen prehistórico, acogen pinturas y estatuas de la vida de Buda (150) de un valor excepcional. Se las llama cuevas doradas por el color predominante propio de la zona de Kandy. La cueva principal data del siglo I ac, aunque repintadas varias veces en los siglos XI, XII y XVIII. Incluso hoy ante nuestros ojos un equipo de repintadores se afanaba en las paredes. Hay que entender que el arte sagrado no tiene las mismas exigencias que el arte a secas. Lo importante en la religión es que las figuras aparezcan frescas y vivas.
En las cuevas se refugió al rey Valagamba, en un exilio de 14 años, huyendo del reino de Anuradhapura. Los monjes budistas le proporcionaron protección ante sus enemigos. Cuando Valagamba pudo recuperar el trono de Anuradapura, en el siglo I ac, como agradecimiento, mandó construir la primera gran cueva, la pintura que recubre el techo y las esculturas en roca que recorre todas las paredes.
La roca se eleva 160 m sobre las llanuras circundantes. Hay un total de 153 estatuas de Buda, tres estatuas de reyes y cuatro estatuas de dioses y diosas. Las últimas cuatro incluyen dos estatuas de dioses hindúes , Vishnu y Ganesha. Los murales cubren un área de 2100 m². Las representaciones en las paredes de las cuevas incluyen la tentación de Buda por el demonio Mara y el primer sermón de Buda, quizá la pintura más significativa.
La mañana es agradable. El sol todavía no ha empezado a picar. Por supuesto hay más turistas que creyentes. Tras bajar por una tirada de escaleras encontramos un enorme Buda, dorado por supuesto, que preside de espaldas la gran roca de las cuevas.
Siguiendo la ruta de Kandy llegamos a Nalanda Gedige. Aquí hay un edificio que se construyó hace 1000 años. Fue un período de gran agitación en la isla, en el que los reyes del sur de la India se establecieron tras el declive de la monarquía cingalesa. Es posible que el templo fuera un intento audaz de fusión de culturas cingalesas e hindú.
El de Nalanda Gedige es un pequeño templo de aire clásico, situado en un marco vegetal de gran belleza. Una curiosa fusión de arquitectura budista e hindú. Aunque no hay rastro de dioses hindúes, el diseño es claramente hindú. Hay un bajorrelieve erótico bastante erosionado por los elementos, relacionado con el budismo tántrico, similar a los famosos de Khajuraho, en la India. Se cree que data de algún momento entre los siglos VIII y XI. La belleza, como digo, la comparte con el lugar rodeado de bosque y estanques.
Si existe la vía de Shiva y Shakti hacia la iluminación (que es la de la felicidad), practicando los tantras, se hace difícil entender que tanta gente prefiera la vía budista.
Acabamos la jornada en el Jardín de las especias de Matale. Entre los siglos XV y XIX las especias fueron un fenómeno en el mercado mundial. La isla fue un destino para los mercaderes de especias. Por eso tantos quisieron convertirla en colonia. Y Matale es un lugar privilegiado para su cultivo.
Un guía con un aceptable español nos va mostrando arbustos y árboles de 15 especias: pimienta, nuez moscada, clavo, canela, cardamomo, jengibre, etc. Nos explica cómo se cultivan, se cosechan y se procesan en forma de cremas o de aceites y las distintas terapias de la medicina ayurvédica con la que se relaciona. Por supuesto, el objetivo es vendernos sus productos, pero son tan caros que pocos de nosotros picamos.
El final del día era un hotel en Kandy, pero había otra pequeña emboscada antes de llegar: una joyería donde se nos ha mostrado a través de un vídeo las piedras preciosas de Sri Lanka y luego la visita a la fabricación, el museo y la venta, sin gran éxito, hay que decir.
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