lunes, 20 de enero de 2025

Chin chin por Lynch, David Lynch. Trilogía II: Mulholland Drive

 



Al comienzo de la película - Mulholland Drive, quizá la mejor película de David Lynch -, en la carretera que sube hacia el monte donde brilla el letrero de 'Hollywood', hay un accidente donde un coche se empotra en otro. Hay muertos, pero una chica aturdida sale de uno de ellos con un bolso en la mano y baja a través del bosque a la ciudad. La chica ha perdido la memoria, no sabe quién es. Asustada, entra en una casa recién abandonada, a la que poco después llega otra chica a quien su tía le ha prestado la casa para que se presente a una prueba en un estudio.


David Lynch presenta la película como un puzzle que el espectador, como la chica recién llegada a Los Ángeles, ha de armar. Un puzzle con varias capas: el Hollywood clásico, las películas de género, los relatos enrevesados. Comparecen muchos de los tópicos a los que el cine nos ha acostumbrado: la chica ingenua que se somete a prueba para ser actriz, soñando con ser estrella; el ambiente podrido de la producción: tipos machistas de la peor calaña - la mafia de por medio -; el turbio corazón humano: esposas que engañan a maridos, fieros directores que acaban sucumbiendo ante el chantaje, mentes trastornadas. David Lynch pone a bailar en la misma pista a Hitchcock, Douglas Sirk y Howard Hawks.


Betty Elms (Naomi Watts), la chica ingenua de pueblo recién llegada, hace la prueba en un cuartucho de viejos babosos donde planean una película vieja. Betty sale airosa de la prueba, maravilla. Una mánager de actores que la ve la saca de aquel antro y la lleva adonde se va a hacer la gran película del momento – compárese con el panfletario guiño al feminista que Almodóvar inserta en La habitación de al lado: Buster Keaton, hombre solo, perseguido por una multitud de mujeres (24 años separan la película de Lynch de la de Almodóvar). Es significativo que, en los títulos de crédito, el primer nombre en aparecer sea el actor que interpreta al director, un personaje secundario, cuando la protagonista absoluta en Naomi Wats, también lo es la selección de actrices en el casting real, Naomi Wats frente a una Laura Elena Harring. Lynch emite señales en todas las direcciones.


En las miradas cruzadas entre el joven director y Betty saltan chispas de deseo. El director que hace el casting se enamora de ella y la quiere como actriz principal. El papel principal parece que será para ella, pero no va a ser así. La buena e ingenua Betty hace todo lo que puede para que Rita (Laura Harring), la chica aturdida, recupere la memoria. La primera noticia que tenemos, con Betty, de la personalidad de Rita es cuando esta abre el bolso que ha traído del coche accidentado y vemos que contiene el fruto de un botín, un chantaje o un atraco, pero Betty no le da importancia. Se enamora de ella. 


Mientras, al director la mafia le impone la actriz principal. Cuando Rita recupera la memoria y el estatus que tenía antes de la amnesia, el espectador, junto con Betty, empieza a comprender. Rita, que tiene ese nombre por la Gilda de Rita Hayworth que ve en un cartel de la casa del comienzo, es la chica que la mafia impone como actriz principal de la película. Entonces, se comporta como se comportan los seres divinos que son las estrellas de Hollywood: infidelidad, coqueteo sin restricciones, inmaterialidad. Betty se trastorna. Las obsesiones de Betty trastornada se unen a las ensoñaciones de Lynch: habitaciones alargadas, terciopelo rojo, figuras borrosas, personajes monstruosos, lo real tocado por lo onírico. David Lynch monta la película desde el punto de vista de la Betty trastornada, así se explican las escenas oníricas.


El cerebro sigue trabajando aunque estemos dormidos. A menudo nos da soluciones a problemas al despertar. Por muy enmarañadas que estén las historias que nos contamos, nuestra capacidad de maquinación tiene límites, también nuestra comprensión. Al final comprendes que la historia que David Lynch te está contando tiene que ver con la época mafiosa de Hollywood, de cuando la producción estaba en manos de la mafia de origen italiano, algo que el propio Hollywood nos ha contado a través de sus películas, también con el arte de hacer películas. Nuestro cerebro con independencia de nuestra conciencia recompone las piezas más allá de la linealidad narrativa a la que le tenemos acostumbrado. El arte de hacer películas está creando un lenguaje diferente al literario, pero como las demás artes, amplía nuestra capacidad de comprensión, ensancha la experiencia humana.



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