sábado, 23 de noviembre de 2024

Guinea Bissau

 


Después de salir de Casablanca, alterno la mirada entre el mapa que muestra el recorrido y la ventanilla que distingue entre los puntos de luz y la oscuridad. Muy pocas luces en la noche africana, como islotes en el mar. Atravesado Senegal apenas hay puntitos en la geografía de Guinea Bissau. No veo ningún otro avión en el aeropuerto. De las letras del nombre, Aeroporto Osvaldo Viera, iluminadas con neón, unas lucen y otras no. En la aduana no hay otros que los que llegamos en el vuelo.  


Nos agrupamos en las ventanillas de entrada; la policía aduanera utilizan el mismo sistema digital de reconocimiento de pasaportes que en Madrid. El trámite es rápido. La iluminación dentro y fuera es escasa, apenas se ven los coches o las fisonomias. Hay más gente esperando fuera que viajeros. La carretera de asfalto se alterna con caminos de tierra hasta llegar al hotel. Habitaciones espaciosas, limpias, nuevas, con cacharros inverter de ventilación. Es tarde, las 4 de la mañana.




La música de la emisora local se mezcla con el canto de las aves al amanecer. La noche pasa en un suspiro. Tengo la sensación, sin embargo, de haber dormido profundamente. Los pabellones del hotel se extienden a lo largo de una ría en marea baja, rodeada de manglares. El lugar promete pero no lo vamos a aprovechar. Bajo techado de cañas, a modo de pérgola, tomamos zumos de fruta azucarados y cafés de sobre. Del pequeño self service tomamos fruta, huevos cocidos y pasta de pescado. De frente, sobre el limo corretean pajarillos y, bordeando el agua, aves zancudas, algo más grandes que las garzas que conocemos. 




En otra mesa un grupo de mujeres y niños celebra un cumpleaños. Mujeres arrastran un seguido de globos de color. Niños se bañan en la piscina y luego todos cantan en el criolo portugués local los parabéns. Nos invitan al muy dilce pastel de celebración.




Es domingo. Grupitos de personas de vistoso colorido caminan a lo largo de la carretera hacia el mercado dominical de Quinhamel, o eso parece. Puede que algunos vayan a la Iglesia. Distintas iglesias se pelean por neófitos, en dura competencia con el Islam. En las poblaciones junto a la carretera se exponen sobre tierra batida pequeñas mercancías, algunas bajo techado de chapa. Se nota la animación dominical.




Llegamos al embarcadero. Un gran termitero y un enorme baobab con los frutos en sazón nos hacen ver que sí, que estamos en el África Ecuatorial.

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