lunes, 27 de mayo de 2024

Zona de interés

 



No pude ver la película cuando se estrenó, ni asistí al debate sobre el asunto que plantea, si es que lo hubo. Zona de interés es una película abstracta sobre la naturaleza humana, el gran asunto al que nos acercamos cada vez con más rigor gracias al conocimiento que vamos adquiriendo con la neurobiología y la psicología evolutiva. En el libro de Martin Amis, en el que vagamente se inspira la película, hay emociones que circulan entre los personajes que viven junto a la 'zona de interés' -la mórbida atracción de Golo por Hannah, la esposa del comandante de Auschwitz-, con independencia de lo que ocurre en el interior del campo de exterminio. Al lector se le da la posibilidad de una emoción reactiva en contra de esos personajes amorales. La película, sin embargo es tan fría que todo sucede a nivel conceptual. Vemos la vida de una familia alemana, padre, madre, hijos y allegados, con sus aspiraciones pequeño burguesas de promoción y exhibición social. Una casa ordenada limpia moderna, un jardín que combina parterres de flores con una cuidada huerta. Da la casualidad que el padre es el comandante del campo y que el otro lado de la valla que separa la casa y el jardín sucede lo inimaginable. Mientras la familia vive una vida normal, eso sí, con sirvientes -esclavos en realidad- a los que vemos moverse sin alma, del otro lado llegan los sonidos de lo atroz sin que veamos otra cosa que breves planos del humo que emerge de las chimeneas de la muerte.


No hay un Golo y una Hannah que nos repugnen porque jueguen al amor en esas condiciones, ni hay un Szmul que particularice a la víctima, tan solo se nos concede un momento de relax moral: la desaparición de la abuela que estaba de visita y había elogiado el rincón de civilización burguesa que su hija estaba levantando en aquel lugar alejado de Berlín, después de que vea por la ventana de su habitación las llamas y el humo tras el que adivinamos con ella su bárbara procedencia.



La pregunta que cabe hacerse no es tanto si en una situación parecida como aquella, tan extrema, nosotros nos hubiésemos comportado del mismo modo que la familia de la película -ya lo sabemos por la experiencia histórica, en todas las ocasiones el hombre se integra en el rebaño para salvar el pellejo-, la pregunta que cabe hacerse es si la vida común no se asemeja a esa vida en el extremo, no es solo que soslayemos la certidumbre de la muerte, porque de otro modo vivir consistiría en remontar una y otra vez la piedra de Sísifo, hacemos como que no vamos a morir, es que la vida social se desenvuelve en una atmósfera de corrupción y engaño que opacamos con un velo en el que están pintadas la justicia, los derechos y las buenas obras. Toda la vida social se esconde tras el enorme trampantojo de las creencias; se sostiene en la fe. Lo mismo sucede con la vida del individuo, oculta por capas y capas de opacidad.



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