Emilia Pérez es el nombre que se da un capo de un cartel
mexicano cuando decide transformarse. En la transformación no solo cambia de
género, también de mente. Es otro. Emilia Pérez es la película que se ha
llevado los principales galardones del cine europeo de este año. Jacques
Audiard nos ha dado unas cuantas buenas películas en los últimos años: Los
hermanos sisters, De óxido y hueso, Lee mis labios o Un profeta. Quizá esta
sea la mejor.
El malvado capo en un acto de voluntad inusitado decide ser
mujer, sin saber que eso le llevará a ser lo contrario de lo que fue, de matar
a ayudar a las víctimas. Si la historia nos fuese contada de forma dramática
tendríamos dificultades para creérnosla, pero el director inteligentemente
adopta la forma del género musical, aunque no un musical al uso sino en forma
de canciones musitadas, dichas, más que cantadas. El objetivo del director no
es darnos un seguido de canciones y bailes memorables sino mostrarnos el estado
de ánimo que acompaña a quien cambia de vida. Salvo el hecho de la
transformación no suceden grandes cosas en la película, una trama compleja como
se esperaría en un contexto de narcotraficantes. Solo al final hay un acto de
locura, venganza y muerte, quizá más por necesidades del guion, al modo de
Thelma y Louise.
La alegría del protagonista se transforma en contento en el
espectador al compartir su optimismo. Si los políticos de medio pelo han
presentado lo trans como estandarte del resentimiento, esta es una película
gozosa, una metáfora de que el cambio es posible y deseable en determinadas
circunstancias.
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