jueves, 1 de agosto de 2024

Perspectivas, de Laurent Binet

 



En el clímax de esta novela, cuando Giorgio Vasari ve la sombra de la muerte caer sobre sí, su mente traza el mapa del lugar en que se halla. Gracias a la perspectiva ve el punto en el que todas las líneas confluyen, que es el punto en el que la flecha de su ballesta ha de incidir para salvar la vida. Lo hace rápido antes de que la mecha del arcabuz de su enemigo se consuma. La bala sale desviada y el hombretón que lo maneja cae desplomado. Más tarde, en otra carta, Miguel Ángel Buonarroti confiesa el gran descubrimiento geométrico de la perspectiva. Y aún más tarde, en un postrer capítulo, el antagonista Piero Strozzi salvará la suya gracias al artificio con que se construyó la catedral de Florencia.

Dos generaciones más han pasado desde que Brunelleschi en la cúpula de Santa María dei Fiori y Massaccio en los frescos de la capilla Branccacci pusiesen en práctica el descubrimiento teórico de Alberti. Sin ellos no habría existido la almendra del arte, el punto en que los hombres por segunda vez, tras Prometeo, arrebataron la gracia divina, según confiesa el propio Miguel Ángel, para, a través de la representación, volcar en los lienzos una copia exacta de la realidad. No solo eso, sino que fue el paso necesario para que Rafael, Leonardo y él mismo alcanzaran la divina trinidad del arte. Dueños del arte de la perspectiva, en ese momento único de la historia que se dio en la Florencia del cinquecento, las figuras se desprendieron de la malla de la geometría y se alejaron hacia el infinito, volátiles, vaporosas, más celestes que terrenales. Miguel Ángel en la cúpula de San Pedro y en la Capilla Sixtina llegó más alto y más profundo que nadie. Sus imitadores alargaron las figuras y crearon colores no vistos en la época de la tercera generación, la de los manieristas como Parmigianino, Bronzino o Pontormo.

Alentados por el espíritu de la Contrarreforma, el Papa y los príncipes italianos de la época creyeron que habían ido demasiado lejos, aunque Miguel Ángel asegura que, a pesar de sus alardes, nadie había olvidado las leyes de la perspectiva. El Papa encargó la tarea de cubrir las partes pudendas de las figuras miguelangelescas a Daniele Volterra, a quién por ello se llamó Il Braghettone, y los príncipes hicieron amagos de destruir las pinturas que se saliesen de la norma.




Ese es el espíritu que capta Laurent Binet en la novela Perspectivas. El eje se centra en la muerte de Pontormo, 
Jacopo Carucci (1494-1557), conocido como Portormo. Atormentado por la idea de no haber complacido a sus príncipes, Cosme I de Medici y Leonor de Toledo, quiere destruir su gran obra, los frescos del Diluvio en el coro de San Lorenzo de Florencia, comparables a la Capilla Sixtina. Pillado en su locura destructiva alguien se lo impide causándole la muerte. A Giorgio Vasari, a modo de detective, se le encarga la tarea de hacer luz sobre la muerte de Pontormo y de recuperar una pintura en la que la hija de Cosme I, María, es pintada como una Venus erótica entregada a Cupido. Catalina de Medici, reina de Francia y su valido Piero Strozzi, el retorcido Benvenuto Cellini, Bronzino y otros muchos tienen su papel en la comedia.


Laurent Binet no se conforma con dibujar el escenario y las líneas del drama, lo sitúa en el contexto geopolítico de la época, Francia y el Papa contra el duque de Alba, asentado en Nápoles, las luchas sociales de artesanos y comerciantes contra el poder de los príncipes, incluso da pinceladas de la vida amorosa de una joven medicea enamorada de un paje, a caballo entre el libertinaje y el matrimonio por contrato.




Un montón de personajes se cruzan cartas, en esta novela epistolar, por las que nos vamos enterando del desarrollo de la trama. La novela es entretenida, una especie de bestseller de calidad, que nos recuerda el arte y la historia de la Italia renacentista. En el siglo XVIII, ya con otros personajes, las pinturas del Diluvio en el coro de San Lorenzo fueron destruidas, por lo que solo a partir de los bocetos preparatorios podemos hacernos una idea de si eran comparables a las de la Capilla Sixtina.


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