Saliendo de Palermo, con mucha atención, los carriles de la autovía no están marcados o apenas se adivina las antiguas rayas blancas, para que los coches que vienen por un lado o por el otro no te rocen - casi todos tienen algún toque en la carrocería-, tras subir por una carretera curvada y bacheada, se llega a las colinas, en una de las cuales está el templo de Segesta, un impresionante templo dórico que nunca se llego a terminar. Ya desde lejos se ve algo que no cuadra con el adusto espíritu del dórico, una tela de colores blancos y azules envuelve parte de las columnas del sur. Es una intervención dizque artística moderna. Es imposible no maldecir su fealdad.
El templo, uno de los mejor conservados del siglo V, de 6 x 14 columnas nunca fue acabado. Los sicilianos a la hora de poner precio a sus monumentos no se cortan: 14 €. por el templo y el teatro. El conjunto de Segesta, la antigua ciudad griega, en la que Virgilio situó la tumba del padre de Eneas, Anquises, lo forman además del templo y el teatro, al que se accede por una empinada colina, tras dos km, la ciudad en excavación, que de momento no se puede visitar. El teatro griego, tras haber visitado la Jonia, no nos ha impresionado tanto.
Tras Segesta, Erice, una pequeña ciudad en lo alto de otra colina. Una ciudad dispuesta para el callejeo de los turistas. Las edificaciones son recientes, quiero decir, no griegas o romanos sino normandas o españolas: un castillo, un palacio y un montón de iglesias, y unas pocos restaurantes que, supongo, acabado septiembre, irán echando el cierre. No imagino a mucha gente por aquí cuando el tiempo se vuelva menos agradable. En un pequeño local, nos atiende una latina que pasa del italiano al español en cuanto nos reconoce. Tomamos una arancina y una especie de pastel de carne, muy ricos.
El día termina en Trapani. Una ciudad con dos grandes avenidas que corren en paralelo hasta que se encuentran cerca de la punta donde el Jónico se besa con el Tirreno. En la colorista catedral barroca vemos al obispo oficiar una mesa vespertina. Nos sorprende la afluencia católica de Italia. En mi memoria quedará el paseo elevado, el antiguo adarve que recorre la muralla, sobre la lengua de tierra y la bahía. Un rincón que no tiene precio al atardecer, justo antes de la caída del sol. Cuando llegamos al hotel de apartamentos Badía Nuova, nos invitan a una copa de vino. Tras el cheking accedemos a la hermosa terraza del hotel, dónde efectivamente nos invitan a una copa de vino siciliano, ¡a una copa por pareja!, el acompañante debe pagar la suya. Así son los sicilianos. Antes habíamos comido otra pizza, atraídos por una fila que desbordaba el local, pero esta vez no era la mejor del mundo. Trapani, qué bella ciudad, todavía no desbordada por los turistas.
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