No sucede a menudo estar en familia alrededor del
televisor, solo unas pocas veces al año; la tele, para algunos la única ventana
al mundo. Qué nos devuelve la pantalla cuando la miramos fijamente. ¿Somos tan idiotas? Puedes ir saltando de cadena en cadena, antes y después
de las uvas, aunque el momento más esperpéntico sea el de las uvas. La profunda
vacuidad de las vidas. Vulgaridad y desprecio.
¿No hay otro modo de estar juntos? Como si cualquier inquietud fuese una
ofensa, como si hubiese llegado la hora para la mayoría del no lugar para la
sorpresa. ¿Lo inesperado se ha extinguido? Si nos abandonamos a la ignorancia,
si renunciamos al conocimiento, algo o alguien ocupará nuestro lugar. ¿Acaso era cierto, era cierto que estamos al final, que el destino se ha
cumplido?
La prueba irrefutable de que 'los años' son cuerpos vivos es que, cuando te despiertas, se van, se escapan, huyen de nosotros para instalarse en una tierra suya, jamás volveremos a verlos. (de Fernández Mallo. Madre de corazon atómico. He sustituido 'sueños' por 'años').
Quizá hayamos tocado fondo y el 2025 sea diferente. Eso
espero.
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