viernes, 12 de abril de 2024

Vai via

 



Si uno se lleva mal con el cónyuge, si ha recibido heridas, insultos y amenazas de muerte lo propio es proceder a la separación. Habrá hijos y larga vida en común, hijos que se pongan del lado de la víctima e hijos que celebren la violencia del victimario, que lo festejen incluso. Las vidas de los habitantes de un país se parecen mucho a los miembros de una familia. Hay afectos y rencillas, normas y desajustes en la convivencia. Las comunidades que forman el Estado español han tenido una historia común, pero no siempre estuvieron juntas. Hacia 1812 y de nuevo en 1978 decidieron firmar un documento de convivencia basado en la igualdad de todos y la libertad de cada uno. Una parte de la ciudadanía del País Vasco firmó preservando privilegios, otra siguió matando a ciudadanos del Estado por el hecho de ser españoles. En procesos electorales sucesivos, donde se reafirmaba la voluntad de seguir juntos, una parte de los ciudadanos vascos han reafirmado su voluntad de tener privilegios exclusivos y otra cada vez más creciente apoyó a la facción de quienes consideran que la violencia no es condenable. La suma de quienes quieren preservar la unión en condiciones de igualdad es cada vez menor. ¿Tiene sentido mantener un matrimonio así, donde la igualdad no se quiere y la libertad está condicionada?


¿ Quién tiene miedo al referéndum?


La perdurabilidad y la esencia de las patrias son ilusiones, convenciones. Los matrimonios y las naciones son uniones temporales. Con los fríos datos de la política contemporánea España es un agente menor. No es nada fuera de la Unión Europea, el único garante de que la libertad y la igualdad sean factibles. Ya ocurrió con Chequia y Eslovaquia. Es más útil, con más futuro, por tanto, la convención de la ciudadanía Europea que la española. Para la salud política y mental, también económica, de los ciudadanos españoles pocas cosas serían más sanas que la separación. Si los ciudadanos vascos optan elección tras elección por la desigualdad y el privilegio y por convertir en héroes a los asesinos, qué sentido tiene mantener una unión tan desequilibrada. Lo más sensato sería proceder a la reforma de la Constitución, de modo que por un procedimiento constitucional se procediese a la separación mediante un referéndum de doble vía: que la separación se produzca tanto porque la mayoría de españoles lo quiera o porque la quieran la mayoría de los vascos. En ambos casos. Separados, Españoles y vascos, sustituiríamos la desconfianza y la tristeza por la alegría vital, reencontraríamos la igualdad e incluso la fraternidad dentro del espacio común de la ciudadanía Europea. Con el tiempo olvidaremos el desprecio y las humillaciones que van unidas a la superioridad moral de una parte sobre la otra. Vai via.



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