Si uno se dejase llevar por la marea electoral que arrastra los desechos de la conversación podría pensar que la política solo mueve emociones y pasiones impulsadas por una fe inasequible al juicio racional. Pero la política nació como el noble arte de organizar la vida en común. Filósofos científicos y políticos ilustrados han dedicado a lo largo de la historia lo mejor de sí mismos a pensar y construir la mejor política. Hace unos años en Barcelona se reunió un grupo de intelectuales que pensó que faltaba un partido en Cataluña que se estructurase en torno a principios racionales. Principios que derivaban del pensamiento ilustrado, entre ellos la libertad y la igualdad, amenazados por el nacionalismo. Repugnaba a la razón la normalidad asumida por la sociedad vasca y española en torno al terrorismo etarra, que se hubiese acostumbrado al episodio de terror, a olvidarlo sin más, y que quiénes lo apoyaban tuviesen un protagonismo en la política española. También repugnaba a la razón los privilegios que se conceden las élites nacionalistas catalanes en el gobierno regional a costa de quiénes no lo son. El partido que promovieron tuvo un gran éxito, quedando el primero en las elecciones de 2017. Luego se extendió por toda España defendiendo las mismas ideas y con un éxito relativo. Ahora está en declive por méritos propios.
Lo sorprendente en las actuales elecciones a la comunidad de Madrid es que a quienes han diseñado la campaña socialista se les pasase por la cabeza que podían atraer el voto racional de ese partido fundado en las ideas de la Ilustración, libres e iguales se han proclamado. Cómo podrían los votantes de Ciudadanos apoyar a los candidatos socialistas que para formar el gobierno central y atraer votos para los presupuestos generales han buscado apoyos en los nacionalistas moderados y radicales, cuando precisamente el partido había nacido para combatirlos. Cómo se les pasó por la cabeza. Probablemente no encontrarán peores adversarios en el amplio espectro de la política española. En el campo pasional de las emociones podrían encontrar mayor sintonía en los votantes de los partidos de derecha, incluso de la extrema derecha. Cuando al fin han comprendido que esos votantes no eran suyos han dado un vuelco a la campaña radicalizándola ("La campaña de un giro", titulaba el periódico que les apoya incondicionalmente, que por lo que se ve tampoco conoce a buena parte de sus lectores): sacando a la luz sobres con balas y navajas, acusando de fascismo a todo oponente y cambiando la personalidad de su candidato, es decir, moviendo las emociones de los votantes, enturbiando su juicio racional, operación condenada al fracaso, pues, incluso las emociones necesitan el alimento de la realidad.
Sería presuntuoso pensar que solo una pequeña parte de la población es capaz de razonar. La diferencia estriba en dónde poner la pasión. Y en este punto parece razonable pensar que los ideales ilustrados de libertad e igualdad en los que se fundan las sociedades modernas cuentan con una ventaja moral: nos preserva de la violencia y nos impulsa a creer en el progreso, en la idea de la mejor política.
No hay comentarios:
Publicar un comentario