Decir que las élites desprecian a la gente que tiene dificultades para valerse por sí misma sería pensar que existen en su mente como preocupación, pero ni eso. Simplemente no existen. El ejemplo paradigmático es la educación. La educación es el principal instrumento de promoción. Cualquiera que conozca el sistema educativo por dentro sabe de su estado lamentable. Las élites se preocupan de educar a sus hijos, para quiénes no tienen recursos ni motivación la educación no existe.
Un dato bárbaro, Cataluña está en cabeza de Europa en el abandono escolar. “En 2019 la tasa se disparó en Cataluña al 19%, dos puntos por encima de la media española (17,2) y casi el doble que la media europea (10,3)” (L’estat de l’educació a Catalunya, César Coll y Bernat Albaigés). Es para llorar. Hoy un especialista busca en EP las causas. En Cataluña, en cualquier análisis, siempre hay un enemigo al que nunca se convoca, la realidad. En este caso, tabú, la inmersión lingüística. Y la realidad no se convoca porque si se convocase el nacionalismo dejaría de existir.
Por supuesto, que para que el sistema nacionalista de privilegio funcione son precisos colaboradores necesarios. Y ante la hacienda menguante, a la espera del maná europeo, hoy más que nunca. Los colaboradores necesarios para mantener la ficción de que se vive en el mejor de los mundos y que a las capas más bajas de la población les conviene la exclusión escolar y, por tanto, el más difícil acceso a los cargos públicos mejor remunerados, reservados a las familias nacionalistas formadas en colegios de élite, han sido 'los comunes', anteriormente ICV y anteriormente PSUC, y por supuesto el PSC que ha trincado en connivencia, sus líderes periódicamente cooptados, en una suerte de peronismo a la catalana. Dirigentes y votantes de comunes y PSC en Cataluña son colaboradores necesarios en la xenofobia y la desigualdad de oportunidades. A la desigualdad de origen: pobreza e inmigración, que puede asemejarse a lo que ocurre en el resto del país, se añade la aculturación y medida xenófoba por excelencia, la inmersión. Las medidas que ahora se anuncian, inyección de dinero en educación, no serán para igualar y redistribuir sino para ahondar en la diferencia, pues la medida más xenofoba, fundamento del sistema de privilegio y exclusión, no se toca, la inmersión lingüística.
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