Todo
es dinamismo en el cosmos. El universo se expande imparable. Surge la vida. La
vida se organiza en células, en organismos pluricelulares, ¿has oído hablar de
la granulación?, unas especies aparecen y otras desaparecen, surge la
inteligencia. La inteligencia acelera la vida. Los genes se replican, la
dinámica de la vida selecciona. Estamos en el punto en que la tecnología que
surge del conocimiento y de la inteligencia lucha por independizarse de la
azarosa y ciega replicación genética.
La
inteligencia humana ha hecho que Homo Sapiens prospere y tenga éxito. En apenas
dos centenares de miles de años, un instante en el tiempo geológico, hemos duplicado
nuestra expectativa de vida, curado enfermedades y eliminado el hambre para la
gran mayoría de los seres humanos. Vivimos más sanos, con más comodidades y
trabajamos menos que nuestros predecesores. La tecnología y la ciencia permiten
producir alimentos en abundancia, eliminar enfermedades y transportar bienes a
donde más se necesitan.
También
ha generado disfunciones. El principal el impacto ecológico. La replicación
genética favorece a los más fuertes. Nuestra especie se ha impuesto a las demás.
Hemos pasado de mil millones a más de 8.000 en poco tiempo. Estamos
contaminando todos los rincones del planeta, provocando la extinción de
especies, el desplazamiento masivo de poblaciones y creando tecnologías de
doble uso: armas nucleares, edición de genes. ¿Llegará la Tierra a ser
inhabitable? Sin embargo, la inteligencia sueña con un futuro sin extinción.
El
destino de cualquier especie es la extinción, ha sucedido antes y sucederá
después en la inmensidad del cosmos. Los dinosaurios vivieron en la tierra
durante 160 millones de años. Nuestra especie lleva no más de 300.000 años, 2,8
millones de años si nos remontamos al primer Homo. Podemos modificar el ADN con
la edición genética, editar el genoma para suprimir enfermedades, suprimir
genes que conducen a personalidades patológicas; podemos soñar con cuerpos
preparados para hacer viajes interplanetarios en condiciones sin gravedad.
¿Podemos, pese a todo, tomar el destino en nuestras manos?
Si
nuestro neocórtex forja un modelo de mundo, si lo que creemos ver es una
simulación en lugar del mundo real, es fácil deducir que podemos
autoengañarnos, generar o aceptar ideas falsas sobre la realidad. Añadamos un
cerebro antiguo que induce emociones y comportamientos negativos. Las mayores
amenazas que penden sobre la humanidad las hemos generado nosotros. La nuclear
o el cambio climático son recientes. Podemos añadir las asociadas a los malos
usos de la tecnología. Si los dinosaurios vivieron durante 160 millones de
años, pocos apostarían por un periodo semejante para el homo sapiens.
Mucho
más especulativa y filosófica es la segunda parte del libro de Jeff Hawkins, Mil
cerebros. Si, como muchos opinan, toda civilización tecnológica está
condenada a desaparecer, qué hacer. Prolongar la vida es un sueño que bajo
diferentes formas ha impulsado a la humanidad. Los tecnoutópicos, más allá de
los avances de la medicina para prolongar la vida, contemplan dos
posibilidades: volcar el cerebro en un ordenador o fusionarnos con una máquina.
La primera opción parece poco realista, el cerebro volcado evolucionaría
independiente de nosotros. La segunda es más verosímil. Aun así, nuestra
supervivencia sería temporal. Qué hacer para dejar constancia de que estuvimos
aquí.
Quizá
haya una forma de preservar el conocimiento, la inteligencia y los productos de
nuestra especie. Crear máquinas tan inteligentes como nosotros mismos. Por su
constitución no biológica podrían sobrevivir más tiempo y viajar más allá del
sistema solar. Si nos extinguiéramos ellas continuarían.
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¿Pueden
las máquinas ser inteligentes? ¿Pueden tener conciencia?
El
pensamiento no es más que una activación secuencial de neuronas en el cerebro.
Las neuronas unas veces representan nuestra experiencia presente y otras una
experiencia o un pensamiento anterior. Esa capacidad de retroceder al pasado y
volver al presente - estoy activo, pienso y hago cosas - es lo que nos da el
sentido de presencia y consciencia. Las máquinas que funcionen con los mismos
principios que el cerebro - neocórtex - serán conscientes, sostiene Hawkins.
¿Serán un peligro, una amenaza existencial para la humanidad? No si somos
cautos, si no les introducimos los miedos y emociones propios del cerebro
antiguo, además podríamos desenchufarlas si fuese necesario: la inteligencia
genera modelos de mundo, el modelo resultante en sí mismo no tiene valores ni
emociones ni propósitos.
Que
sepamos, somos la única especie que sabe que el universo existe, que somos
vida, que la vida es frágil. Podemos preservar nuestro conocimiento a la espera
de que otros seres inteligentes lo descubran. En ese viaje hacia la
supervivencia además se descubrirán cosas inimaginables.
Jeff
Hawkins plantea una doble vía, dejar una huella tecnológica que contenga todo
nuestro saber fuera del planeta, mediante satélites que orbiten alrededor del
sol o construir máquinas inteligentes que se autorrepliquen, salgan de nuestro
sistema solar y lleven nuestra experiencia y saber a las profundidades del
universo con la esperanza de que seres inteligentes alguna vez, casi contra
toda probabilidad, capten la señal.
La
Vía Láctea tiene unos 13.000 millones de años. Puede que la inteligencia haya
surgido en varias ocasiones. Cuántas veces podría coincidir una inteligencia
tecnológica con otra. Una rarísima posibilidad. Cuánto puede durar la vida
inteligente en cualquier lugar de la vía Láctea. Cuán frecuente es una vida
tecnológicamente avanzada. Es probable que la vida inteligente haya
evolucionado miles o millones de veces en nuestra galaxia, pero es poco
probable que nos encontremos coexistiendo con otras especies inteligentes.
Vivimos
en el momento y en una zona privilegiada. Dentro de millones de años las
galaxias y sus estrellas estarán tan alejadas unas de otras que, si un
observador existiese en una Tierra - un islote en medio de un océano
deshabitado - le sería imposible observarlas, pensar incluso en su existencia.
¿Sucede
algo parecido con el homo sapiens? La amenaza existencial de su extinción, a
través de las armas nucleares o del cambio climático, no existía hace 100 años.
Para la especie entonces la vida era más segura, aunque para sus individuos
fuese más simple y precaria. Qué otras amenazas surgirán con el veloz cambio
tecnológico al que asistimos, por su mal uso. Podemos crear cepas de virus más
dañinas que el covid-19, que salió de un laboratorio chino, o bacterias que
podrían matar a toda la humanidad. Ya hemos aprendido cómo modificar el ADN.
" Las acciones miopes del cerebro antiguo, cuando se combinan con las tecnologías del neocórtex, capaces de alterar el globo terráqueo, se han convertido en una amenaza existencial para la humanidad".
Este
es un momento apasionante para estar vivo, conocemos más que nunca sobre el
universo y la vida, pero ¿estamos condenados a la extinción? El neocórtex nos
ha permitido convertirnos en una especie tecnológica, capaz de controlar la
naturaleza de manera inimaginable hace un centenar de años. Pero seguimos
siendo una especie biológica con un cerebro antiguo que nos hace comportarnos
de manera perjudicial para la supervivencia a largo plazo de nuestra especie.
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