martes, 27 de agosto de 2024

Mr. Klein y la banalidad

 




Estoy repasando las mejores películas de Alain Delon. Ayer me tocó Mr. Klein, de 1976, dirigida por Joseph Losey. El actor va de menos a más a lo largo del film, del impasible y odioso gesto inicial del coleccionista de obras de arte que se aprovecha del enrarecido ambiente contra los judíos del París de 1942, para comprarles obras a bajo precio, al personaje de creciente estrés, cuando es confundido con otro Mr. Klein, un judío. Alain Delon no era un actor tan limitado como parecía. Aquí va modulando la expresividad -a lo Robert Mitchum- desde la displicente arrogancia hacia lo que ocurre a su alrededor hasta su recta comprensión, pues lo sufre en sus propias carnes.




Pero no es la trama innecesariamente complicada lo que me interesa de esta película. Es cómo muestra la progresiva degradación de las instituciones, es decir, de la vida social y, en consecuencia, de la vida real de las personas. Losey apenas muestra señales de los nazis, del poder alemán sobre la ciudad, lo que vemos es la sumisión de la policía, del Estado, cómo todo va girando hacia el poder nuevo, ya no servidores del ciudadano, sino sus controladores, sus vigilantes, sus represores. Así, la persecución de los judíos, su cuerpo convertido en cosa: se escarba en su interior y se mide como objeto clasificable, en la tremenda escena inicial, sus propiedades confiscadas o devaluadas, sus costumbres ridiculizadas, su vida a ocultas como la de las ratas, con la complacencia o aprovechamiento de los 'buenos franceses', o con su indiferencia o su puesta a resguardo, atemorizados, hasta las desgarradoras escenas finales, expuestas, sin embargo, con la calma indiferente de quien mira creyendo que está a salvo, que no van con él las redadas, la estrella amarilla y el traslado al Velódromo de Invierno, los 16 y 17 de julio de 1942, penúltima estación del genocidio.


Alguien podría pensar que es un episodio histórico. Pero no lo es. Los 'buenos franceses' de hoy son los que miran a Venezuela sin ira, como si no fuera con ellos, indiferentes o resarcidos porque el voto de sus ciudadanos no se haya impuesto a los defensores del Socialismo del siglo XXI (algunos hasta difunden el bulo de que el ganador real es un agente de la CIA); 'buenos franceses' son los que ven en Putin, el brutal, al aguerrido contrincante del imperialismo yanqui y 'buenos franceses' son quienes no se alteran viendo la degradación de nuestras propias instituciones, que permite que el interés personal y las trapacerías de unos pocos se imponga al bien común, que se corrompa la ley para establecer categorías de ciudadanos o que se legalice la impunidad de los delincuentes. Es así como el Estado se debilita y los ciudadanos se desentienden de la política, primero indiferentes y luego atemorizados. Así le vida de las personas se torna débil, breve y piojosa.


¿Expuestos a la banalidad de las películas y series actuales, por qué no se reprograman en las cadenas generalistas las películas de Losey, Visconti, Antonioni o Luis Buñuel?


No hay comentarios: