Los turistas son como aves de paso. Hemos visto a una pareja de franceses durante dos días, Ayer llegaron tres británicos. Y mientras paseo, al amanecer, por la playa de arena blanca, un par de jóvenes llega en una lancha neumática. No atracan, simplemente recogen a un guía local para ir probablemente al lugar de los hipopótamos. Dos córbidos de pechuga y cuello blanco me saludan con su hosco sonido. Los tres británicos, que anoche en la cena conocimos por la altanera voz de uno de ellos, con su guía, suben los aparejos de pesca en una barca con logotipo de una asociación de pesca internacional.
No hay brisa esta mañana que atempere el calor, el sol sale con fuerza. Trabajadores del hotel acarrean hacia las lanchas el material para la acampada en la isla de Poilāo. Allí esperamos ver el desove de tortugas. A uno de los trabajadores se le ha salido el hombro. Ángel con dificultad intenta recolocárselo. No lo consigue, tendrá que ir a Bissau. Anna celebra su cumple y el fin de su vida laboral. Para celebrarlo, durante el desayuno, nos ofrece bombones con un piquito de vodka en su interior.
Los desayunos aquí no son abundantes pero suficientes. Un panecillo, un quesito, una pequeña salchicha, un huevo o un trocito de tortilla, y mantequilla para acompañar las confituras propias del lugar: de baobab, de mango... Un muy ligero zumo de lima y un café o té, ambos de sobre.
La primera parada la hacemos en la Ilha dos Cavalos, parte del archipiélago del Parque Nacional Marinho Joāo Vieira e Poilāo. En Cavalos el sol cae de plano, hay vegetación pero no de sombra. Hemos traído unas sombrillas, por lo que apenas salimos del agua para soportar el calor y unos bichos que por la picadura se parecen a los tábanos.
Comemos de picnic, arroz y y unos trocitos de ternera en un táper. Mientras, Belmiro pesca para la cena de la noche. El paraíso debe ser parecido a esta isla, arena blanca, densa y verde vegetación, silencio, un mar calmo donde refrescarse, y molestos bichos con sus inevitables picaduras, eso sí, y dejar que pasen las horas sin preocupación.
Ya muy cerca de Poilāo nos reciben delfines con sus saltos. Damos un paseo alrededor de la isla, mientras el grupo de hombres que se encarga de nosotros monta las tiendas y lo necesario para acampar. Los baobabs destacan en el bosque aunque son más pequeños que los de Senegal. Parte del paisaje de la isla es el color bermellón de roca fragmentada, creíamos que de origen volcánico pero no es así.
Es la isla más cercana al océano, por lo que las corrientes marinas depositan todo tipo de desperdicios. Le pregunto a Hamilton, el encargado del parque -llevan el conteo de las tortugas y sus puestas-, si es leyenda urbana o verdad que los traficantes depositan en lugares recónditos de las islas cargamentos de coca. No lo niega. Alguien comenta, creo que Iris, que se han visto comportamientos extraños entre los tiburones como consecuencia.
Tras la cena han preparado un rico pastel para celebrar el cumple de Anna, de tamaño suficiente para servir un trozo para nosotros - quince- y el equipo laboral. Carmen se encarga de poner música guineana en el altavoz que le presta Hamilton. Algunos se animan al bailoteo.
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