viernes, 21 de junio de 2024

Las Brontë

 



El reverendo titular de la parroquia de Haworth fue un personaje real, aunque podía haber sido perfectamente un personaje de novela. Llegó a publicar dos libros de poemas de temática campestre. Reconocía su excentricidad y se mostraba ufano de ella. Solía llevar una pistola encima y de vez en cuando, para descargar su ira, disparaba a la puerta abierta. Tuvo cinco hijas y un hijo, y como se esperaba de un caballero inglés de la época, puso toda su fe en el hijo, Branwell, del que se esperaba un gran futuro. Lo mandó a Londres a estudiar pintura en la Real Academia de Arte, con la intención de hacer de él un verdadero artista, pero aunque no era tonto su desidia hizo de él un hombre cualquiera. También influyó su visita a la National Gallery donde Branwell perdió la fe en su talento, si alguna vez la tuvo. Nunca fue a la Academia y gastó el dinero de su padre bebiendo ginebra en las tabernas. Branwell volvió a casa con la excusa de que le habían robado el dinero familiar. Su falta de voluntad y debilidad de carácter lo llevaron al alcohol y al opio, lo que destruyó la paz familiar. Pudo haberse redimido durante el breve periodo que pasó como preceptor en la casa de los Robinson, pero se enamoró de la señora de la casa y fue expulsado. Murió de bronquitis a la edad de 31 años. Sus hermanas lo acogieron de modo diferente. Charlotte, desesperada ante su derrumbe y consternada por el dolor que traía a la casa familiar; Emily, tratando de protegerlo, se compadecía de él, sin embargo, puso parte de su carácter en el rudo Heathcliff. Escribió Charlotte:


«Mi infeliz hermano, nunca supo lo que sus hermanas habían conseguido en literatura; no fue consciente de que hubiéramos publicado ni una sola línea . No pudimos hablarle de nuestras obras por miedo a causarle una punzada de remordimiento demasiado profunda por su tiempo malgastado y el mal uso de su talento».


Contra lo que esperaba el padre, y también sus conocidos, fueron sus hermanas las triunfadoras y no el desgraciado Branwell. Escribieron a pesar de la época. El poeta Robert Southey contestó al envió de poemas por parte de Carlotte:


«La literatura no puede ser la ocupación de la vida de una mujer, y no debería ser así. Cuanto más comprometida esté en sus labores, menos tiempo libre tendrá para ella, ni siquiera como forma de realizarse y recrearse».


Charlotte, Anne y Emily

La vida de la familia Brontë estuvo marcada por la pobreza, la enfermedad y la muerte. La muerte del padre era una amenaza en el horizonte para la supervivencia de las hermanas: dependían de sus ingresos. Sin embargo, el padre vivió hasta los 84 años pero la madre, tras haber parido seis veces en siete años, murió cuando las niñas eran muy pequeñas. "El hogar de los Brontë era en realidad una casa de mujeres, mujeres vivas y mujeres muertas", escribe Elizabeth Hardwick. De las cinco hermanas, las dos primeras, María y Elizabeth murieron de tuberculosis con doce y once años. El resto de las hermanas, las tres que se convertirían en las hermanas más famosas de la literatura inglesa, murieron también jóvenes: Anne con 29 (Agnes Grey), Emily (Cumbres borrascosas), con 30 años, y Charlotte, la más longeva, con 39 (Jane Eyre).


El carácter más interesante, el más complejo, es el de Emily. Incapaz de vivir fuera de la casa paterna, de tener experiencias ajenas, tan entregada a paliar la desgracia de su hermano, tan protectora que le siguió al otro mundo solo tres meses después de que esté muriera. «Te regocijarás por los que viven, porque viven para morir...», escribió, como si la muerte fuese preferible a la vida. Ese carácter oscuramente romántico lo transmitió a su gran obra, Cumbres borrascosas.


Emily tenía talento para indagar en la zona sombría del alma humana, Charlotte y Anna, más convencionales, capacidad para retratar en sus novelas el sentir femenino del siglo XIX. Escribe Elizabeth Hardwick:


«Las hermanas Brontë ejercen una fascinación renovada en nuestra imaginación. Tenían talento, una buena educación, especialmente siendo autodidactas..., y estaban desesperadas. Su seriedad y su pobreza las apartaron para siempre de los intereses y caprichos de las jovencitas respetables... Llevaron consigo el desaliento de su clase y situación».




Elizabeth Hardwick, cofundadora y directora del The New York Review of Books, recoge en este libro, Seducción y traición. Mujeres y literatura, análisis críticos de un puñado de mujeres, desde la ficción del teatro de Ibsen hasta escritoras como las Brontë, Sylvia Plath o Virginia Woolf, desde las mujeres a la sombra de grandes autores como Zelda Fitgerald, Dorothy Wordsworth o Jane Carlyle a las arrebatadas por grandes seductores de la literatura como la Elvira del Don Juan o la Clarissa de Richardson.


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