Hubo un tiempo en que una película de Almodóvar era un acontecimiento, no español, mundial, ahora los que aún mantienen algo de interés por su obra, como yo, esperan a su segundo estreno en una plataforma de streaming (Movistar).
Ingrid y Martha, amigas en su juventud, se reencuentran en Nueva York después de muchos años. Martha sufre una enfermedad terminal y ha decidido adelantarse a la muerte. Tiene una hija, pero están distanciadas. Le pide a su amiga que le acompañe a la casa alquilada donde ha decidido despedirse del mundo, no sin tomar las debidas precauciones, porque en Estados Unidos la eutanasia es un delito.
Sin duda, podía haber habido ahí una gran película. Estaban los mimbres, dos grandes actrices, Tilda Swinton y Julianne Moore, y un tema, el presupuesto necesario y un director con experiencia, pero el manierismo y el meme en que ha devenido el director manchego ha desbaratado el proyecto.
La película es un manifiesto. En ella están dibujados con caracteres gruesos y coloristas las ideas que este mundo debe asumir, por encima de todas la libre voluntad de bien morir. Martha además de voluntariosa se muestra alegre y optimista. Llegado el momento, la muerte es un paso que hay que dar con decisión, incluso con regocijo.
Los personajes del Almodóvar decadente se mueven en el mundo de la élite del arte y el activismo: la protagonista es reportera 'de guerra' (en un flashback se la muestra en un campo palestino junto a dos carmelitas españoles entregados a la causa de los humillados y ofendidos), su amiga de infancia reencontrada, escritora 'de autoficción' (sic), recoge en una librería neoyorquina los libros que hay que leer, el amigo íntimo de las dos; en la película se habla con desenfado repetidas veces del goce sexual- es profesor y conferenciante anticlimático. Quién mejor para tener sexo. Sexo y muerte, el emblema conceptual - descarnado, quiero decir - de este Almodóvar. Al pobre John Turturro se le hace decir, desde la silla del interior de una cafetería, al mundo entero: amigos espectadores no pequéis con el neoliberalismo y la extrema derecha.
La habitación de al lado es el producto refinado de un diseñador: cada encuadre ha sido objeto de una composición meticulosa, una fotografía de estudio (de hecho, se ha puesto a la venta un libro con fotografías), hasta el punto de que en las primeras escenas es difícil apartar la vista del encuadre para concentrarse en el diálogo que, en paralelo, se somete a un destilado conceptual. La propia protagonista, una estilizada Tilda Swinton, es un meme descarnado ella misma tanto como el personaje que representa, listo para estampar en la camiseta con los colores reflectantes de Almodóvar. Esa obsesión por el perfeccionismo formal conduce a un manierismo que cansa, a la frase redicha y al meme. Estilismo y encuadre, en eso consiste el actual Almodóvar.
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