viernes, 21 de febrero de 2025

Anora

 

 


No se hacen muchas comedias últimamente, salvo comedias familiares e infantiles tipo Santiago Segura, sin grandes exigencias. La comedia necesita credulidad, una especie de ingenuidad infantil. Vivimos en un mundo desesperanzado, cínico, por eso se hacen tantas películas de terror, la mayor parte de ellas sin interés, y también película y series de ciencia ficción a veces combinadas con el terror. Anora está hecha para generaciones que no han perdido del todo la esperanza, que mantienen una cierta credulidad: algo ocurrirá para que sigamos adelante.

Podría decirse que es una nueva Pretty Woman. Una escort, una prostituta de lujo, tiene la ocasión de enredarse con un retoño de un magnate ruso, un cuento de hadas donde el chico es encantador y fiestero, se desprende de los billetes con gran facilidad, habita una mansión lujosa y para colmo le ofrece desposarse.

La película tiene una estructura tripartita. Transita por la comedia loca, el drama con rusos y acaba en comedia romántica. Arranca con ritmo frenético, se tranquiliza en la segunda parte y es morosa, demasiado, en la tercera. Es entretenida, no pierdo ojo mientras la veo, pero, aunque está magníficamente interpretada, no han contenido el gasto en la producción y cada parte está bien ritmada en el montaje, con bruscos cortes en cada parte, la impresión final, mientras la pantalla se apaga en el interior del coche donde la pareja romántica se abraza, con el toque melancólico que la escena necesita, y el ruido del motor sigue sonando por encima de los títulos de crédito, es que Sean Baker, el director, no ha ido más allá que Santiago Segura en sus películas familiares. Obtuvo la Palma de Cannes, pero no es para tanto.

 


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