Corre 1945, a punto de acabar la guerra mundial. Franco otea en el horizonte el nuevo poder de Estados Unidos. Los americanos quieren empujarle para que bascule de Alemania hacia ellos. La OSS, organización previa a la CIA, envía a Madrid a uno de sus hombres con un plan. El hombre es Benjamín Smith, antes Benjamín Cortés. Su madre, una prostituta gitana lo depositó en la inclusa al nacer. Exiliado tras los sucesos de 1934, adquirió la nacionalidad americana. Tiene una habilidad gracias a su oficio de tipografo, es capaz de copiar documentos con total exactitud, sin que se note la diferencia. Los americanos le piden que plagie las capitulaciones de Santa Fe para tender una trampa a un coleccionista falangista de gran predicamento en el nuevo régimen.
Es el hilo que une la trama. Un policía, Alvar, su antagonista, sospecha que es un enviado del partido comunista y que está implicado en un atentado reciente en Cuatro Caminos en el que han muerto dos próximos al franquismo. A ese hilo se superpone otro, la relación amorosa que traban el gitano americano y una guapa mujer de la nobleza. El primer hilo le sirve al autor para mostrar el régimen represivo que ha montada la dictadura, la escasa y torpe oposición. El segundo para describir la sociedad madrileña posterior a la guerra civil, la pobre gente y los aristócratas que se sitúan en posiciones de poder alrededor de Franco.
En muchos aspectos es una novela de género, de espías y de realismo social, un documento de época. El autor es bueno cuando describe aquellos años, ayudado, sin duda, por el material que ha ido encontrando en sus visitas al rastro y a la cuesta de Moyano: el modo de vestir, el habla diferenciada -en el Palace y en las míseras viviendas-, las calles y negocios. Es magistral el capítulo de la montería, en el que el propio Franco protagoniza un suceso chusco. El pulso de los primeros capítulos lo reencuentra en los últimos, pero lo pierde en los centrales, en los que cae en lo genérico.
La lectura es ágil. Los diálogos vuelan, las descripciones concisas. Admira uno su habilidad de documentalista, en buscan de la precisión fotográfica y léxica. Una novela entretenida, dice su autor que la última que escribirá. Trapiello es un escritor de largo recorrido, retrata nuestra época en su Salón de los pasos perdidos, en la senda de Galdós. Nadie mejor que él responde al oficio del escritor.
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