viernes, 26 de mayo de 2023

Un caballero a la deriva

 


Harry Preston Standish es un caballero neoyorquino que trabaja en la agencia de bolsa Pym, Bingley & Standish. Standish posee 'cierta cultura, unos arraigados modales elegantes, y una mente que apreciaba las cosas más tranquilas y 'refinadas', de la vida... Atento con los niños y capaz de saludar con una reverencia a las damas aunque sin inclinarse demasiado, y caminar por el lado derecho de la calle', es decir, un caballero. Sin embargo, cansado de la vida monótona que lleva de corredor de bolsa, amante esposo y padre de dos hijos, decide tomarse un descanso. Viaja por el Pacífico, de California a Alaska y vuelta, y luego prolonga el viaje al embarcarse desde Honolulu hasta Panamá, en el Arabella, un barco de carga que admite pasajeros; es entonces cuando, tras resbalar en una mancha de grasa, cae por la borda: 'un caballero a la deriva'. Tiene 35 años.


La novela va alternando dos escenarios, mientras el tiempo discurre lentamente durante una jornada soleada en medio del océano. Por un lado las sensaciones y pensamientos de Standish, flotando en la soledad del mar. Por otro los pasajeros del barco que viven la plácida vida del viajero, ajenos a lo que ha ocurrido: una pareja de misioneros, los Brown, la señora Benson con dos hijos; Nat Adams, un viejo granjero con dentadura postiza, que quiere tomarse unas vacaciones en Centroamérica, y que había encontrado en Standish un compañero de conversación; el capitán Bell, encerrado en su camarote, dedicado a montar una goleta de cuatro palos dentro de una botella, su segundo, Prisk, y el resto de la tripulación. Cuando Standish cae por la borda nadie se da cuenta y, lo que es peor, nadie lo echará de menos hasta muchas horas después.


Nat Adams recuerda una frase que Standish le había dicho: ‘Adams, es una lástima que un hombre no pueda vivir siempre así, limitándose a ser feliz sin tener que buscar una razón’. A posteriori, cuando Adams reflexiona sobre las causas que imagina pueden haberlo llevado al suicidio, la ve como un signo de lo que ocurría en la mente de Standish. Sin embargo, el lector sabe que no es así, que la frase tiene un sentido más literal. A partir de esa frase, dando por cierto que ha sido un suicidio y que su rescate, después de tanto tiempo, no es verosímil, los pasajeros se ponen a especular sobre la vida pasada de Standish, una vida familiar fracasada, aunque el lector sabe que son especulaciones sin sentido.


El sol estaba a punto de desaparecer en el horizonte, ‘Respirar se le antojaba una tarea imposible, y todos sus músculos estaban cansados más allá del límite de la resistencia humana’, cuando Standish, para no perder toda esperanza imagina lo que dirá a los periodistas que le reciban en Panamá y, luego, lo que dirá a su mujer e hijos, Olivia, Junior y Helen, ya en Nueva York, sobre su experiencia de estar a la deriva durante tantas horas, como si la posibilidad del rescate no fuese una quimera. También imagina cómo sería un suicidio bajo el agua, para descartarlo.


"Tuve todo sin necesidad de pedirlo -se dijo sintiéndose extrañamente entumecido de frío bajo el agua-, y ahora no quiero morir, pero eso no lo conseguiré. Por más que lo desee, por más que haga, hay un deseo que no será satisfecho".


Bajo la aparente simplicidad estructural de la novela, hay una tercera trama semioculta, a la que accedemos mediante adjetivos o frases añadidas aquí y allá que aluden a la complejidad de las relaciones humanas: la soledad infranqueable del capitán Bell; la necesidad de Nat Adams de encontrar el amigo que nunca he tenido con el que poder conversar; el silencio sectario de los Brown: un mundo cerrado de solo dos personas; el deseo no manifiesto de Standish por la señora Benson y de esta por él, que solo al final, cuando todo es imposible, aparece en la mente liberada de Standish: follar con ella, y de modo más elaborado en la imagen que el narrador pone en la mente de la señora Benson: su desesperado deseo de ser amada.


Es un prodigio extraordinario en el que no nos paramos a pensar, pienso al acabar la novela, la cantidad de veces que nuestro corazón ha latido hasta el momento presente sin desfallecer una sola vez. Multiplica 60 (el latido promedio) por los minutos de un día, por los días del año y por los años que has vivido. Todos esos latidos, ¿no es extraordinario? Y para colmo, no te importa tal proeza sino que tu corazón caiga rendido de amor, aunque para ello tenga que doblar el número de latidos, como la señora Benson cuando pasea sola por la cubierta de botes, mirando las estrellas y con un desesperado deseo de ser amada.


Como Standish, Herbert Clyde Lewis también tuvo dos hijos, chico y chica, y también murió joven, algo menos joven que Standish (35 este frente a los 41 de aquel). Fue un culo inquieto toda su vida, vivió en China y en varias ciudades de Estados Unidos. Trabajo de periodista, escribió cuentos y novelas -Un caballero a la deriva fue su primera novela de tres; se quedó sin dinero, trabajó en Hollywood, trabajó en publicidad, volvió a los periódicos y otra vez como guionista a Hollywood; fue nominado por It Happened on 5th Avenue (Sucedió en la Quinta Avenida) pero no se llevó la estatuilla; sufrió una crisis nerviosa y se convirtió después, ya en Nueva York, en el editor de la revista Time. Su corazón dejó de latir el 17 de octubre de 1950.


Yo que tú saldría corriendo, ahora que los libros son un poco más baratos por la Feria del libro, a comprarlo. Encontrarás pocos con una prosa tan diáfana al servicio de lo que quiere contar.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buen resumen del libro y de sus diferentes y a veces sutiles escenarios. JR.

Toni Santillán dijo...

Gracias JR