Todo bien hasta llegar a Carrascalejos. Tras un generoso desayuno, gracias a la previsora compra en un súper la tarde anterior, salimos de Talavera de la Reina -por María de Portugal a quien Alfonso el Onceno regaló la ciudad por su boda- apreciando lo que el día anterior no habíamos visto: la basílica, las murallas y las torres albarranas, el puente romano. Seguimos un camino junto al Tajo espléndido pues baja bien cargado, con algunos charcos pero con poco barro; el día luminoso, quizá en exceso porque el sol aprieta; Oropesa de Toledo, una villa desconocida pero semejante, por su monumentalidad, en muchas cosas, a la Lerma ducal, en este caso gracias a Francisco de Toledo, virrey del Perú: merece la pena que se pase por aquí quien no la conozca; El Puente del Arzobispo; dehesas como las de Salamanca con bellas encinas aunque no hemos visto vacas ni toros; todo bien hasta llegar a Carrascalejos -ya en Cáceres-, digo, entonces, ha empezado una subida larga que me ha destrozado las piernas: estaba al límite, he tenido que parar en una de las curvas para tomarme un poco de chocolate porque estaba a punto de pájara: al acabar la subida había un altarcito con la imagen de la Virgen de Guadalupe, quizá el lugar donde se apareció; las piernas me seguían doliendo pero hemos bajado hasta Navatrasierra: mientras comíamos en un bar de la localidad hemos decidido que por hoy bastaba, tras 91 kilómetros; la intención era llegar a Guadalupe -40 kms más con subidas- pero al menos un par de los cuatro no podíamos más. La gente que nos encontramos es atenta, con ganas de hablar e informar, las raciones de los bares generosas; no parece que estén a disgusto viviendo en zonas tan apartadas, ajenas al insensato estrés.
Estamos en una casa rural que es una cucada, rodeados de montañas por los cuatro lados: ahora mismo escucho esquilones de vacas, ladridos multiplicados por el eco de los montes y la pajarería que sobrevuela las casas de este pequeño lugar; el sosiego de esta tarde primaveral está a punto de paraíso; el sol aparece y desaparece entre las nubes que se agrupan y oscurecen anunciando las lluvias de mañana. Tengo las piernas doloridas, rampas de vez en cuando, pero puedo decir que hasta hoy el viaje merece la pena. Veremos mañana.
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