Cuáles la palabra exacta. Piensa uno que el asunto de Valencia nos concierne a todos. No la desdicha de quienes han padecido la riada. Ese dolor es intransferible. Repugna ver a quienes se sienten doloridos en la distancia. Repugna saber que hay quienes desvalijan tiendas y casas abandonadas. Uno busca en primer lugar una mirada limpia sobre lo ocurrido. Los fríos datos, las frías cifras. Hay profesionales que deberían contarlo y describirlo. Si la prensa sigue teniendo algún valor es el del cuenteo y la descripción.
Hay que deslindar los hechos para que emerja la claridad. El día, las horas, los minutos en que la furia del cielo se desató y arrastró con el agua el barro y todo lo que iba encontrando a su paso. Cabe preguntarse qué pudo haberse hecho para que el daño fuese menor. ¿Pudo haberse encauzado el vértigo del agua? ¿Qué infraestructuras hubiesen sido necesarias? ¿Pudo prevenirse a la población con tiempo, qué avisos faltaron? Ocurrida la catástrofe, ¿pudo haberse reaccionado con más presteza?
Si nos sentimos concernidos, incluso viviendo a distancia de Valencia, es porque formamos parte de una comunidad. No importa que la hayamos encontrado hecha: hayamos nacido aquí o llegado de otro país. Aquí estamos juntos, aquí pagamos impuestos, aquí votamos a nuestros representantes para que organicen la vida en común. Hay una corriente que fluye y nos atañe: las noticias del día, el idioma común, los festejos, la electricidad deportiva. No solo es la solidaridad con nuestros vecinos, es una corriente de afecto que se va tejiendo a lo largo de la vida por todas las cosas en común que vamos viviendo juntos.
Nada podemos hacer por los que han muerto, pero sí mucho por los que sobreviven. Es el Estado, el organismo común que recauda y organiza, que vigila y distribuye, que repone y reconstruye el que ha de reparar los daños y volver a levantar lo hundido. La pregunta que cabe hacerse tras haber realizado el cuenteo y la descripción de lo ocurrido es si el Estado ha cumplido, si ha funcionado como debería, si en su tejido hay un roto que necesita ser reparado.
El Estado es el espacio tiempo en el que rodamos, sin él no hay solidaridad ni afectos, ni vida en común. El Estado es una maquinaria a la que hacen funcionar las personas, algunas por oposición o contratadas y, en la cima, los representantes políticos a quienes hemos dado la confianza de que sabrán hacerlo funcionar del mejor modo posible. Si no es así, si nos fallan, hemos de recriminárselo, de denunciarles si es el caso y de escoger con más tino en la próxima ocasión.
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