"Algo se ocultaba, acechándole entre el ir y venir de los meses y los años, como una bestia agazapada en la jungla. Poco importaba si la bestia agazapada estaba destinada a matarle o a morir. El punto decisivo era el inevitable salto de la criatura; y la lección decisiva que había que extraer era que un hombre con sensibilidad no se hace acompañar por una dama a una cacería de tigres. Tal era la imagen bajo la que había acabado por representar su vida". La bestia de la jungla. Henry James.
Buscando las mejores películas del año pasado doy con esta The Beast (Movistar), inspirada en el relato de Henry James (La bestia en la jungla, 1903). El director tenía unas cuantas ideas en la cabeza para convertirlas en metáfora de esta época, que no coinciden del todo con las de Henry James. Se pueden reducir a dos: la transformación que la tecnología está operando en la humanidad y la dificultad del individuo para reconocerse en una identidad, una identidad humana.
Ocurrirá una catástrofe como consecuencia: es la idea que está en el aire -en el aire de la peli y en la esfera digital que nos envuelve, unos lo relacionan con el clima, otros con el manejo de lo nuclear, en todo caso es el hombre el agente. Cuando el mundo comparado con cualquier punto del pasado está en su mejor momento no faltan los agoreros: descarrilará en cualquier momento, como si por el bienestar relativo del que disfrutamos hubiese que pagar un pesado arancel. Y lo estamos pagando. Al bienestar material le corresponde la miseria moral: la chabacanería, el feísmo, la profusión de bufones que aparecen en las pantallas televisivas (véase las galas de fin de año), la decadencia de la conversación, la soledad. En los cuentos que nos cuentan quienes fantasean con el futuro, la tecnología se nos muestra como algo negativo, un callejón sin salida que nos deshumanizará. Los beneficios suelen aparecer cuando a largo plazo echamos la vista atrás.
La idea que se infiere de la película, sin embargo, es que el evento catastrófico no será aparatoso, algo así como el fin del mundo, aunque juega con la idea (inundación de París en 1910; terremoto en Los Ángeles en 2014 y dominio de las máquinas en 2044 que ‘purificarán’ al hombre de cualquier miedo), sino que sucederá sin darnos cuenta, como dice un personaje de la película, será más invisible que visible, no en el mundo que nos rodea, sino en el interior de lo que hoy entendemos como 'ser humano'. El mundo que nos pinta The Beast es el declive del alma: con la tecnología nos libraremos de los sentimientos negativos, de los traumas, del dolor, a cambio de la soledad. Algunos se resistirán durante un tiempo, no se entregarán a la promesa tecnológica, pero al final todos caeremos en el mundo neutro, limpio, sin recuerdos, que nos ofrece la inteligencia artificial. La propia película parece caer en esa profecía maldita de un mundo despejado de emociones y sentimientos. Es fría y cerebral, con pocos estímulos para el disfrute.
Bertrand Bonello, el director, no ha conseguido, creo, convertir esas ideas en una historia que atrape al espectador. Juega con el paso del tiempo en tres fechas diferentes, comienzos del XX, ahora y un futuro cercano, para mostrar cómo han cambiado las relaciones personales, el amor, las de pareja, la isla en que cada uno de nosotros se ha ido convirtiendo. Es confuso, pero es una película estimulante, extraña, sí, pero dispara la inquietud del espectador no acostumbrado a este tipo de películas. Aconsejo leer primero el relato de Henry James para tener una idea de qué va la cosa.
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