martes, 1 de junio de 2021

Patrick Melrose




El debate político por su naturaleza ofrece soluciones simples. Por eso se exacerba fácilmente hacia posiciones dicotómicas. La naturaleza humana es poliédrica y no acepta soluciones binarias. Como la política es generalista crea problemas cuando entra en terrenos pantanosos como el género o el dimorfismo sexual. La ciencia trata de poner orden clasificar definir delimitar. Adonde no llegan las ciencias formales, incluso allí donde la filosofía y la psicología lo tienen difícil, la poesía o la narrativa ofrecen mejores vías para entender la complejidad del alma.

El escritor británico Edward St. Aubyn ha intentado exponer su mundo en cinco novelas. Se dice de ellas que son semiautobiográficas. En diferentes ocasiones me puse con la primera y la cuarta aunque no pude completar su lectura. St. Aubyn posee el estilo refinado y tortuoso de la clase alta británica ("inundar situaciones difíciles con palabras", en palabras de St. Aubyn), estilo que literariamente ha cumplido el papel separador de los códigos de conducta diferenciales en las relaciones sociales. Irónico seco distante. Patrick Melrose (Movistar) es una miniserie en cinco capítulos, cada uno de los cuales resume una de las novelas. Un prodigio de guion que me ha ahorrado la difícil lectura. La serie es una de esas series británicas imprescindibles. Cuidada hasta el último detalle, la producción, la selección de ambientes, las coreografías de los actores moviéndose en un salón, los colores. No sé si hay otra con ese detallismo por los colores. Uno tiene la impresión de entrar en un museo y caminar por sus salas con la boca abierta admirando el fulgor británico. Los actores no pueden estar mejor y entre ellos Benedict Cumberbatch, el protagonista, quizá el actor más dotado de su generación. Como contraste a la apabullante escenografía, el dolor del alma. No hay como la narrativa británica para exponer las atmósferas interiores. 

El padre de Patrick Melrose es un ser tiránico y perverso, atrae a los niños y los viola, también a su propio hijo, también a su mujer. Es el drama y el trauma que el protagonista y el autor exponen. Una vida de dolor. Cada uno en una situación como esa habría actuado y vivido de forma diferente. No hay ciencia o yo no la conozco que instruya cómo sobrevivir a ese golpe de mala fortuna. Patrick Melrose echa mano de las drogas y del alcohol, de los que intenta escapar a lo largo de su vida, mediante el suicidio, la difícil amistad, las incompletas relaciones amorososexuales y las terapias de grupo. Su drama irresuelto influirá en sus relaciones de pareja y en sus propios hijos. Si ante cualquier vicisitud buscamos culpables que alivien el peso del drama, como no lo iba a hacer Patrick Melrose. Están las rigideces de clase, el padre y sus amigos, sus códigos de clase; está la madre atrapada entre la tiranía y su débil carácter, incapaz de salvar al hijo, y está el el propio Patrick que se culpa por no haber podido escapar al infierno que vivió entre los 5 y los 8 años, prolongado en el alma destrozada el resto de su vida. Al espectador solo le queda mirar estupefacto, entre la compasión y la comprensión, sabiendo que todo juicio moral sobre las personas del drama además de inútil añadiría una mirada injusta. La naturaleza reparte de forma desigual su lotería y de momento no estamos en condiciones de arreglar sus desafueros.

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