miércoles, 25 de octubre de 2023

La zona de interés

 



"En enero de 1933, cuando el NSDAP tomó las riendas de la Cancillería, una pequeña mayoría de alemanes sintió no solo horror, sino un barrunto onírico de lo irreal".


'Lo que sucedió' en Centroeuropa y Europa del Este entre 1941 y 1945 es un agujero negro que apenas deja escapar alguna luz. Algunos han tratado de buscar explicaciones, el porqué de lo que sucedió; otros como Claude Lanzman, el realizador de Shoah, afirman que es inútil abordar el tema para buscarle sentido. Mostrar los testimonios los lugares las cifras los documentos de lo que sucedió debería ser suficiente. Martín Amis en la digresión final del libro, en la que hace un resumen de lo que se ha escrito y de los puntos de vista, adopta la posición de quienes buscan un porqué. Debería haber una explicación para lo que sucedió. Pero acaba concluyendo que solo la locura podría explicarlo.


Martín Amis construye en La zona de interés un artefacto entre lo ensayístico y la ficción para tratar de entender lo que sucedió. Sin embargo lo que muestra es una serie de tipos y su comportamiento en un escenario donde la vida no encuentra los límites naturales sino los artificiales debidos a una voluntad delirante: un espacio 'la zona de interés' que linda con el campo de concentración donde la muerte (básicamente de judíos) es un proceso maquinal que adopta el sistema industrial de eficiencia. Los capítulos siguen tres monólogos entrecruzados de tres personajes significativos: Paul Doll, el jefe del campo de concentración, trasunto de Rudolf Höss, borracho débil feo, escribe de modo desordenado y bufonesco en un diario; Ángelus (Golo) Thomsen, sobrino del secretario privado del Führer, Martín Borman, lo escribe a posteriori, en un estilo lleno de referencias cultas; y Szmul, que está al cargo del peor de los trabajos, un sonderkommando, descrito como "uno de los hombres más tristes en la historia del mundo", pone su reflexiones secas y desesperanzadas en un papel que enterrará a la espera de que alguien lo encuentre.

Martín Amis utiliza la primera persona en cada uno de los casos para describir sus psicologías no diferentes de las nuestras, donde los comportamientos y emociones son parecidos salvo en ese agujero negro incomprensible que les llevó al pozo del horror. Sin embargo a pesar de la primera persona que nos aproxima a su psicología lo que cuentan dispara nuestra desazón hasta hacer imposible que nos identifiquemos con ellos.

Doll representa a los esbirros, engranajes de la máquina de matar: las personas como él no dudan del trabajo que han de hacer, no suben a su conciencia el orden moral, se espera que cumplan órdenes, que acepten como verdades lo que otro ha dispuesto, incluso aunque su trabajo sea un lastre para la victoria en la guerra que sigue su curso. La contrapartida es la autodestrucción. Thomsen representa a los millones de alemanes que sabían y aceptaban; muchos de ellos contribuyeron a que el engranaje funcionara y se beneficiaron del sistema del horror. Tenían dudas, quizá escrúpulos morales, pero afirmaron que no podían hacer nada. Thomsen está a cargo de la supervisión de la construcción de Buna-Werke (Auschwitz III), un subcampo donde se trata como mano de obra esclava a los condenados para producir caucho sintético y combustible para el frente por la empresa IG Farben. Se ve a sí mismo como un Mitläufer, aquellos que siendo culpables no lo son lo suficiente como para ser juzgados en los tribunales de Nuremberg. Szmul es el jefe del Sonderkommando, uno grupo de prisioneros judíos obligados a ayudar en los asesinatos y las enajenaciones, cuya muerte también está programada.


Mientras el ejército alemán está siendo derrotado en Stalingrado, la leve trama de la parte novelesca del libro, la obsesión sexual -casi un amor romántico- del apuesto ario Thomsen por la esposa de Doll, Hannah, una mujer sensible atormentada por el trabajo de su marido, y la investigación sobre lo que le sucedió al primer amor de esta, Dieter Kruger, un comunista de la resistencia, es una excusa para mostrar el contraste entre la vida que sigue a pesar del horror a este lado de la zona de interés y la muerte programada de los condenados que van llegando. Si en casi todo el libro no hay lugar para el descanso del lector de novelas, es en el epílogo donde aparecen las emociones que nos hacen humanos, emociones que, sin embargo, no pueden eludir el lugar de donde surgieron y que las inhabilita.


Uno de los valores del estilo de Martin Amis es el de dotar de lengua propia a cada uno de los monologuistas. Doll escribe destrozando la sintaxis; Golo Thomsen ofrece un relato, alejado de los acontecimientos, elegante y lleno de referencias cultas, que suaviza la condena que merece; Szmul es un testimonio muerto.


Andrew Bernstein escribió que "El genocidio nazi es, en cierto modo, algo capital para el entendimiento de uno mismo". Me temo que esta consideración solo sea válida para la generación que está en lo más alto de la pirámide demográfica por debajo de la cual 'lo que sucedió' es muy lejano y apenas le afecta en su modo de entender las cosas. ¿No debería ser un conocimiento continuamente actualizado? La gran pregunta sigue siendo por qué hombres y mujeres cultos sin necesidades económicas en el mejor momento de la historia de su país hicieron lo que hicieron, por qué se dejaron llevar por la locura. No tanto el misterio ante lo incomprensible como el asombro nos asalta cuando vemos como el alemán aquiescente si no entusiasta del día anterior se convierte de golpe en un 'No sabía nada sobre eso' (Icht wusste nights uber es). De hacer caso a la sentencia de GW Sebald: 'Ningún nombre serio piensa en otra cosa', sobre lo que sucedió en la Alemania de la primera mitad de la década de los 40 del siglo pasado, nuestra época sería una época de hombres frívolos. Las palabras de Sebald no son muy diferentes de lo que Adorno dijo sobre la poesía después de Auschwitz. Pajas mentales de intelectuales.


La primera vez que leí La zona de interés hice esta otra reseña.





1 comentario:

Juan dijo...

El alemán medio y el alemán culto aprobó al nazismo básicamente por dos razones : porque los medios de la época lo apoyaban , los medios hacen mucho es muy difícil ir a remolque de la "autoridad moral " de los medios y situarse en en bando marginal de lo alternativo, la otra razón es que los medios usaban un argumento muy poderoso para la masa y que hay que tener mucha finura intelectual y moral para no comprarlo "el fin justifica los medios " la masa compro que eliminar comunistas y judíos (que en esa época eran parecidos a los musulmanes con velo y túnica religiosa ) era "bueno" para preservar la existencia de la civilización occidental y sus valores contra el doble " enemigo" izquierda y religiosos extranjeros , hoy se dice lo mismo contra parecidos , izquierda y musulmanes, con los mismos argumentos y se justifica lo mismo , como en la guerra de Irak, Hiroshima, gal o en Gaza, como occidente no puede comprender a los nazis que tenían "enemigos " parecidos y buscaban lo mismo "supervivencia de la civilización occidental laica y blanca" y los dos decían "el fin justifica los medios ", el que aseptico aplaude pulsar el botón sobre Hiroshima o Gaza en que se diferencia del que invade Polonia o aplaude eliminar comunistas y extranjeros , que diferencia hay entre Rosenberg y ayuso o Aznar? En Rusia ya lo ven igual , en Rusia ven que a los nazis a los que enfrentaron son los mismos que en occidente que apoya a ucrania y al estado israelí si occidente no lo ve por qué lo iban a ver los nazis