El espectro electromagnético en el que nos movemos -vemos- es minúsculo. Desde que comenzó el universo que habitamos han transcurrido 14.000 millones de años. Cualquier objeto a más de esa distancia no ha tenido tiempo para que su luz haya viajado hasta nosotros. El espacio que ha ido creciendo desde entonces es visible en una pequeña parte, inmenso en la parte a la que no tenemos acceso. Minúscula es nuestra circunstancia. Floto por encima de las cosas como un ser alado. La parte que creo invisible de mí, quizá solo sea falta de interés para los demás. No les juzgo, qué soy yo (10 octillones de átomos ordenados de una determinada manera), qué son ellos en el vasto universo. Carezco de interés, incluso para mí, pero en lo que nos enfrascamos tú y yo es en nuestra biografía, que comparte cualquier hombre, todos los demás. El extraordinario misterio de la vida, el diminuto instante que habitamos, un chispazo en la nada, que está vivo y vibra. El chispazo eterno del instante. Todo la vastedad del universo se cifra en ese instante, sin él nada tendría sentido y el universo estaría muerto.
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