Hay paisajes sociales, paisajes de la mente y paisajes del alma. Y hay paisajes que la naturaleza dispone a la espera de tus ojos. Uno de los más bellos que puedes contemplar es el que extiende entre Calatayud y Daroca, a lo largo de la huerta del río Jiloca, antes de llegar a la llanura de Teruel donde el mar de cereal que ahora despunta es ondeado por el viento. Está el río y la arboleda, y están los pueblos con torres mudéjares que van apareciendo a lo largo de la ruta: Maluenda, Fuentes, Montón. Cada uno te llama para que te detengas, callejees y llegues hasta su torre. Si acudes a la llamada serpearás por callejuelas que ascienden hacia el cerro que particulariza cada lugar. Cerros de aglomerado cuya arenisca y cantos parece que de un momento a otro se irán a desparramar sobre el caserío. No siempre el detalle, la cercanía mejora la visión de conjunto, pero merece la pena detenerse. No hay lugar en España que no sea bendecido por mayo. Teruel es uno de los más bellos, si te paras querrás volver porque el Jiloca en otoño tiene colores tan espléndidos como los de mayo.
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