miércoles, 5 de mayo de 2021

Resacoso

 


Hoy como nunca se comprueba la cercanía entre los entusiastas de uno y otro lado. El entusiasmo en política tiene su réplica y su contrarréplica sísmica. Los derrotados preparan su venganza, afinarán armas, adiestrarán su inteligencia. No me separa la misma distancia de los eufóricos y de los derrotados. No me gusta la equidistancia. Todo hombre cabal tiene derecho a sus odios íntimos: odio a los equidistantes. Hoy más que nunca se echa en falta el partido de las reformas y de la regeneración. Yo ya no creía en que una victoria aplastante fuese posible, sí en las derrotas merecidas, incluso hasta la extinción. En la victoria de hoy, en la derrota de hoy, está el amargo postre de la derrota de mañana y de la aplastante victoria. Ninguna victoria es definitiva, sí en cambio la derrota. En Madrid ha habido al menos 129.000 huérfanos, otros tantos hubo no hace mucho en Cataluña. Muchos más, claro, ese solo es el número de los contados. Esa derrota yo sí la siento como mía. No es que me quedase algo de fe en el proyecto reformista, lo han hecho tan mal que merecían la derrota. Pero ahí está el hueco de lo que fue posible y ha dejado de serlo. No es que no me alegre por la derrota de los derrotados, desprecio por igual a los eufóricos, pero lo que me embarga es la melancolía, lo que pudo ser.


El sol engañoso se extiende por los campos verdes. Su palidez se cuela entre los troncos dibujando un mapa de zonas de luz y zonas de sombra. De vez en cuando una nube lo encierra como en un cofre. Entonces una fría brisa atropella al caminante. Los pájaros sin embargo no cesan en su canto, tímbrico y sinfónico. A lo lejos se ve y se oye el tinglado humano. Uno diría, viendo los rectos cipreses que asoman un poco más abajo, inútil afán. Si fuese posible me quedaría con el revoloteo sincopado de esa pareja de chochines que se persigue. Ser pájaro.


Vacío




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