viernes, 19 de abril de 2024

Deposiciones emocionales

 



Todo el mundo debería tener un lugar donde hacer sus deposiciones emocionales, como cuando vamos a diario al baño por necesidad. El mundo del deporte es un lugar magnífico. Yo mismo me desahogo cuando veo ganar a mi equipo, o cuando veo perder al rival. El ser humano pivota sobre dos ejes, cerebro y mente, cuerpo y espíritu, emociones y razones, la vida espumosa y el sacrificado pragmatismo. Es innegable su existencia y su contradicción, aunque al constituyente básico de ambas sea la materialidad, pues nada nos insufla desde fuera un ente superior que nos divida y gobierne.


La vida ordinaria que llevamos está orientada por esos dos ejes. Pensemos en el amor/sexo, parece que estén unidos pero son muy diferentes. Amamos a nuestros hijos o a nuestros padres, pero nunca tendríamos sexo con ellos. Tenemos sexo con personas a las que nunca amaríamos. A veces, combinamos ambas por breve tiempo. Gran parte de nuestros problemas derivan de su confusión. De ahí, el difícil trato matrimonial donde se combinan la atracción sexual, al menos al principio, y el amor conyugal posterior. El amor es un sentimiento, el sexo, una necesidad fisiológica, orgánica. Lo mismo sucede en la dupla idealismo/política. El primero cae en el lado del sentimiento, el segundo en el de la fisiología, la fisiología social. Los sentimientos son privados, evolucionan, graduables, evanescentes, difíciles de medir y ordenar. El mundo de la necesidad está sometido a reglas para el buen funcionamiento del cuerpo, físico o social. Lo que hacemos con el tránsito intestinal, regularlo, debemos hacerlo con la política: leyes normas reglamentos para que el organismo no se desarregle. Los problemas derivan de llevar el idealismo a la práctica política. Por eso es tan nefasto que los jóvenes se hagan con el poder, porque confunden amor y sexo. Los jóvenes, desarbolados por un cerebro todavía en formación, con las hormonas desatadas tienden a ver la vida de forma pasional, lo que a menudo les lleva a la violencia para satisfacer sus deseos: desde el maltrato a la pareja hasta la revoluciones. Tenían razón los clásicos cuando llenaban el Senado de ancianos, al suponer que estaban menos dominados por las pasiones.


El sexo consentido, el idealismo político o el misticismo religioso, si se reducen a la esfera privada de los sentimientos, hacen mucho bien, funcionan como válvulas de escape. Hay que promocionarlos como práctica privada, pero al mismo tiempo desaconsejar o incluso prohibir el proselitismo. Ser fan del Madrid del Barça del PSG o del City no tiene ninguna trascendencia: la guerra que mantienen es simbólica, no se traduce en derramamiento de sangre.


Por eso es tan importante encontrar un lugar donde depositar las emociones. La aventura, los deportes de riesgo, los viajes, una vida sexual amplia y desacomplejada, pero también, cuando el ardor juvenil amaina, lugares benévolos como cualquier tipo de entusiasmo relacionado con los conciertos de música o la afición deportiva, incluso la filiación religiosa sirve a condición de que no convierta a sus files en militantes fanáticos. Hazte fan de un club de fútbol y expulsa tus emociones.


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Musik. Y cuándo volverás, ¿un día o jamás?



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